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La OIT advierte que la pandemia podría aumentar el trabajo infantil en América Latina y el Caribe

Por UNO

El paso del coronavirus dejará un escenario con más pobreza e informalidad. Ante condiciones precarias de empleo y déficits de trabajo decente, es necesario redoblar los esfuerzos para terminar con el trabajo infantil. En Argentina, unos 764 mil niños y niñas trabajan.

En todo el mundo, la aparición de la COVID-19 y sus efectos en la economía y los mercados laborales podrían causar retrocesos en la lucha global contra el trabajo infantil. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que cada 12 de junio conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, proteger a los niños, niñas y adolescentes requiere del compromiso de los gobiernos, empresarios y sindicatos, ahora más que nunca.

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Una nueva nota técnica elaborada por la OIT y la CEPAL, publicada esta semana con foco en América Latina y el Caribe, actualizó la situación de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años que trabajan. El estudio estimó que, como consecuencia de la pandemia, el trabajo infantil podría aumentar entre 1 y 3 puntos porcentuales en la región. De acuerdo con el análisis, “esto implicaría que al menos entre 109.000 y 326.000 niños, niñas y adolescentes podrían ingresar al mercado de trabajo sumándose a los 10,5 millones que ya están en situación del trabajo infantil actualmente”. 

El documento señaló que, entre 2008 y 2016, el porcentaje de esas víctimas bajó de 10,8 a 7,3 por ciento. Esto equivale a una disminución de 3,7 millones de personas en esa situación. “Ahora más que nunca niños, niñas y adolescentes deben estar en el centro de las prioridades de acción que, en su conjunto y a través del diálogo social tripartito, ofrezcan respuestas para consolidar los avances en la reducción del trabajo infantil, especialmente en sus peores formas”, destacó el análisis.

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“El trabajo infantil no se da de modo aislado”, dijo Gustavo Ponce, especialista en trabajo infantil de la OIT en Argentina. “Es una situación que le ocurre a los niños en un contexto familiar y ese contexto está profundamente afectado por una crisis económica y social. Entonces, la pandemia deja a la vista a los sectores más vulnerables y desprotegidos”, explicó el funcionario.

En esa línea, el especialista de la OIT consideró que la crisis también puede propiciar que miles de niños y niñas en condiciones de vulnerabilidad social se vean obligados a trabajar para contribuir con los ingresos familiares. Además, precisó Ponce, las niñas corren un riesgo particular de realizar trabajo doméstico o tareas de cuidados en el hogar, a tiempo que están más expuestas a sufrir accidentes y abusos físicos o sexuales.

“Las peores formas de trabajo infantil, incluida la explotación sexual, que afecta principalmente a las niñas, suele aumentar cuando disminuyen las oportunidades de empleo y los ingresos familiares”, dijo Ponce.

De acuerdo con el especialista, “no se puede contar con el trabajo de los niños como parte de la recuperación económica de los hogares”. Y agregó: “Tenemos que actuar ahora, de una manera decisiva y a gran escala”.

El informe COVID-19 y trabajo infantil: Un tiempo de crisis, un tiempo de actuar de la OIT se centra en cuatro pilares para responder a la crisis de la COVID-19. Primero, estimular la economía y el empleo. Segundo, apoyar emprendimientos, trabajos e ingresos. Tercero, proteger trabajadores en su lugar de trabajo y, cuarto, confiar en el diálogo social para las soluciones. 

Entre las medidas prioritarias que deberían tener en cuenta los gobiernos aparece el incremento y el refuerzo de la protección social, el acceso a la educación, el acceso a la salud de niños y niñas y trabajo decente para los padres. 

En Argentina, uno de cada diez niños y niñas de 5 a 15 años trabajan, con una mayor incidencia en las áreas rurales, que alcanza a casi el 20 por ciento, de acuerdo con la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA), desarrollada por el Ministerio de Trabajo en 2017. Esa cifra podría aumentar como consecuencia de la pandemia y su impacto en los sectores más vulnerables.

Hacia un cambio de percepción

Más allá de las medidas económicas, hay una primera instancia que resulta clave para erradicar el trabajo infantil en el país y es la percepción que muchos todavía tienen de esta problemática.

“Si el trabajo infantil se percibe como algo que ayuda a que los niños se alejen de las drogas, del mundo delictivo y que no se conviertan en vagos, eso es un discurso y una forma de percibir el trabajo infantil que realmente hace mucho daño y que está muy instalada hace mucho tiempo”, advirtió Ponce.

“Esa naturalización del trabajo infantil promueve una gran tolerancia social frente al trabajo infantil. Esa es realmente una gran dificultad. Porque si el trabajo infantil no se ve como problema, difícilmente pueda ingresar y sostenerse en la agenda pública. Hay que trabajar sin culpabilizar a las familias y a los funcionarios para que realmente vean cómo el ingreso temprano al mundo laboral impacta negativamente en la salud y las trayectorias escolares de los niños”, agregó el especialista en trabajo infantil de la OIT Argentina.

Para Ponce, Argentina cuenta con buenas herramientas para abordar el problema: un marco normativo sólido, un plan nacional, instituciones con trayectoria y funcionarios bien capacitados, además de la asistencia técnica de las Naciones Unidas. “Lo que hay que cambiar es esa percepción donde el trabajo infantil no se ve como un problema”, señaló el especialista, quien agregó: “Eso se puede lograr mostrando los daños que produce el inicio temprano al mundo laboral, que desplaza al juego, a la protección y a la niñez”.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró que 2021 será el Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, lo cual implica un fuerte apoyo de toda la comunidad internacional a emprender actividades para erradicar el trabajo forzoso y el trabajo infantil. A fines de 2021 también se realizará la V Conferencia mundial sobre la erradicación sostenible del trabajo infantil.

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