Las historias de José

Nada puede salir mal este domingo de elecciones

Votar o no votar. Esa es la cuestión para el protagonista de esta historia de ficción con muchos ribetes de la vida real en un domingo electoral

Votar o no votar. Esa era la cuestión en el amanecer de aquel domingo electoral.

Había vuelto al país después de un largo exilio voluntario del otro lado de la cordillera y seguía figurando en el padrón electoral. En la misma escuela, comprobó. En la misma mesa de siempre. Pero aquel domingo sería diferente: Boleta Única de Papel en lugar de la histórica lista sábana.

Aún viviendo del otro lado de la cordillera siempre estuvo al tanto de todo lo que pasaba en el pueblo. De todo. Incluso, del cronograma electoral y luego de la oferta de candidatos. Igual, algo retumbaba en su interior. Votar o no votar.

Había vuelto contra la opinión de su círculo íntimo. Allá estás bien, no te arriesgués, le imploraban por mensajes de Telegram.

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Por Telegram, el círculo íntimo le aconsejaba no volver al país.

Por Telegram, el círculo íntimo le aconsejaba no volver al país.

Nada puede salir mal, se repetía una y otra vez. Hasta que llegó el momento de buscar el DNI entre los papeles de viaje, en el bolso a medio vaciar de ropa, libros y calzados desde hacía varias semanas.

- ¿Podés creer que el viejo documento estaba adentro de una media y perdí una hora revolviendo toda la casa? -le confió a la madre, en medio de una carcajada.

- Para mí, ésa es una señal de que no tenés que ir a votar -replicó la mujer, a esa hora atrapada por una rara sensación de ésas que sólo tienen las madres.

- Va a estar todo bien, vieja. A las 12, a más tardar, voy a estar desocupado, así que andá preparando el almuerzo. Fideos con ese tuco que te sale tan rico. ¿Te animás?

...

Volvió a la escuela de siempre. Ahí le habían enseñado Matemática, Lengua y Ciencias Naturales. Ahí se había enamorado de la maestra de tercer grado. En un aula del primer piso había votado por última vez hacía ya 9 años, justo un mes antes de exiliarse del otro lado de la cordillera casi de un día para el otro.

La mesa de votación 14 estaba activa desde las 8 pero en ese momento faltaba el presidente de mesa, que conversaba, a unos metros, con un gendarme, a cargo de la seguridad de los comicios en el edificio.

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Cuatro personas lo antecedían en la fila. Tres hombres y una jovencita. Ahora, tres. Luego, dos.

La gente vota rápido, se dijo. En un rato, entro, voto y listo.

De pronto, una duda: el DNI. ¿Lo había traído o lo había olvidado en la mesita de luz? Le volvió el alma al cuerpo cuando se palpó el bolsillo trasero del pantalón raído. Nada puede salir mal, creyó.

De yapa, un feliz reencuentro: el presidente de la mesa de votación 14 era Nacho, viejo conocido de andanzas juveniles.

Nacho lo miró pero no estaba feliz. Pálido estaba. Debe ser semejante responsabilidad en día de elecciones, creyó el votante.

- Es tu turno -le dijo, seco, cortante, el presidente de mesa, tras revisar el DNI.

Apenas 23 segundos tardó el votante en elegir al candidato preferido -en verdad, siempre votaba a los mismos- y depositar la Boleta Única en la urna de cartón.

- Firmá acá -le señaló el presidente de mesa, que no mostraba intenciones de devolverle el DNI.

- Gracias. Bueno... Ehhh... ¿Me puedo llevar el DNI? -dijo.

Nadie le contestó.

Ni el presidente de mesa titular, ni el suplente -que había observado la escena desde un rincón-. Tampoco hablaron los fiscales de los 16 partidos políticos.

Ni siquiera el gendarme habló. Apenas se limitó a acercarse por detrás y a tomarlo de un brazo.

Después, sí. Le habló. Y le anunció que a partir de ese momento quedaba detenido por existir una orden de captura internacional en su contra por un doble crimen ocurrido en el pueblo 9 años atrás, justo un mes después de las elecciones de medio término.

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