Tiene apenas 8 años, pero un corazón criollo que parece haber nacido entre guitarras, bombos y pañuelos al viento. Ignacio Espinoza —o simplemente Nachito, como lo llaman con cariño en todo Malargüe— es un pequeño gaucho que se ha convertido en símbolo de orgullo y tradición en el sur mendocino. En este Día de la Tradición, representa un gran exponente.
Nacho, el gauchito mendocino que conmueve con su malambo en el Día de la Tradición
Tiene 8 años, vive en Malargüe y emociona con su amor por las raíces argentinas. Creció entre bombachas, botas y el legado de su bisabuelo, un apasionado del campo
Con sus impecables pasos de malambo, Nachito conquista a todos los que lo ven bailar. No hay acto escolar, festival o peña donde no brille y este lunes, Día de la Tradición, no es la excepción. Cada golpe de su bota contra el piso es una forma de decir “presente” por la Patria, por sus raíces y por la historia que lo une a su familia.
Alumno de tercer grado en la Escuela Nº 1-494 Gendarme Argentino, Nacho creció respirando tradición. Su casa es un rincón donde el campo, el mate y los valores argentinos siguen vivos. Lo suyo no es una actuación: es una forma de vida.
El amor por las costumbres gauchas fue de generación en generación en la familia del pequeño Nacho.
Su bisabuelo, Desiderio Vázquez, de 89 años, fue quien encendió la chispa criolla que hoy arde en el corazón del niño. Desiderio transmitió ese amor por la tierra y las costumbres a su hijo Norberto, y de allí pasó a sus nietos. En Nachito, la herencia floreció con fuerza.
“Todo el día está vestido de gaucho. Se crió así, viendo a su bisabuelo, a mí y a su hermano. Se la pasa bailando malambo”, cuenta entre risas su papá, Norberto Espinoza, con un orgullo que se le escapa por los ojos.
Nachito siempre baila en todas las fiestas de la tradición
Y no exagera. En cada presentación, Nachito no solo baila: celebra la argentinidad. Con respeto y alegría, honra las raíces que otros a veces olvidan, pero que él lleva como bandera.
“La Semana de Mayo o el Día de la Tradición, para él, son una verdadera fiesta. Está en su salsa: baila, ensaya, se prepara como un verdadero gaucho”, agrega su padre.
Rosana, su mamá, celadora en un colegio de Malargüe, también lo acompaña en cada presentación, alentando desde el público con una sonrisa orgullosa. “Pero no es solo en estas fechas. Él vive con botas y bombacha. Le encanta. Es su forma de ser”, dice entre risas.
Bombacha, botas y sombrero o boina: su clásica manera de vestir.
Este lunes, Nachito ya tiene todo listo: una chacarera y un malambo con los que volverá a emocionar en su escuela. Ensaya con pasión, se acomoda el sombrero y sale al escenario con la misma seguridad de un bailarín consagrado.
En su mirada hay ternura y fuego. En su zapateo, una historia que viene de lejos: la de un país que aún se reconoce en su gente, en su tierra y en sus tradiciones.






