A los 17 proyectó su primera película en el cine Roxy. Fue una cinta en donde Sandro era el protagonista y “Rosa, rosa” era el leitmotiv. Era la época en donde “en Mendoza había más de veinte salas. Estaba el City, (en otra época Cinerama); el Avenida; Mendoza; Palace; Cinema (después Radar); el Luxor (primero Centenario); el Opera; el Lavalle; Cóndor; América; Gran Rex; Premier; el Roxy;…”, enumeró aquel día. En el Este estaban el Ducal, de Rivadavia, el Cervantes, de Junín; el Colón, de Palmira. Y en San Martín el Mayo, el Monumental y el Cervantes.
“Cuando comencé como proyectista eran dos máquinas y el sistema de proyección era a carbón. Era un arte manual. Ahora todo es digital, colocan el rack, aprietan un botón y listo. Nosotros teníamos que estar cada 20 minutos cambiando rollos. Había que unir las cintas. Estar mirando constantemente los carbones para que no se separaran o se acercaran y se acababa la proyección. Había que mantenerlos a un centímetro de distancia. Los carbones estaban recubiertos en la punta con cobre y emitían un gas que era insalubre. Por convenio los proyectistas podíamos trabajar solo seis horas por turno y teníamos que beber un litro de leche para contrarrestar los efectos del gas carbónico”, contaba Horacio.
También recordaba esos años crueles, donde las salas iban cerrando una a una, como en efecto dominó. “Fue una gran angustia”, dijo. “Más de 40 familias se quedaron sin trabajo de un momento para otro. Todavía siento una gran nostalgia cada vez que paso por frente los cines Ópera y Lavalle, en la ciudad, y los veo convertidos en playas de estacionamiento con piso de parquet. Jamás dejaré el auto estacionado allí”, dijo, con voz quebrada.
Pero después, en un pasado mucho más cercano, Horacio se tomó revancha y ayudó a reabrir el Cine Ducal, en Rivadavia, y el Cine Cervantes, en San Martín. También se animó a transformarse en productor y trajo a Mendoza, a Pacífico, "El Narigón del Siglo", de Divididos, y a Diego Torres al Bustelo, ambos espectáculos que tuvieron gran éxito.
Se fue Horacio Campos, un hombre que fue esencialmente un proyectista. Como el Alfredo de Cinema Paradiso. Y no habrá incendios ni muertes que puedan hacer que desaparezcan ni los cines ni personas como Horacio. Ni ellos, ni los besos que se daban Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Porque hoy y siempre será jueves de estreno.