Cuando llegué a Mendoza, hace 5 años, una de las primeras personas con las que crucé palabra fue la secretaria del colegio donde anoté a mis hijos. Una mujer amorosa, de esas que te reciben divino: “Bienvenida a la mejor provincia del mundo”. Pero enseguida, como buena anfitriona, deslizó una advertencia que me quedó grabada a fuego:

- Te voy a dar un consejo, porteña: los mendocinos son pésimos para conducir. Prepárate para las puteadas y los bocinazos, aun cuando circules tranquila y por tu derecha, como Dios manda.

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Hay cortes de tránsito en el centro de la Ciudad de Mendoza debido a trabajos de Aysam por la rotura de un caño maestro de agua.

Hay cortes de tránsito en el centro de la Ciudad de Mendoza debido a trabajos de Aysam por la rotura de un caño maestro de agua.

No exageraba. Al volante, los dolores de cabeza me llegaron de inmediato, y cada bocinazo todavía me recuerda aquella premonición.

El lunes, en plena fila de supermercado, tuve una revelación: me encontré con una exponente de manual de lo que me habían advertido. Y no por verla manejar, sino porque su hijo -un nene de 6 o 7 años- la dejó al descubierto con una franqueza increíble.

Delante mío, conversaban a viva voz:

-Mamá, insultaste a todo el mundo hoy en el auto.

-No, hijo. La gente se lo merecía, todos hicieron las cosas mal.

-Y pero insultabas.

-Sí, porque cuando hacen macanas me dan ganas de insultar.

-Y también tocabas bocina.

-Sí, para que se despierten.

-Y además me golpeé varias veces en el auto porque ibas rápido.

-Nooo, te golpeabas por los lomos de burro.

-¿Qué son los lomos de burro?

-Son esas lomitas que ponen en las calles para que los autos vayan despacio.

-Y, por eso... cerró el niño, impecable.

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Bocinazos, insultos y malas maniobras: el tránsito en Mendoza es un caos.

Bocinazos, insultos y malas maniobras: el tránsito en Mendoza es un caos.

Respiré hondo para no mirarla a los ojos y aplaudir. La madre, avergonzada, se quedó sin respuestas. Yo, en silencio, recordé a la secretaria del colegio que hace años me había preparado para esta escena: bocinas, puteadas y manejos de terror, todo en un solo combo mendocino.

Aclaro: me considero una buena conductora (aprendí desde muy chica) y aun así me llueven insultos cada vez que piso el acelerador. Pero encontré la fórmula mágica para sobrevivir: mirar al que me putea, sonreír divinamente y decirle, aunque sea vidrio de por medio:

-¡Hola! ¿Te acordás de mí? ¿Cómo estás?

Por lo general, las caras desencajadas de las bestias al volante son un espectáculo digno de foto. Suelen quedarse pensando quién cornos soy. Y yo sigo mi camino, tentada.

No entiendo el sentido de la bocina: es brusca, provocadora, desafiante y, lo peor de todo, peligrosa.

No hay en el mundo cosa más horrible que un bocinazo, y el mendocino es campeón mundial en la materia. Quien toca bocina por cualquier pavada es, sin más, una mala persona: un matón al volante, un maleducado, un imbécil. En mi caso, lejos de corregirme, el bocinazo me hace saltar 5 metros y hasta corro el riesgo de chocar… del susto.

El bocinazo debería estar penado por ley. Si así fuera, en Mendoza no se salvaría nadie.

Congestión. En los horarios picos es una locura el ingreso al microcentro, y eso que el tránsito todavía no es intenso.
La advertencia sobre las deficiencias en el tránsito mendocino se hizo realidad.

La advertencia sobre las deficiencias en el tránsito mendocino se hizo realidad. "Es la mejor provincia del mundo con un tránsito pésimo".

Pero la historia del supermercado no terminó ahí. El niño, oro en polvo, cambió de tema con naturalidad:

-Mamá, ¿qué es la inflación?

-Es cuando las cosas aumentan, respondió ella, sin mucho entusiasmo.

-Algo sé, porque vi 7 videos sobre inflación en lo de papá.

Y cerró con broche de oro:

-¿Me comprás un libro?

La respuesta fue el clásico “ahora no”. Llegó mi turno para pagar mi mercadería. Me fui con una reflexión (más allá, claro, de la lección de tránsito). Qué bueno que en estos días todavía haya nenes que pidan libros en el supermercado, donde tenía otras cosas para tentarse. Pero claro, todo venía de un niño brillante.

Para concluir: Mendoza es, sin dudas, la mejor provincia del mundo.

Pero hay que decirlo de una vez: en la mejor provincia del mundo… manejan con los codos.