En estos tiempos donde la mujer va tomando el lugar que merece, y el "empoderamiento" es algo más que una palabra, la imagen de una mujer que toma en solitario las riendas de su vida en todos los aspectos, y que además cree una empresa de lo más innovadora, haciendo control de plagas, es digna de destacar y sirve de ejemplo y guía de "que se puede". Ver a la joven mendocina Luciana Cantale Blanco por los campos, con un ave rapaz posada en su mano, buscando presas, retrotrae a escenas mitológicas; a la Diana cazadora de los romanos.

El milenario arte de la cetrería, caza realizada con aves de presa, era ya conocido en Oriente, de donde pasó a Europa y tuvo esplendor en la Edad Media. Especies como halcones, águilas peregrinas y otras, buscan y dan cuenta de aves menores o mamíferos pequeños o medianos. Luciana es una muestra de la capacidad de las mujeres emprendedoras.

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Luciana es una joven mamá de dos niños, que tomó las riendas de su vida, haciendo de su pasión su medio de vida, lo que deriva en el éxito de su trabajo.

Luciana es una joven mamá de dos niños, que tomó las riendas de su vida, haciendo de su pasión su medio de vida, lo que deriva en el éxito de su trabajo.

Pero en este caso, no se trata de "deporte" o cruel pasatiempo; es la aplicación de un sistema para control biológico de plagas en los campos de cultivos, o en los ámbitos urbanos de especies invasivas y dañinas como catas o palomas.

Luciana era una tranquila y dulce maestra jardinera, aunque muy inquieta y deportista, en especial del running y la montaña. Pronto conoció la cetrería, la eligió como parte de su vida hace casi dos décadas, y a eso se dedicó de lleno. Primero en sociedad con su pareja, y luego en solitario.

"Yo me abrí sola hace un año y medio, empezando desde cero. Tengo la primera empresa de este tipo conducida por una mujer. Yo hace 18 años que practico este arte de la cetrería. Con quien era mi pareja -y papá de mis chicos- comenzamos haciendo el control biológico de los aeropuertos (erradicar aves que ponen en riesgo a los aviones)", comenzó explicando Luciana sobre su actividad poco común.

"También hicimos el control de plagas (palomas) en el estadio Malvinas Argentinas", destacó la emprendedora como parte de su orgulloso currículum. Luego agregó: "Vengo trabajando en esta apasionante actividad desde hace años, y hoy tengo mi propia empresa y estoy trabajando en Lavalle, con la gente de las plazas y Roberto (Righi, el intendente)".

Donde más se requiere este control de especies invasoras no es precisamente en los campos, sino en los centros urbanos. "Estoy trabajando en Lavalle, en el casco urbano. Esto es bastante difícil, y fue un verdadero desafío para mi", confesó la Diana o Artemisa mendocina.

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Luciana cría en su establecimiento tres variedades de aves de presa, una de ellas es el gavilán mixto, elegido para el trabajo de control biológico de plagas en zonas urbanas.

Luciana cría en su establecimiento tres variedades de aves de presa, una de ellas es el gavilán mixto, elegido para el trabajo de control biológico de plagas en zonas urbanas.

"Reamente, haber comenzado a trabajar sola me cambió la vida. Yo recomencé desde nada y voy creciendo. Hago las cosas a mi estilo, soy muy minuciosa y siempre tiro para adelante. También soy estricta con mi trabajo", dijo la también deportista y mamá de dos hijos.

"Soy docente, pero amo este trabajo, creo que no podría hacer otra cosa. Aquí se sigue aprendiendo día a día, charlando con gente de España u otros países" "Soy docente, pero amo este trabajo, creo que no podría hacer otra cosa. Aquí se sigue aprendiendo día a día, charlando con gente de España u otros países"

Un sistema de trabajo

Muchas son las quejas de los vecinos de centros urbano, y de los agricultores en el campo, sobre el crecimiento exponencial de animales que son dañinos, como las catas, o contaminantes y portadores de enfermedades, como las palomas. El control de estas plagas, es reclamado, y en el caso del sistema utilizado por Luciana, es menos cruel y más humanitario, ya que no usan trampas ni venenos, sino que la sola presencia de una ave de presa, ya intimida a los pequeños intrusos y los hace emigrar. En vez de la muerte, funciona la persuasión por un peligro inminente.

"El control lo hacemos a través de la cetrería. Entrenamos aves de presa, y lo que hago cada día, es hacer volar al ave en el sector a trabajar, y lo que hace esta es ahuyentar, y en algunos casos aislados, cazar a la otra especie. Esto es parte de su naturaleza y de su instinto", detalló la mendocina.

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Para el campo y los lugares abiertos, la emprendedora utiliza dos variedades de halcones: peregrino y aplomado, que pueden volar a velocidades superiores a los 300 km/h.

Para el campo y los lugares abiertos, la emprendedora utiliza dos variedades de halcones: peregrino y aplomado, que pueden volar a velocidades superiores a los 300 km/h.

"El pájaro o ave ahuyentada, no es que se va a la finca del vecino, sino que emigran a lugares muy lejanos. A lo único que le temen es al ave rapaz. No hay otro método eficaz, ni ultra sonido, ni nada. Luego de que los animales se van, tengo que erradicar el nido, subida a los árboles, para finalizar la tarea de control", agregó Luciana.

"La rutina es ir al lugar elegido permanentemente, y luego, sí o sí, hay que hacer un mantenimiento. Porque en el momento en que dejás de hacer volar al ave (rapaz), la paloma vuelve, es un animal muy inteligente", aportó la empresaria.

El "recurso animal" de la empresa

Respecto al plantel de "trabajadores" con que cuenta Luciana, dijo: "Nosotros trabajamos con gavilán mixto (Parabuteo unicinctus), en las plazas de Lavalle, ya que el halcón peregrino (Falco peregrinus), que se usa en zonas de campos más extensos, vuela en picado a más de 300 km/h y si choca contra un cable u otro obstáculo, se mata", señaló la emprendedora.

Muy orgullosa de ser una de las tres mujeres que manejan en el país este tipo de empresas, Cantale expuso: "Tengo el criadero Maylén que yo fundé, en el carril Rodríguez Peña (Maipú), autorizado nacional e internacionalmente, y es para autoabastecerme de aves. Todas son de criadero".

Hablando de orgullo, al fin de la semana pasada, la cetrera recibió una sorpresa, ya que le informaron que había sido designada como coordinadora de la Cetreras Iberoamericanas. "Estoy feliz por esta designación. Hago foros y charlas a nivel mundial para las mujeres que quieren aprender sobre este arte".

"Aquí en Argentina somos muy pocos los que cultivamos este arte y tengo el honor de ser una de las más antiguas y con trayectoria. Hace 18 años que practico cetrería, y más de siete que lo hago a nivel empresarial".

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Largo trabajo de entrenamiento

Respecto al tiempo que lleva preparar a un ave de presa para la tarea requerida, Luciana dijo: "Como tengo criadero, los polluelos abren los ojos y nos ven a nosotros, por lo que nos reconocen como los padres. Luego se acostumbran a cazar con nosotros. Cuando apenas tienen meses, los llevamos al campo, para hacer lo que se llama "cría campestre controlada", y ahí ya empiezan a buscar bichitos cuando están aprendiendo a caminar. Cuando empiezan a volar, ya armamos un sistema de telemetría, con un arnés, diseñado para cada ave y su peso, y se controlan con un programa (App) que viene exclusivamente para IPhone y ya los largamos a volar", se explayó la especialista.

"Al gavilán mixto lo entrenamos a los pocos meses "al guante", donde nosotros le ponemos comida en el guante, y la percepción que tienen es comer en este guante. Por eso, cuando uno lo levanta, el pájaro viene. Es un proceso que lleva meses, y a veces, hasta años. En el caso del halcón peregrino, es similar, pero con señuelo, simulando una paloma con un pequeño plumerito, en un sistema de premio-error", detalló Luciana.

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Como la imagen de una moderna Diana la Cazadora, Luciana posa con una de sus aves entrenadas personalmente por ella para la cetrería y el control de plagas.

Como la imagen de una moderna Diana la Cazadora, Luciana posa con una de sus aves entrenadas personalmente por ella para la cetrería y el control de plagas.

Sobre la variedad de ejemplares, enumeró: "Tengo un plantel de unas 30 aves de tres especies distintas: gavilán mixto, halcón peregrino y halcón aplomado (Falco femoralis), y otro tanto en Buenos Aires".

Cómo se inició

Al ser consultada Luciana sobre su ingreso a este apasionante mundo de la cetrería o halconería, tan común en Medio Oriente o España, ella contó: "Estaba casada, y con mi pareja nos gustaba mucho salir al campo, a pescar, y un amigo tenía gavilanes. Un día nos invitó, y lo acompañamos a volar sus aves en San Luis, y allí empezó todo".

"Luego yo me fui a averiguar a Fauna (Dirección Provincial de Recursos Renovables) y con las municipalidades, y empecé desde cero. Fundé el criadero (Maylén) y luego comenzamos a trabajar con los aeropuertos", agregó.

"No lo pasé en los primeros tiempos de mi separación, pero quiero decirles a las demás mujeres, que con empeño y trabajo, se puede. Se puede crecer y tener su propia empresa, haciendo lo que realmente les apasiona", concluyó Luciana.