Los besos son un comportamiento exclusivo de los seres humanos y de algunos animales como los primates y perros. Pero, el beso propiamente como lo conocemos, con intención, pasión y romance, forma parte de una conducta humana con impresionantes reacciones en el cerebro.
Tan solo una porción de la humanidad besa. Así es, besar es una conducta cultural que acompaña en menor o mayor medida a las sociedades en la historia. Los besos románticos en la cultura occidental ocupan un importante lugar en las relaciones de pareja o vinculos sexoafectivos.
Antropólogos expertos estiman que los primeros besos de carácter romántico se realizaron hace unos 4500 años en la Mesopotamia.
Según una investigación de la revista Science, uno de los primeros registros de besos confirmados se encontró en un manuscrito de la Edad de Bronce en la prehistoria proveniente de la región que hoy es la India.
Sin embargo, los estudios indican que los besos románticos se dieron en distintas culturas antiguas simultáneamente. Las investigaciones indican que en ciertas culturas, los besos como los conocemos hoy formaban parte de un juego posterior a las relaciones sexuales, y no previo.
Para los romanos en la época imperial, los besos en público estaban estrictamente prohibidos ya que se relacionaban con la salud y la indecencia. De hecho, el Emperador Tiberio en el siglo primero d.C, prohibió los besos debido a una epidemia de herpes labial.
Cuando besamos utilizamos 146 músculos diferentes, por eso también podría considerarse la actividad de besar como un ejercicio facial. Un dato interesante es que pasamos alrededor de 20.000 minutos de toda nuestra vida besando.
Un estudio publicado en la revista Plos One explica que aquellas actividades y comportamientos coordinados van acompañados de una actividad cerebral sincronizada. Esto ocurre con el baile, el canto, los deportes grupales y los besos. Por lo tanto, besar a otras personas hace que ambos cerebros se acoplen, según lo explicado por la ciencia.
Para realizar el estudio, los especialistas utilizaron medidas de sincronización y acoplamiento neuronal. Por lo tanto analizaron la frecuencia cruzada y el acoplamiento que se producía en el cerebro de las personas cuando se besaban, lo cual genera redes hiper cerebrales.
Las personas con mayor contacto sensorial y mayor intensidad demostraron una reciprocidad y sincronización cerebral mayor. El estudio también se realizó con besos solitarios, por ejemplo un beso que una persona se da a sí misma en la mano. Los resultados demostraron que no ocurre lo mismo en el cerebro que cuando besamos a una pareja romántica.
Además, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor vinculado con la sensación de placer. Otro beneficio de besar, es la liberación en el cerebro de serotonina, otro neurotransmisor imprescindible relacionado con la felicidad y el bienestar.
Los besos son fuente de placer, felicidad y amor, generando en el cerebro oxitocina, la hormona del amor. Es tal el cambio cerebral que se produce en el cerebro cuando besamos que hay personas que no vuelven a ver a ver a alguien luego de la primera cita por no haber sentido nada durante los besos.