Estas aves, originarias de Sudamérica, llegaron a Europa en la segunda mitad del siglo XX, principalmente como mascotas exóticas. Con el tiempo, muchos de estos pájaros escaparon o fueron abandonadas, logrando adaptarse con gran facilidad a los entornos urbanos y apropiándose de la capital de Italia.
Esta ave argentina destaca por su inteligencia, resistencia y capacidad de formar colonias numerosas. En esta capital, encontraron un hábitat ideal: abundancia de alimento en parques, ausencia de depredadores y un clima que, aunque distinto al de su lugar de origen, les resulta soportable. Así, en pocas décadas, pasaron de ser pájaros exóticos raras a convertirse en una auténtica plaga urbana.
Su impacto se siente especialmente en los espacios verdes de la capital. Los parques y jardines públicos se han llenado de sus fuertes chillidos, que rompen con la tranquilidad habitual del lugar. Además, estas aves construyen nidos enormes, que pueden pesar hasta 200 kilos, en los árboles o incluso en torres eléctricas. Dichos nidos representan un riesgo porque pueden dañar la vegetación, afectar otras especies locales y, en ocasiones, provocar problemas de seguridad en el tendido eléctrico.
El fenómeno no es exclusivo de la capital de Italia ,muchas ciudades europeas, como:
Sin embargo, en Roma adquiere un matiz especial por la convivencia entre lo histórico y lo contemporáneo. Resulta llamativo que aves procedentes de un continente tan lejano se instalen en los mismos espacios donde reposan vestigios del Imperio Romano.
Las autoridades locales han debatido posibles soluciones, desde programas de control poblacional hasta la prohibición de alimentar a estas aves en zonas públicas. No obstante, la tarea es complicada, ya que las cotorras son prolíficas y muy difíciles de erradicar una vez establecidas. Además, existe un dilema ético: aunque son vistas como plaga, también son animales que se han adaptado gracias a las condiciones creadas por los humanos.