El abecedario que utilizamos en la actualidad tiene su origen en el alfabeto latino, base de la mayoría de las lenguas occidentales. Sin embargo, no todas sus letras provienen de esa raíz. De las 27 letras que conforman el abecedario español moderno, dos no son originarias del latín.
Antes se las consideraban como letras extranjeras o letras adicionales, es decir, grafías ajenas al sistema ortográfico tradicional del español, según lo determinado por la RAE. Sin embargo, estas letras fueron incorporadas siglos después y su historia revela la influencia de otros idiomas y culturas en la evolución del lenguaje.
¿Cuáles son las dos únicas letras del abecedario que no son originarias del latín?
Hoy están plenamente adaptadas y aceptadas, común y académicamente, pero hubo un principio en que dos letras del actual alfabeto no existían en el original y se han nacionalizado hasta ser ya parte de la lengua española. Se trata de la K y la W.
Durante siglos la letra K y W fueron vistas como intrusas, pero hoy las usamos a diario porque ya se incorporaron al abecedario.
La letra K tiene un origen griego, aunque su forma se remonta incluso al alfabeto fenicio. En el latín clásico casi no se utilizaba, ya que el sonido /k/ se representaba con la letra C. Por eso, la “K” quedó relegada durante siglos y solo se mantuvo en algunas palabras de origen extranjero.
Actualmente, aparece en numerosos vocablos adoptados del inglés y otras lenguas, como kilómetro, karaoke, kiwi o karma. Su uso se ha expandido con la globalización, pero sigue siendo considerada una letra importada dentro del abecedario latino.
La RAE explica: «La letra k en representación del fonema /k/ se emplea hoy en español, en cualquier posición, en la escritura de numerosos préstamos de muy diverso origen que contienen esta letra en su grafía originaria, o en su transcripción al alfabeto latino cuando se trata de voces tomadas de lenguas que emplean otros alfabetos u otros sistemas de escritura».
Ni el latín las conoció ni el español las necesitaba, pero la historia de la W y la K demuestra que las lenguas nunca dejan de transformarse.
La W, sin embargo, es aún más reciente. Es una letra extranjera y hasta la reforma ortográfica de 2010 se la consideraba como letra adicional. Surgió en la Edad Media en regiones de Europa del norte, principalmente en las lenguas germánicas, como el inglés y el alemán.
El latín clásico no tenía un sonido equivalente, por lo que la letra W no existía en el alfabeto romano. Se incorporó posteriormente con la influencia de idiomas como el inglés, neerlandés y alemán, y hoy aparece en términos como whisky, web o wifi. Pues solo se emplea en la escritura de voces procedentes de otras lenguas, en las que puede representar, según los casos, dos fonemas distintos: el vocálico /u/ y el consonántico /b/», dice la RAE.






