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Se conocieron y se influenciaron mutuamente. El resultado es sugestivo. Y aleccionador.
Unir esos puntos de contacto fue tarea de una experta como Chikiar Bauer, doctora en Letras, que se transformó en referencia ineludible sobre el tema con su libro Virginia Woolf, la vida por escrito (2012), que ya por la tercera edición en España. Y vale mencionar también su trabajo reciente Victoria Ocampo. El ensayo personal.
Dos vidas distintas con un punto de coincidencia
Desde su casa de Belgrano, en Buenos Aires, mientras prepara su participación en la Feria del Libro, Irene dialogó con el programa La Conversación de Radio Nihuil.
-Coincidencias de la vida, hemos estado metidos en estos días con la coronación del rey Carlos de Inglaterra y, justamente, tu libro, Irene, nos recuerda que tanto Virginia Woolf como Victoria Ocampo alcanzaron a ver nada menos que a la reina Victoria.
-Sí. Victoria era una nena. Estaba ahí, de viaje, con su familia. Y lo que ellas vieron fue uno de los aniversarios de la coronación. Las dos se refieren a esta vieja reina a la que ven pasar inclinando su vieja cabeza cansada.
-Pero cada una por su cuenta, ¿no?
-Claro. Eran chicas y no se conocían todavía.
-¡Cómo pesaba en esa época la cultura victoriana, tanto en Inglaterra como en este lado del mundo!
-Esa educación es la que ellas dos sufrieron. La reina Victoria tiene un larguísimo reinado e impone una forma de ser a toda su corte, pero después eso va cayendo hacia la burguesía inglesa, hacia todas las clases sociales y se derrama también en el mundo. Por eso se habla de la era victoriana.
-¿Cómo era la cosa, grosso modo?
-Los roles establecían muy claramente qué tenían que hacer los hombres, qué tenían que hacer las mujeres. Y ella, aunque era reina y tenía gran poder, se presentaba a sí misma como esposa devota, como madre.
-Se ponía como ejemplo rector.
-Quería transmitirlo a toda su sociedad, primero. Y después eso fue llegando a todas las mujeres: el usar corsé, el arte de la conversación, la amabilidad, no tener deseos propios sino estar siempre pendientes de los del marido, de los padres o de los hijos. Y eso representaron muy bien tanto la madre de Virginia Woolf como la de Victoria Ocampo.
-Lo cual fue determinante para sus respectivas historias.
-Contra ese estereotipo se rebelan ellas.
-Vos has publicado un libro muy importante, Virginia Woolf, la vida por escrito. También investigaste sobre Victorio campo. O sea, las trataste por separado a ambas. ¿Qué te hizo reunir ahora sus historias?
-El primer libro es del 2012. Se trata de una biografía grande, de 900 páginas, que se publicó por Taurus y en España ya va por la tercera edición. Siendo este un momento con dificultades, se aceptó que se publique ese número de páginas.
-Un logro. No son muchos a los que le dedican una edición tan voluminosa.
-Ahora, con la crisis del papel, están todos queriendo bajar el número de páginas a los libros, también pensando que los lectores no quieren leer volúmenes grandes. Fue un gesto, pero este tipo de recortes es algo para pensar nuestra época.
-¿Y cómo terminaste en la biografía conjunta?
-Yo me doctoré con una tesis en donde trabajo la relación de Virginia Woolf con Victoria Ocampo, para mostrar a una Victoria que es muy distinta, me parece, a la que se veía hasta ese momento.
-¿Distinta desde qué ángulo?
-Siempre se insistía en que Victoria era mecenas, pero no se la veía tanto como escritora; sí un poco como autobiógrafa, porque escribió su autobiografía. Pero en lo que yo insisto es en el ensayo.
-¿A cuáles te referís?
-Ella publica diez tomos de testimonios. A lo largo de su vida va escribiendo artículos periodísticos, da conferencias y después empieza a reunirlos en estos libros que llama Testimonios.
-¿Qué encontrás de particular en esos trabajos?
-Que permiten ver el gran cambio que se produce en Victoria cuando lee Virginia Woolf. O sea, ella comienza a escribir desde muy joven. No era algo que la familia quería que hiciera. Pero primero quiso ser actriz. Eso ya se lo frustraron de plano.
-No se podía ir contra la voluntad paterna
-Ni materna. De los dos. No veían que una chica de su clase social pudiera ser actriz. Después ella publica en el diario La Nación algún artículo. El primero de ellos fue Babel. Allí dice que escribe a través de un girón de la barba patriarcal. Luego, en 1929, está en Francia y en una famosa librería de la época se pone a conversar con las libreras. Y Sylvia Beach le dice: “Estoy segura de que con este libro sueña usted”.
-¿Y qué le da?
-Le da Un cuarto propio, de Virginia Woolf.
-Todo un descubrimiento iluminador, seguramente.
-En ese libro Virginia habla de estas mujeres que, como ella, nacieron en la era victoriana, que no tienen acceso a la educación, porque acordémonos que ninguna de las dos va al colegio.
-Otro signo de época.
-Recién empezaba a haber algunos colegios para mujeres en Inglaterra, pero los padres de Virginia no la mandan. A Victoria tampoco. No era obligatoria la educación pública y entonces, a la gente de su clase, la educaban con institutrices.
-¿Con qué consecuencias?
-Eso hace que no puedan después acceder, obviamente, a un colegio secundario ni a una universidad. Entonces, Un cuarto propio habla de cómo escriben las mujeres con esta carencia. Victoria se siente sumamente identificada y, a partir de ahí, ya dice que quiere escribir no a través de un girón de la barba patriarcal, sino como una mujer.
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Victoria Ocampo, la argentina que supo romper moldes y pelear por los derechos de la mujer.
Traspolándolas a esta época
-Estas dos mujeres son, indudablemente, vanguardia feminista. ¿Qué harían hoy, si vivieran en esta época? ¿En qué estarían enroladas Victoria Ocampo y Virginia Woolf?
-Por lo que sabemos, ellas tenían también sus temas con el feminismo.
-¿Por qué? ¿En qué sentido?
-El feminismo tiene un amplio espectro. Virginia Woolf, por ejemplo, colaboraba con el feminismo, pero después decía que no era feminista. Era medio confuso eso para sí misma.
-¿Y cómo era, en resumidas cuentas?
-Yo creo que, en realidad, era feminista, pero a veces le costaba decirlo, como pasa todavía con algunas mujeres.
-¿Una ambivalencia entendible o no?
-A esas mujeres que dicen no saber si son feministas, entonces les decís: pero ¿querés ir al colegio, querés estudiar, querés tener iguales derechos? ¿Sí? Entonces, en el fondo, sos feminista, porque eso es lo que hizo el feminismo por vos, pero no lo querés decir.
-¿Qué matices había entre ellas dos sobre este punto?
-Victoria se jugaban más en eso. Acordémonos que Virginia Woolf se suicida en 1941, o sea que Victoria la sobrevive muchísimos años, pues muere en 1979 y tiene más tiempo de ver toda esta situación, ver las mejoras que van teniendo las mujeres a través de los años. Y en el noveno tomo de Testimonios, siendo ya una mujer muy grande, dice que todo su feminismo está explicado en un librito que escribió sobre Virginia Woolf, pero además está leyendo a las feministas de los años setenta.
-Fue constante en eso, queda claro.
-Hasta el final de su vida estuvo tratando de estar al tanto de lo que les sucedía a las feministas norteamericanas. También a Susan Sontag, a quien conoció.
-Una vocación perseverante, se ve.
El divorcio
-Sí. Otra cosa interesante es que Victoria estaba a favor del divorcio, algo que en Argentina no había. También ella decía que los hijos tenían que elegir el apellido, si querían el paterno o el materno, antes de que sea como ahora eso de tener los dos apellidos
-Bueno, tenía que estar a favor del divorcio porque ella rompió su matrimonio bastante tempranamente.
-Claro. Y lo tuvo que ocultar por sus padres. También habló abiertamente sobre el derecho al aborto. Decía que las mujeres eran las que tenían que decidir sobre su cuerpo y que después estaba el tema de cada una, de la conciencia, etcétera.
-También este asunto en algún momento la rozó personalmente, ¿no?
-Ella había sufrido mucho. En un momento cree que está embarazada cuando tiene como pareja a su amante de muchos años.
-Sí, Julián Martínez, que era el primo de su esposo.
-Claro. Ella lo conoce en su luna de miel, cuando está con su marido y se da cuenta de que ese marido no va.
-Ya en el barco alemán, rumbo a Europa, iniciando la luna de miel, se da cuenta de que no va.
-Porque es celoso, autoritario, posesivo. No la valora. Pero este es todo un tema. Para salir de la casa de los padres, las mujeres pensaban que en la de los maridos iban a tener libertad. Muchas veces se engañaban a sí mismas. A algunas les salía bien y a muchas les salía muy mal esto de casarse así, a las apuradas, para tratar de conseguir algo de independencia.
-Vos lo contás muy bien en el libro. Ella no se casa enamorada de Monaco.
-Ella cree que está enamorada.
-Una manera de mentirse a sí misma.
-De rebelde que es. ¿Qué pasa? Ella ve a este muchacho un par de veces, él la provoca intelectualmente y entonces siente que la toma en serio. Habla, ironiza. Pero era un momento muy difícil para ella porque la hermana más chica, Clara, había fallecido abruptamente. No le habían diagnosticado una diabetes infantil.
-¿En qué se traduce eso?
-Es tremendo para toda la familia. Y en las normas de luto de la época, además de que se tenían que vestir de negro los padres y las chicas no podían salir. O sea, ya le prohíben salir a una chica en plena adolescencia y, hay que decirlo: Victoria era muy sensual, muy sexual. Imaginate, en pleno momento de descubrir todas esas áreas de su personalidad y que le gustaban los chicos, no la dejan salir.
-¿Entonces?
-Entonces, un primo empieza a traer a este Monaco (Luis Bernardo de Estrada) a la casa.
-¿Por qué?
-Porque un primo sí podía entrar a la casa. Y a la tercera vez, más o menos, que va de visita, el padre le dice: “¿Qué pensás hacer? O te casás o se acaban las visitas”. Ese era el mensaje. Entonces ella dice: me caso.
-Claro. Una puerta de salida.
-¡Qué locura casarse así! En fin, se casan, van de luna de miel a Europa. Victoria, de joven, era muy linda, muy imponente y empieza a seducir muchísimo.
-Tenía un bagaje propio importante, convengamos.
-Con eso de que hablaba de Dante con los italianos y cosas así, ella se da cuenta de que la cosa no va. Y en eso conoce al primo y quedan un poco flechados. Pero recién la relación empieza a tiempo después. Cuando ella regresa a Buenos Aires.
-¿Y de qué tipo de relación se trata, teniendo en cuenta el contexto de la época?
-Es una relación que, a la gente de ahora, a las jóvenes de ahora, les puede parecer un poco extraña. Primero están hablando por teléfono, durante horas, a escondidas. Se recomiendan libros. Hasta que finalmente se ven en secreto y escapándose de las familias.
-Aquí, tiempo después, entra entonces el tema del embarazo.
-En un momento, ella cree que está embarazada. Y sufre muchísimo pensando qué va a hacer. Por un lado, quiere tener un hijo con el amor de su vida, que fue Julián por muchos años. Pero, por otro lado, piensa cualquier cosa. Piensa en matarse, por ejemplo.
-Una experiencia extrema, en ese momento.
-Después, finalmente, no está embarazada. Pero, entonces, se hace solidaria con las mujeres que puedan atravesar la situación de desesperación por estar embarazadas.
-Por otra parte, siendo tan atractiva, tan sensual, se dio algunos lujitos, como rechazar el contacto íntimo de algunos personajes célebres como, por ejemplo, José Ortega y Gasset, que quedó medio ofendido con ella.
-Sí. Ortega y Gasset queda fascinado con ella, pero comete el error de decirle a alguien: “¿Qué hace Victoria con ese?”. Lo dice por Julián Martínez. Entonces ella, solidaria con su amor, le deja de hablar a Ortega por mucho tiempo, pese a que éste le escribe cartas y todo eso.
-¿Qué postura adopta respecto de Julián?
-Dice que es el único que la podía apoyar intelectualmente porque acá en Argentina no encontraba escritores ni nadie que la valorara. Es por esa actitud ética que deja un poco de lado Ortega. Pero Ortega, a diferencia de otros hombres que ella rechazó y que se vengaron incluso por escrito, retratándola espantosamente, fue diferente.
-¿En qué sentido fue diferente Ortega?
-Él hace que se publique De Francesca a Beatrice en la Revista de Occidente. Es un libro cortito de Victoria donde, a través de su lectura de La Divina Comedia de Dante, elabora lo que ella está sintiendo, o sea, toda la culpa por su relación con Julián Martínez, el amor, etcétera.
-Justamente, esos estudios italianos le permitieron, después, entre otras cosas, tener un mano a mano con el Duce, con Mussolini, nada menos.
-En un viaje que hace con (Eduardo) Mallea…
-Otra de sus historias…
-A estas alturas, ya hace mucho que no está con Julián Martínez y se sabe que tuvo una relación con Mallea. Lo ocultaron por motivos diferentes. Pues bien, van juntos invitados a un viaje por Italia y allí se encuentran con Mussolini.
-¿Qué pensaba ella del Duce? ¿Cómo lo tenía en consideración?
-Victoria, como mucha gente, los veía en principio a ellos como gobiernos populares. Por eso lo visita. Pero después va a Inglaterra y la conoce a Virginia Woolf.
-Claro, que tenía una posición más crítica.
-Virginia Woolf estaba casada con Leonard Woolf. Tenían juntos una editorial. Leonard era judío y Virginia sabía todo lo que estaba tramándose en Europa y todo sobre la discriminación. Entonces le dice a Victoria que le cuente cómo fue esa conversación con Mussolini.
-¿Y qué pasó? ¿Cuál fue el resultado?
-Victoria le dice que Mussolini le iba a besar la mano y entonces Virginia lo llama The Brute, o sea, la bestia, el bruto.
-¿Cómo lo toma Victoria?
-A partir de ahí cambia totalmente. Debe haber otros motivos también, pero es muy interesante que después de esa visita a Virginia Woolf, Victoria le escribe a Waldo Frank que es el norteamericano que la impulsó a hacer una revista.
-La revista Sur.
-La revista Sur, sí. Frank, que también era judío, a vuelta de correo, le dice: “¡Ay, qué alivio! Usted ahora entiende quién es Mussolini, porque en su carta anterior no parecía tan claro”.
-Es decir, que tuvo un momento de alumbramiento en un momento clave de la historia.
-¿Qué fue? El encuentro con Virginia y Leonard Woolf, con quienes habló muchísimo. Yo creo que terminaron de definir el giro que hace Victoria al respecto.
-Convengamos, por otra parte, que estas dos mujeres de vanguardia atravesaron un mundo que sufrió dos guerras mundiales, sobre todo Virginia, que vivía en Europa.
-Sí. Cuando termina la Primera Guerra Mundial se les da el voto a las mujeres en Inglaterra. Ellas pensaban realmente que, después de esa guerra, el futuro de la humanidad iba a ser distinto. Había ya muchos avances también en descubrimientos científicos, la gente vivía más tiempo, la salud avanzaba. Y todo eso se les cae a pedazos cuando se inicia la Segunda Guerra Mundial.
-Para ubicarnos respecto de qué significaba ser vanguardistas para Virginia Woolf y Victoria Ocampo, recordemos que, incluso a principios del siglo XX, en Buenos Aires, estaba mal visto que las mujeres tuvieran un gran desarrollo intelectual, que estudiaran mucho, que salieran solas a la calle, ¡que manejaran un automóvil! Hoy parece inconcebible.
-Sí, eso lo cuenta ella. La mandaban a lavar los platos por manejar y esas cosas espantosas. Le decían de todo. Además, en el libro yo traigo una viajera que justo coincide con la época de juventud de Victoria Ocampo. Es una norteamericana que ve la sociedad argentina y dice cosas realmente interesantísimas.
-¿Por ejemplo? ¿Qué le llamaba la atención?
-Dice que a las mujeres no se las veía por la calle solas. No podían andar por la calle Florida. Dice, por eso mismo: “Yo no entiendo cómo se casan, ¡si escasamente ven a los novios antes de casarse! Y lo que hay es un lenguaje de los ojos. Se miran, se hacen ojitos, qué sé yo” (risas).
-Bueno, precisamente en ese mundo se desarrolló Victoria.
-Eso es muy interesante también. Cuando Victoria habla de su relación con los hombres en su juventud, habla del lenguaje de los ojos, porque no podían hablarse. Entonces imaginate qué fundamento podían tener esas relaciones basadas en este tipo de mandatos. Además, es terrible, porque, como dice Victoria, si a los hombres se les se permitía tener amantes, cualquier cosa, ¿por qué a las mujeres no?
-Está claro que el encuentro entre Virginia y Victoria les sirvió para potenciarse mutuamente. Ahora bien, ¿vos creés que eran simplemente dos mujeres extraordinarias o había un punto de integración entre la cultura argentina, tan nueva y tan rara en su momento, y la cultura tradicional europea, inglesa?
-Yo doy clases, justamente, de literaturas comparadas. Y cuando trato de explicarles de qué se trata a los estudiantes, les digo que la literatura argentina nace como literatura comparada, porque los primeros escritores nuestros estaban viendo hacia Europa. Se habían formado así muchos de nuestros próceres que también escribían, porque en esa época, en el siglo XIX, escribir, actuar en política y a veces también en periodismo, era lo mismo.
-Una pléyade de hombres completos.
-Sarmiento, Esteban Echeverría, Mitre, incluso, van y vienen desde la política a la literatura y el periodismo. Saben escribir muy bien (ríe).
-Sí, pero miran hacia el otro lado.
-¿Y qué están mirando? Están mirando a Francia, a Inglaterra, a Alemania. No está mirando a España porque es de donde se quieren separar. Además, España, en esa época, no estaba vista como un país moderno. Eso lo ven también ellos cuando viajan.
-Digamos, miraban hacia sociedades más avanzadas.
-Y una de las cosas que a veces se dice es que el poder que tenía la Iglesia era mucho más fuerte en España. También es una teoría que, con ese tema de confesarse ante el cura, significaba que eran como sociedades muy distintas a las protestantes. Francia era católica también, pero tenía esa separación que había hecho la Revolución Francesa.
-En definitiva, la influencia de otras culturas no es un asunto menor.
-Pensemos, además, que estaban escritores como Goethe en Alemania, Rousseau, etcétera. O sea, era gente impresionante a la que los nuestros miraban a la hora de escribir.
-Respecto de este asunto, hay una fuente de relación argentino-británica a través de alguien que vos mencionás mucho, Guillermo Enrique Hudson, el autor de Allá lejos y hace tiempo, que era muy leído en Europa por aquellos que querían tener un panorama de nuestro país.
-Es increíble porque Virginia Woolf cita haber leído a Hudson. Pero no solamente a él sino también a Darwin. Su gran descubrimiento es en Galápagos, pero Darwin vienen a la Argentina también. Y era amigo de su padre.
-Amigo de la familia de Virginia, lo cual marca un matiz importante.
-Las familias son en un punto similares y en otro diferentes. La estructura victoriana de mujer y padre, cada uno con sus roles, es así. A las hijas no se las dejaba estudiar y todo se ponía en función de los varones porque iban a ser los herederos.
-¿Cuál era el punto de diferenciación?
-Lo que las diferencia mucho es que el padre de Virginia era un intelectual muy importante en Inglaterra, amigo de Darwin, de Henry James; de grandes personajes. Además, le dan el título de Sir por su labor en la literatura. Tenía un perfil más académico, no era de ficción su literatura.
-¿Y en el caso de Virginia?
-El padre de Victoria, en cambio, era un ingeniero más dedicado a sus actividades. No era una familia muy intelectual, aunque leían y todo eso. Por lo tanto, es muy distinto ese punto de partida. Pero las dos leen a Darwin.
-Ahora bien, tanto Virginia como Victoria fueron vanguardia del feminismo, de alguna manera, tendencia que dentro de su clase social no estaba bien visto. ¿Por qué no las rechazaron más abiertamente?
-En el caso de Virginia Woolf era realmente genial. Ustedes se preguntarán, ¿Qué tuvo cada una de la otra? Bueno, Victoria aprendió una barbaridad. Obtuvo muchísimo de Virginia. Aprendió de ella a escribir.
-Pero hay algo más, que vos trabajaste en tus ensayos.
-Algo que no se ha mostrado tanto y que aparece en esos libros míos. Cuando se encuentran, Victoria le cuenta que se especializa en Dante, que quiere escribir libros sobre él, etcétera. Entonces, Virginia le dice: “Siga con Dante, siga con la crítica literaria, ¡usted tiene que escribir ensayos! Estoy segura de que cortan como un cuchillo afilado y no como una podadora vieja y oxidada”. O sea, que la estimula a escribir, la estimula a escribir ensayo.
-Claro. Ella tenía autoridad, un rodaje importante.
-Virginia realmente era una mujer genial. En el grupo de su marido, de Lytton Strachey y otros, todos intelectuales muy importantes, ven eso. Entonces hacen como una protección alrededor de Virginia. Es el grupo Bloomsbury, donde se mueve también su hermana pintora. Están abroquelados allí
-¿Qué margen de acción le daba a Virginia esa circunstancia?
-Como junto a Leonard fundan su propia editorial, ella no tiene que depender de ningún editor que diga si le gusta o no le gusta su libro, si lo imprime o no lo imprime. Ese envión tan grande que tuvo Virginia fue excepcional. Pero, además, ganaba plata con sus libros porque termina haciendo un best seller muy conocido.
-De todos modos, no era una situación regalada en esa época.
-Había otros grupos que se burlaban de los bloomsburianos. Virginia tenía unos enemigos en la universidad. Pero, así y todo, tenía ese grupo de protección. En cambio, Victoria está más sola, primero porque no es una escritora de ficción genial descubierta por su entorno. Al contrario. ¡Ella descubre a los demás! ¡Ella es la generosa!
-Todo un rasgo, dentro de la historia de la literatura argentina.
-Para un homenaje a Gabriela Mistral en la Feria del Libro, Gaby Comte me pidió que leyera algo. Y yo elegí a leer cómo Gabriela la reconoce a Victoria y le dice: “Usted es generosa”.
-A propósito de esto, hay un pasaje muy lindo en tu libro done contás que Victoria y Gabriel se conocieron, para terminar como grandes amigas, pero un tiempo después.
-Porque siempre estaba el prejuicio. Primero, Gabriela Mistral es oriunda de Chile, es maestra, viene muy de abajo y ve a esta mujer que, además, habla y escribe en francés. Entonces le recrimina. Después termina aceptándola y le dice: “Usted tan criolla como yo”. Le dice cosas muy lindas.
-Volviendo a lo anterior, el camino de Victoria Ocampo, en resumidas cuentas, fue más arduo que el de Virginia Woolf.
-A Victoria le costó muchísimo más porque el entorno quería una mujer rica y mecenas que hiciera, que imprimiera lo que ellos pedían, como Borges, Bioy Casares y compañía. Le discutían todo mucho más.
-Finalmente, aprovechando tus conocimientos, una consulta didáctica a la maestra. Para alguien que quiera iniciarse en la lectura de Virginia Woolf, ¿qué libro aconsejás?
-Los que quieran a la Virginia feminista y el retrato de una época que, según se ve, sigue convocando a las jóvenes, lean Un cuarto propio. Si quieren leer una novela donde hay un cambio de género y se recorre toda la historia inglesa con mucho humor, que empieza con un personaje que es Orlando varón, en la época de Shakespeare, y termina siendo mujer en la época de Virginia Woolf, lean Orlando. Mrs. Dalloway o Al faro, una cosa muy autobiográfica. Cada uno tiene que encontrar el libro que lo llama. También están las películas que ayudan a acercarse, como Mrs. Dalloway con Vanessa Redgrave.
-¿Y respecto de Victoria?
-Su autobiografía, por ejemplo. Algún tomo de Testimonios. O las cartas. Ahora se están publicando cartas de Victoria -no todas, porque son millones- con súper personalidades de la época.