Habrá quien considere exagerado que lleve su nombre. A la mayoría les importa poco, quizá porque la historia suele ser ingrata. O tal vez es posible que el homenaje la exceda.
Doña Dolores Prats de Huisi, fue una vehemente colaboradora, una de las Patricias que ayudó al Ejército libertador que condujo -y con éxito- el gobernador de Cuyo , General San Martín.
Doña Dolores no era una de las recién llegadas porteñas, sino una chilena que estaba en condición de refugiada. Para alguien, motivo suficiente y mérito requerido para que uno de los barrios más grandes de todo el continente lleve su nombre, aunque quienes habitan ahí, e inclusive las autoridades y por consecuencia los medios, ignoran el nombre oficial y prefieren llamarlo "La Estanzuela".
Entre las más de mil quinientas viviendas una, varios años atrás, concitó la atención de vecinos, porque apeló al arte como desafío cotidiano para hacer más vivible los días y el lugar.
No es el museo Reina Sofía en Madrid. Es una de las miles de casas inmersa entre las cientos de calles de esa inmensa barriada, en Godoy Cruz, en el Oeste, en el piedemonte carente de glamour, adonde apareció una réplica de El Guernica.
Quizá la más emblemática obra de Picasso en repudio a la guerra (junto a la serie de dibujos de la Paloma de La Paz) a través de su furioso negro sobre blanco, fue el blanco para apuntarle a la desidia, a la quietud y por qué no, a la "mala prensa" de la que gozaba (y aún) el barrio Dolores Prats de Huisi, alias "La Estanzuela"
Esa casa. Humilde dirán algunos, pobres podrán catalogar otros, se convirtió en un "centro cultural". Tan diversa como la propia cultura. Desde la enseñanza de danzas huarpes hasta tejido, yoga y además la biblioteca popular que apadrinó León Gieco. Desde ahí también, la organización de un festival de rock símbolo de la lucha contra el individualismo en épocas críticas.
Carezco del dato. No sé el número de personería jurídica. Pero a los efectos de hacer y de evidenciar lo que se hace, lo "oficial" pierde substancia.
Una organización barrial que no sé cuánto apoyo estatal pudo recibir pero funcionaba y muy bien.
Eran tiempos en los que los Clubes de Trueque impedían el hambre y combatían la depresión. Momentos en que también, desde los medios prósperos y formales, se extendían las voces en campañas solidarias, sin las reaparecidas mezquindades que provoca la satisfacción.
Con un colega con quien luego trabamos amistad, desde otra ong, presagiamos que los chicos impulsores de ese espacio, serían convocados por la política formal. Y aplaudíamos esa posibilidad porque como muchos aspiramos a que en los organismos estatales y en la función pública haya gente idónea, capaz y fundamentalmente comprometida con su comunidad.
Aquél albergue de arte y usina de esperanza llevaba por nombre "El Hombrito". Imposible disociarlo con ese lugar icónico de la revolución cubana, con el "Hombrito" de Buey Arriba.
Tal como supusimos, la "política" y desde hace varios años lo cuenta en sus filas, y hoy, quien pergeñó ese motor solidario y creativo, ocupa el máximo lugar "oficial" de la Cultura de Mendoza.
Aunque la versión de las actuales autoridades indica que hay una situación extremadamente crítica, económica y financiera, nunca será parecida y tampoco peor que aquellos fatídicos finales de milenio, tiempo en el que los hacedores de El Hombrito supieron alimentar utopías con realidades.
Esta vez podremos saber si desde el gobierno es posible hacer malabares como cuando se emprende desde afuera y sin red.
El responsable de Cultura tiene la oportunidad. Podrá aplicar políticas activas, eficientes e inclusivas, contemplando la rica y compleja producción artística y cultural de Mendoza, inspirado en las vivencias revolucionarias de El Hombrito, o disfrutar del generoso y apacible paisaje del ex hipotecario, un mini Varadero vernáculo, y gozar del all inclusive que a veces provee el "Estado".
Poco importa si en catastro no figura como tal, la Estanzuela es demasiado grande como para detenerse en homenajes particulares a damas de la alta alcurnia.