Paula Caniglia vive en Guaymallén y encontró una manera inesperada de reinventar los vínculos… y su economía: es novia virtual.
Hija de Ricardo y de Eva, vive en San José, es mandataria del automotor y tiene dos hijos —uno de 23 y una nena de 14—. Vive con su hija porque su hijo ya se independizó.
Su vida cotidiana podría parecer la de cualquier mujer mendocina, pero su trabajo rompe moldes: Paula es novia virtual, un oficio tan nuevo que, al menos en Mendoza, no tiene competencia. A cambio de una tarifa mensual —que varía según el nivel de interacción— ofrece afecto, compañía, escucha y, en algunos casos, contenido sexual personalizado. Todo ocurre en el ámbito digital, sin contacto físico.
“Este tipo de trabajo no es fácil —reconoce—. En su momento yo estaba en pareja y esto hizo que se terminara la relación. Pero pienso por el lado económico: son unos años de soledad, pero de inversión. Yo quiero tener mi dinero, no depender de nadie. Después de eso, elegir una persona porque quiero, no por lo que tiene”, señala.
Una historia que nace a partir de la necesidad de tener independencia económica
Paula crió a sus hijos prácticamente sola. “El papá de mi primer hijo falleció cuando él tenía cinco años, y el padre de mi nena brilla por su ausencia”, cuenta sin rodeos. La necesidad de sostener una casa y su deseo de independencia económica la empujaron a explorar caminos poco convencionales.
“Es muy difícil llevar una vida sola —admite—. En esta parte de mi vida el corazón lo tengo un poquito en el congelador, y este tipo de trabajo también me ayuda a llevar esa soledad. Soy una enamorada del amor, entonces me ayuda a desarrollar esa faceta. Digo: ‘hoy no tengo un novio físico, pero le doy mi amor a uno virtual’”.
De OnlyFans al noviazgo digital
La historia comenzó en plena pandemia, cuando Paula abrió una cuenta en OnlyFans, la plataforma de contenido exclusivo por suscripción. “Primero hacía videos y fotos hot, pero no me sentía cómoda. Entonces empecé a hablar con algunos hombres que me pedían contenido personalizado, querían conversar, que los escuchara… y así surgió lo de ser novia virtual”, relata.
Al principio eran charlas esporádicas; luego, vínculos cotidianos. “Con algunos he cenado por videollamada. A uno lo acompañé a comprar ropa por videollamada. Imaginate a qué nivel”, dice entre risas.
Actualmente mantiene cuatro novios virtuales estables, aunque llegó a tener cinco. “Con uno corté porque se puso demasiado intenso, ya no era sano. Esto también tiene sus límites”, aclara. “El vínculo es diario: hablamos todos los días por chat, a veces hacemos videollamada. Es como tener cuatro novios a la vez”, cuenta.
Cada uno de esos vínculos sigue una lógica particular. Algunos son más románticos; otros, más eróticos. Pero todos, asegura, buscan algo más que sexo. “No es que me pagan solo por hacer videollamada hot. A veces simplemente quieren hablar, que los escuche, que los entretenga. Ese es mi deber”, dice.
Cómo funciona el negocio del noviazgo virtual
Paula ofrece dos planes: uno de 500 dólares mensuales, que incluye chat y fotos diarias, y otro de 700 dólares, más completo, con videollamadas, audios y videos personalizados.
“El que me paga 500 tiene chat todos los días y fotos. El que paga 700 tiene todo: chat, videollamada, audios, videos. Son relaciones en serio, solo que digitales”, aclara.
La franqueza con la que habla de su trabajo es desarmante. No lo romantiza, pero tampoco lo esconde. “A veces conocés a un flaco y le decís ‘soy novia virtual’ y se mata de la risa o se espanta. No lo entienden. Pero bueno, esto me permite vivir, mantener a mi hija, y hacerlo desde casa”, explica.
El límite entre la fantasía y la realidad
Aunque sus novios le han propuesto conocerse en persona, Paula prefiere evitarlo. “Esto es un amor platónico, una fantasía. Si me conocen, se rompe la magia. Ellos me pagan para que sea su novia, no para conocer mis problemas. Si me ven con mis hijos, con mis quilombos, se rompe el hechizo”, advierte.
Solo una vez accedió a verse con uno de sus novios virtuales. “Nos conocimos, pero no fluyó. Ni yo sentí lo mismo ni él. Después seguimos un tiempito más virtualmente, pero ya estaba. A mí no me conviene que me conozcan: tengo que mantener la magia. Caso contrario, no sería negocio”, dice.
A lo largo del tiempo, Paula aprendió a manejar los sentimientos. “Me enganché con uno de mis novios virtuales. Nos conocimos personalmente, pero no funcionó. Esto es muy platónico, muy virtual. Después pasás a la realidad y nada que ver”.
Aun así, reconoce que el lazo que se genera no es menor. “Ellos me cuentan sus cosas, sus penas, sus miedos. A veces son hombres que trabajan todo el día con la computadora, que no tienen tiempo o no se animan a estar con una mujer. Entonces viven su fantasía así, y yo me encargo de alimentarla. Ese es mi trabajo”, explica.
Sexo virtual y personalización
Paula no esquiva el tema sexual: “El porno siempre existió, pero el tipo ya no se conforma con ver videos. El que busca una novia virtual quiere un contenido personalizado. No quiere comprarte un video que vendés a un montón de chabones, quiere que sea algo solo para él”.
La clave, explica, está en la exclusividad emocional. “Por ejemplo, uno me dice: ‘quiero que hagamos una videollamada y estés disfrazada de colegiala’. Son fantasías. Pero más allá del morbo, hay una conexión. Por eso pagan lo que pagan”, relata.
Su razonamiento es tan simple como pragmático. “Si un tipo me paga entre 500 y 700 dólares por tener un vínculo diario virtual, imaginate lo que tendría que cobrar para tener sexo conmigo personalmente: el triple. Viene, me da los 3.000 dólares, tuvo sexo y chau. Se aburrió. En cambio, con el vínculo virtual está entusiasmado constantemente. Menos es más, dicen”, deduce.
Entre el afecto, el negocio y el trabajo
El fenómeno de las novias virtuales no es nuevo en el mundo, pero en Mendoza Paula es pionera. No hay registro de otra mujer que se dedique de manera formal a esta actividad. Su caso plantea preguntas sobre los nuevos modos de afecto, los límites entre lo emocional y lo económico, y cómo la virtualidad ha modificado la intimidad.
Durante la pandemia, muchas relaciones migraron a lo digital. En ese contexto, Paula descubrió un nicho que combina compañía y deseo, tecnología y emociones reales. “Primero fue todo hot —recordó en una entrevista anterior—, pero con el tiempo las conversaciones pasaron a ser sobre la vida personal. Los usuarios me dejaban propinas para seguir charlando, y sin darme cuenta la relación adquirió un tono más romántico”.
Sus “novios” son, en su mayoría, hombres entre 40 y 60 años, argentinos, algunos del interior del país y otros que viven solos en grandes ciudades.
¿Qué buscan los hombres que pagan por amor digital? Según Paula, la mayoría no busca sexo explícito, sino una conexión emocional. “Hay hombres que viajan mucho, otros que son tímidos o que han tenido malas experiencias. Yo los escucho, los acompaño. Algunos me cuentan cosas muy profundas. Uno incluso me dijo que gracias a nuestras charlas y a la terapia pudo superar un trauma de la infancia y empezar una relación real con otra mujer”, confió.
Esa anécdota, dice, la marcó. “Ahí entendí que, aunque parezca un juego, también ayudás a alguien a sanar, a sentirse querido. No es solo un servicio, hay un intercambio emocional”.
En el fondo, su historia refleja la búsqueda de afecto y la necesidad de subsistir en un mundo cambiante. Paula no se victimiza ni se glorifica. Solo describe una realidad que, guste o no, existe. “Por ahí la gente piensa que esto es fácil, pero no lo es. Te involucra emocionalmente, te exige estar bien. No podés mostrarte bajoneada, porque ellos te pagan para que los hagas sentir bien”, dice.
Mientras algunos lo ven como un negocio que explota la soledad, otros lo entienden como una forma de compañía legítima, donde ambas partes saben lo que buscan y lo que ofrecen.
Ella lo resume con naturalidad: “Yo vendo mi tiempo, mi atención y mi cariño virtual. No engaño a nadie. Ellos saben que esto es virtual, que no me van a ver en persona. Pero igual me dicen: ‘Pauli, sos parte de mi vida’”.
Y aunque reconoce que el amor real sigue siendo su anhelo, hoy su prioridad es otra. “Quiero ser una mujer independiente, que se gana lo suyo. Después, si aparece alguien que me quiera por lo que soy, bienvenido. Pero mientras tanto, sigo con mis novios virtuales…”
Instagram: @pauli_virtual