Historias de vida

La maestra que enseña a 25 chicos de Polvaredas, más cerca de Chile que de Mendoza

Mónica Oviedo, de 56 años, cuenta cómo es enseñar y dirigir una escuela en medio de la alta montaña. Una historia que honra el Día del Maestro

En Polvaredas, un pequeño paraje de alta montaña mendocina cercano a la frontera con Chile, la vida gira alrededor de una escuela: la 1-412 Correo Salinas. Allí, 25 niños y niñas encuentran mucho más que clases: encuentran abrigo, comida, juego y compañía. En el Día del Maestro, Diario UNO eligió para contar esta historia entre tantas otras.

La directora y maestra Mónica Oviedo (56), junto con sus colegas Itzia y Cecilia, encarnan una rutina marcada por viajes de madrugada, inviernos crudos y una comunidad que sostiene su vida cotidiana en torno a la escuela.

En diálogo con este medio, Mónica relató cómo se construye el día a día en este paraje de la Cordillera de los Andes, donde la pertenencia a la escuela es indispensable.

Mónica Oviedo alumnos
Mónica, sus alumnos y docentes de la escuela de Polvaredas, en la alta montaña mendocina.

Mónica, sus alumnos y docentes de la escuela de Polvaredas, en la alta montaña mendocina.

La rutina de las maestras de montaña

Cada lunes a las 5, en plena madrugada, Mónica, Itzia y Cecilia se suben a un micro rumbo a la localidad de Polvaredas. Allí permanecen toda la semana hasta el viernes por la tarde, cuando regresan a la Ciudad de Mendoza. Durante esos días, la escuela se convierte en su casa y en la de los 25 estudiantes: 17 de primaria y 8 de nivel inicial.

La organización es singular: las tres están a cargo de multiaulas: una de nivel inicial, otra de 1º y 2º y la tercera de 3º a 7º.

En cuanto al rendimiento, Mónica cuenta que los chicos tienen un muy buen nivel porque aman la escuela. Salen a las 15 y al ratito, ya están de nuevo allí. Su vida pasa por lo que la escuela les brinda, los libros y el aprendizaje, para los chicos de las 50 familias de Polvaredas, no es solo una obligación, también es lo más importante que les pasa a diario.

Un corazón que no deja de latir

“Los chicos salen a las 15 y a las 15.30 los tenemos de nuevo jugando en la cancha de la escuela”, contó Mónica.

La falta de espacios de esparcimiento hace que los alumnos busquen prolongar sus horas en el establecimiento.

Maestra Mónica Oviedo (2)
Mónica Oviedo y su vocación docente, que, según cuenta, volvería a abrazar.

Mónica Oviedo y su vocación docente, que, según cuenta, volvería a abrazar.

El intento de construir una plaza quedó inconcluso y, frente a ese vacío, el establecimiento educativo es cancha, biblioteca y refugio.

No hay acceso a tecnología, por lo que los libros y la naturaleza se vuelven protagonistas. "Su mundo es el mundo de los libros”, resumió la directora.

Cómo es la vida en un pueblo de montaña

Mónica viedo y compañeras
Mónica y sus compañeras, Itzia y Cecilia.

Mónica y sus compañeras, Itzia y Cecilia.

Polvaredas está más cerca de Chile que de Mendoza capital: solo 40 kilómetros la separan del paso a Chile, mientras que la Ciudad de Mendoza queda a 161 kilómetros. Esa ubicación marca la economía familiar. Muchos habitantes viajan hasta Uspallata para trabajar, o encuentran en la ruta una oportunidad: cuando el cruce se cierra y los camioneros quedan varados, venden viandas o provisiones.

El costo del transporte también condiciona: un pasaje a Mendoza cuesta $11.000, mientras que a Uspallata $3.500, lo que vuelve más accesible el vínculo con la villa cordillerana.

Falta un centro de salud

En Polvaredas, faltar a la escuela no es opción. El establecimiento garantiza calefacción, alimentos y un entorno de contención.

La jornada escolar se extiende más allá de lo académico: después de las clases, la directora se dedica a tareas administrativas, y los chicos siguen ahí, jugando en la canchita, leyendo o entreteniéndose con sus amigos.

El problema más grave de este paraje montañés es la falta de servicios de salud cercanos. "En algún momento hubo una posta sanitaria, con un enfermero, pero ahora ya no disponemos de esto", contó Mónica.

Y agregó que cuando los chicos se enferman -hay que tener en cuenta que las enfermedades respiratorias, con el intenso frío del invierno, son muy frecuentes- no solo están lejos de un centro asistencial que les pueda dar una respuesta (ya saben que deben ir a Uspallata por un médico), sino que es casi inaccesible sin vehículo.

Se trata de una gran deuda con la comunidad que Mónica pidió que se tenga en cuenta.

Una vocación que se renueva

Mónica trabajó 25 años en escuelas urbano marginales, donde el desafío era evitar que la violencia de los barrios ingresara a las aulas.

Ahora, en la montaña, los retos son otros, pero la convicción es la misma: poner a los estudiantes en el centro.

“Si tuviera que elegir de nuevo, volvería a ser docente”, expresó emocionada. La experiencia en Polvaredas le permite valorar la entrega de los alumnos, la resiliencia de las familias y el poder transformador de una escuela que late como corazón de su comunidad.