Canal Beagle

La historia de la mendocina que celebra una Navidad fría y distinta en el fin del mundo

Zulma Cardozo nació en Mendoza y vive en Ushuaia, a metros del Canal Beagle. Este 24 de diciembre lo celebró con 9 grados, sin pirotecnia, con abrigo y el espíritu de siempre

Mientras en Mendoza el 24 de diciembre suele vivirse con calor, mesas al aire libre y ventiladores a pleno, a más de 3.000 kilómetros al sur una mendocina brinda bien abrigada, con el Canal de Beagle de fondo y una temperatura que apenas roza los 9 grados. Es la Navidad de Zulma Cardozo, nacida en Las Heras y radicada en Ushuaia, donde las fiestas se viven distinto, pero con el mismo espíritu.

“Extraño las navidades mendocinas”, dice sin vueltas. Y la nostalgia aparece rápido. Extraña a sus compañeros, las juntadas ruidosas, la música fuerte que sale de los autos estacionados, ese paseo lento por el Parque General San Martín, por la zona de Regatas, donde diciembre huele a verano y a fiesta. “Todo eso es lo que extraño”, confiesa

Zulma vive a escasos metros del Canal Beagle, en la ciudad más austral del país. Allí, la Navidad llega con abrigo, humedad y viento, pero también con tranquilidad. Este 24, el clima acompañó. “El día estuvo nublado, un poco lluvioso, pero estuvo hermoso comparado con otras épocas. No hacía tanto frío y no corría viento”, cuenta.

En Usuahia la pirotecnia es "cero" y los controles de alcoholemia estrictos, cuenta la mendocina que vive en Tierra del Fuego

La celebración fue sencilla y familiar. “Nos juntamos en la casa de mi hija, empezamos a cenar como a las 10 de la noche y a las 12, por supuesto brindamos”, relata. En Ushuaia, hay una diferencia clave con respecto a muchas provincias: no hay pirotecnia. Hace años que está prohibida, principalmente para cuidar a los animales y evitar accidentes.

“Eso hace que la fiesta sea más tranquila. Hay menos accidentes, menos sustos, menos corridas”, explica. En su caso, además, hay un ritual infaltable: llevar a su perra con ella. “Yo agarro mi perra y me voy a la casa de mi hija. Así estamos todos tranquilos”.

La tranquilidad también se nota en las calles. Hay controles de alcoholemia estrictos y la gente se cuida. “La mayoría no sale si tomó alcohol, y si no, se maneja en Uber, que acá está al orden del día y es bastante económico”, comenta.

Lejos del ruido de los fuegos artificiales, la Navidad fueguina tiene otros protagonistas. Días antes, el 8 de diciembre, se realizó el tradicional encendido del arbolito. “Es hermoso, cambia de colores y está al costado del mar, al lado del cartel que dice Ushuaia”, describe. Una postal típica del sur que combina luces, agua y paisaje.

Durante la Nochebuena, también hubo movimiento. Bomberos y camiones con Papá Noel recorrieron los barrios repartiendo juguetes y avisando por dónde iban a pasar. “Hay bastante movilización, la gente participa mucho”, cuenta Zulma.

zulma foto ia

"En Nochebuena nos divertimos creando vestimentas navideñas con inteligencia artificial", dijo Zulma.

En su casa, la noche tuvo momentos modernos y divertidos. “Mi hijo tuvo la brillante idea de sacar fotos con inteligencia artificial y vestirnos con distintos uniformes. Nos reímos mucho”, dice. Una Navidad distinta, adaptada a los tiempos, pero con el mismo espíritu de reunión.

Aunque afuera marque pocos grados, adentro el frío no se siente. “Acá tenemos muy buena calefacción. Es algo de lo que uno no se puede quejar cuando viene a Ushuaia. Anoche estábamos cenando todos de remera corta”, explica. Hoteles y viviendas están preparados para el clima, por lo que el frío queda más asociado al paisaje que a la vida cotidiana.

“El viento del mar es lo que más castiga, pero después la gente lleva una vida normal. Las chicas salen vestidas igual que en Mendoza, con botas, pantalón corto, no hay tanta diferencia”, aclara.

"Extraño Mendoza y más en Navidad. La Alameda, el parque... todo"

Aun así, la mendocinidad aparece en cada recuerdo. “Nosotros, a todo lo que queda más arriba, le decimos ‘el norte’. Para nosotros Río Gallegos ya es el norte”, dice entre risas. Son costumbres que se van adoptando con los años en el sur profundo.

Zulma llegó a Ushuaia en 1983. El desarraigo no fue fácil. “Costó mucho al principio. Extrañás todo: la peatonal, la Alameda, el parque. Todo”, reconoce. Pero con el tiempo, el fin del mundo se volvió hogar. “Hoy no me muevo de acá”, afirma, aunque admite que tiene una cuenta pendiente: volver a Mendoza. “En 2026 tengo que ir sí o sí”, dice con ilusión.

Esta Navidad, lejos del calor cuyano y cerca del mar austral, Zulma brindó con su familia, abrigada pero feliz. Porque aunque el termómetro marque 9 grados y el paisaje sea otro, el espíritu navideño —como el acento mendocino— no se pierde nunca.

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