Este curioso episodio es conocido como la “Chicken War” o Guerra del Pollo. Lo que comenzó como un producto barato y abundante en Estados Unidos terminó dejando una huella invisible pero poderosa hasta la actualidad.
La guerra por el pollo que transformó la industria automotriz de Estados Unidos
Todo comenzó cuando los productores estadounidenses empezaron a dominar el mercado europeo gracias a su sistema de producción industrial, que permitía vender pollos a precios mucho más bajos que los de los granjeros europeos.
Ante la presión de sus agricultores, la Comunidad Económica Europea (CEE) decidió imponer aranceles elevados al pollo estadounidense, argumentando motivos sanitarios, como el uso de ciertos antibióticos y aditivos. En realidad, la medida buscaba proteger la producción local y frenar la importación masiva de pollo más barato. Así comenzó la guerra del pollo.
La reacción de Estados Unidos no tardó en llegar. El presidente Lyndon B. Johnson respondió en 1963 imponiendo un impuesto del 25 % a la importación de ciertos productos europeos, entre ellos las camionetas tipo pickup, dextrina, almidón de papa y brandy. Este arancel, conocido como el “Chicken Tax”, tenía la intención de castigar a Europa, pero terminó teniendo un efecto inesperado y duradero: moldeó la estructura del mercado automotriz estadounidense durante décadas.
Como la guerra del pollo cambio automotriz de Estados Unidos
Debido a este impuesto, importar camionetas extranjeras se volvió extremadamente costoso. Para seguir participando en el mercado, las marcas extranjeras como Toyota, Nissan y Mercedes-Benz tuvieron que instalar fábricas o plantas de ensamblaje en Estados Unidos.
Esta decisión cambió la forma en que se producían y vendían vehículos, fomentando la inversión extranjera directa y la creación de empleos locales. Además, incentivó estrategias creativas para sortear aranceles, como clasificar vehículos como autos de pasajeros o importar partes y ensamblarlas en el país.
Lo que comenzó como una simple disputa por el precio del pollo se convirtió en un episodio histórico con efectos que aún se sienten. El Chicken Tax sigue vigente sobre las camionetas importadas, protege a los fabricantes nacionales y ha influido en la evolución de la industria automotriz estadounidense, demostrando que incluso los conflictos más insólitos pueden tener consecuencias económicas y políticas profundas.