El arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo, presidió   la consagración de tres vírgenes. La ceremonia tuvo lugar en la catedral Nuestra Señora de Loreto y las consagradas fueron Adriana Motos, María Sosa y María Rosa Vera.

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En su homilía, Colombo expresó su alegría por este momento de gracia para la arquidiócesis.

“Adriana, María y María Rosa nos han invitado a participar del gozo de su entrega pública y definitiva al amor de Cristo. Como parte de esta Iglesia mendocina, provenientes de nuestras comunidades, ellas expresan esa vocación que nos anima de pertenecer totalmente al Señor, de serle totalmente fieles con un amor generoso, valiente y creativo”  “Adriana, María y María Rosa nos han invitado a participar del gozo de su entrega pública y definitiva al amor de Cristo. Como parte de esta Iglesia mendocina, provenientes de nuestras comunidades, ellas expresan esa vocación que nos anima de pertenecer totalmente al Señor, de serle totalmente fieles con un amor generoso, valiente y creativo” 

Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza

El discurso del arzobispo

“Así como la amada del texto bíblico es re-encontrada por la voz de quien la estremece de alegría y la convoca a sí, también nuestra Iglesia en ésta, como en cada etapa de la historia, es llamada a vivir de la fuerza de esa voz que la rescata del letargo y los temores para asumir la belleza de la vida. Ese amor fiel de Cristo, el Amado, hoy convoca a Adriana, a María y a María Rosa para unirse a él con un sí pleno, lleno de luz y de fecunda convicción”.

“El Evangelio de Juan nos presenta a Jesús, que insiste en la calidad de este amor de elección, de amistad, un amor que nos reúne; el Señor quiere que permanezcamos unidos a él, fieles y fecundos. No se trata de un amor superficial, sino que nos compromete a responder de igual modo. Es un amor que asume un vínculo profundo, en el que el Señor se nos ha dado a conocer, nos ha hecho sus amigos para vivir en la luz, para dignificarnos y realizarnos en plenitud. Es un amor que nos transforma y que se pone de manifiesto en el rito que celebramos y la consagración de nuestras tres hermanas que en él se consuma".

“La consagración virginal transforma maravillosamente la vida de la escogida, su historia personal en pleno desarrollo, a partir del desposorio místico con Cristo. Unidas a él, ustedes vivirán en adelante un estilo de existencia que proclama la fidelidad de Dios a sus promesas mientras la verán realizadas en plenitud como anticipo para sí y para la comunidad eclesial”.

Luego, dirigiéndose a las consagradas, Colombo las animó a “perseverar en este santo propósito que hoy asumen ante la comunidad y sobre todo ante Cristo, que va a desposarlas. Llegan ante el Altar donde se hace presente la inmolación de Cristo en la Cruz, acompañadas por la Iglesia, que se alegra por la generosa respuesta a su Esposo Jesús. Al finalizar esta maravillosa celebración, volverán a su vida cotidiana, con sus ritmos ordinarios”.

“Sin signos distintivos exteriores respecto a los demás, tendrán sin embargo una profunda transformación interior que las seguirá en el día a día de su jornada, como signos radiantes de un amor espiritualmente fecundo para dar testimonio de su santidad y en el servicio pastoral que seguirán prestando en sus comunidades, en nuestras Cáritas y equipos de Catequesis, en la animación litúrgica y en otras áreas de servicio. Por eso será necesaria la meditación cotidiana de la Palabra de Dios, punto de partida y fundamento nutricio de toda misión”, sostuvo el prelado.

“Esposas-discípulas de Cristo, revestidas con las virtudes de fe, de esperanza y de caridad, embellecerán con su vida y testimonio a la Iglesia y al mundo. Que la celebración eucarística les permita nutrirse con aquella fuerza necesaria para perseverar con alegría en la ofrenda que hoy realizan, al renovar permanentemente su alianza esponsal con Cristo, sellada   en el marco de la asamblea litúrgica del Pueblo de Dios que reza por ustedes”, anheló.