El turismo doméstico en Argentina representa una de las alternativas más favorecidas por los locales para sus instantes de recarga. Los parajes más destacados invariablemente acaparan los itinerarios. No obstante, visualiza seleccionar un lugar que, sin traspasar las fronteras nacionales, aluda a uno de los humedales más cautivadores del globo. Un pueblo anclado en un vasto estero de aguas espejadas, propicio para inmersiones rebosantes de vitalidad.

Con una propuesta prácticamente inigualable en el panorama argentino, este pequeño pueblo en el sureste de la provincia de Formosa se mantiene en el olvido para la mayoría, aunque su amalgama de tesoros acuáticos embelesa a los intrépidos que la desentierran. En particular, porque fomenta prácticas que fusionan euforia y comunión con la fauna en un ámbito casi encantado.

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El pueblo formoseño que está inmerso en la selva profunda.

El pueblo formoseño que está inmerso en la selva profunda.

El pueblo que tiene la "Casa del Lagarto"

En la provincia de Formosa se erige Teyú Cuaré (Casa del Lagarto), un pueblo que en la actualidad suma apenas unos 500 habitantes. Su mayor perla es la Reserva Ecológica Teyú Cuaré, un arcano resguardado que hechiza a los turistas en busca de vivencias que transgreden lo ordinario. Este dominio se erige como un paraíso para quienes codician ecosistemas vírgenes y oleadas de entusiasmo primordial.

Teyú Cuaré se asienta en la estepa formoseña, a unos 200 kilómetros de la capital provincial, Formosa. Este pueblo no le debe nada a reservas pantanosas de prestigio planetario, como el Pantanal brasileño, por su exuberancia biológica y su halo de selva inundable.

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El pueblo de Teyu Cuaré, en Formosa.

El pueblo de Teyu Cuaré, en Formosa.

El principal llamativo de este destino formoseño reside en su estero laberíntico, un lienzo acuoso del noreste argentino, salpicado de lagunas y canales. En este panorama, los forjadores se sumergen en deportes osados como kayak por corrientes ocultas, avistaje de yacarés y aves exóticas, o excursiones a pie que avivan los sentidos en el corazón de la biodiversidad.

Este pueblo formoseño también enamora con su legado gastronómico guaraní, con manjares como surubí ahumado o chipá casero, regados con infusiones silvestres. La senda que desemboca en la reserva surca palmerales y orillas espejadas que hipnotizan a los nómadas con su placidez y su mosaico de verdes.

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