La agricultura vertical dejó de ser una utopía futurista para convertirse en la estrategia real que permitió a un país romper con su dependencia histórica de alimentos importados: Singapur.
El país que dejó de comprar alimentos gracias a sus edificios con luz LED
Con apenas un puñado de tierra disponible y una población en crecimiento, este país de Asia llevaba décadas en una carrera desigual. Importaba más del 90% de sus alimentos, vulnerabilidad que quedó expuesta con crudeza durante la pandemia.
Las estanterías vacías fueron un recordatorio duro: un país sin agricultura propia es un país en riesgo. La respuesta no tardó en llegar, pero no vino del campo, sino de los rascacielos. Según la página oficial del BBVA esta nación es un gigantesco huerto urbano en un país sin tierras.
El gobierno apostó por las granjas verticales, edificios enteros dedicados a producir vegetales sin una sola gota de tierra. Son torres blancas donde la luz LED imita el sol con precisión milimétrica: intensidad, espectro, ciclos. Un amanecer artificial, repetido tantas veces como haga falta para que las plantas crezcan más rápido que en cualquier campo abierto. El clima ya no importa. La lluvia no detiene nada. La noche se programa.
Como funcionan las granjas verticales de este país
Las plantas crecen dentro de bandejas hidropónicas o aeropónicas que economizan hasta 90% del agua. En algunos pisos, los sensores miden la humedad y la nutrición en tiempo real; en otros, robots cosechan sin dañar los brotes. Las ciudades de este país se transforman así en gigantescas huertas verticales que trabajan las 24 horas.
Con esta estrategia, este país logró algo impensado hace solo una década, reducir drásticamente la necesidad de importar verduras frescas y avanzar hacia su meta del “30 by 30”, producir el 30% de sus alimentos para 2030. La independencia alimentaria dejó de ser un sueño geopolítico para convertirse en una política pública medible.





