Esa chispa inicial lo llevó, años después, a un radioclub. Hizo los cursos, rindió los exámenes y obtuvo su licencia. Desde entonces, nunca se separó del micrófono ni de la magia de escuchar voces que viajan por el aire.
Además, su entusiasmo le permitió protagonizar aventuras, como la transmisión única que hizo desde el lugar donde cayó el avión de los rugbiers uruguayos en medio de la cordillera; un hecho único que en su momento el especialista recordó en Diario UNO.
Una radio que salva y ofrece un servicio
Si algo tiene claro Horacio es que la radio es mucho más que entretenimiento. Es un recurso vital en situaciones críticas. “La radio sirve para las emergencias. Lo he comprobado personalmente interviniendo en algunas para dar una mano. En mi casa siempre hay equipos encendidos y listos para operar”, explica.
Esa disponibilidad permanente no es casualidad. Al obtener la licencia, cada radioaficionado pasa a ser parte de un recurso estratégico para el país. “Más allá del curso y del examen, cuando se nos entrega la licencia, la Nación nos reconoce como una reserva en las comunicaciones. Eso me parece fascinante y también una gran responsabilidad. Saber que uno puede servir en un momento delicado o comprometido es algo que le da aún más sentido a esta pasión”, afirma.
Un museo en su propia casa
Quien entra al hogar de Horacio siente que cruza un portal en el tiempo. Entre sus tesoros hay equipos de válvulas de mediados del siglo XX, receptores transistorizados que marcaron época y modernos dispositivos con pantallas digitales capaces de comunicarse con el mundo entero. Incluso andan por ahí algunas reproducciones -que funcionan- de radios improvisadas que crearon soldados prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial.
receptor de la segunda guerra mundial horacio bollati
Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos soldados portaban radios escondidas en sus cantimploras. Bollati tiene algunas reproducciones de esos modelos.
“Fui comprando equipos a medida que el tiempo pasaba. Algunos los restauré, otros los mejoré. La tecnología fue avanzando y yo fui acompañando ese proceso”, relata. Hoy, sus antenas bibanda, direccionales y de banda aérea coronan el techo de la vivienda.
La pasión por la comunicación también se conecta con otra de sus facetas: la aviación. Horacio es piloto aeronáutico y, como tal, cuenta con licencia de operador radiotelefonista restringido para el uso de equipos en aeronaves. La radio, en su vida, no conoce fronteras.
Comunicarse con el mundo
Entre todas las frecuencias, hay una que guarda un lugar especial en su corazón: la de HF (alta frecuencia). “Es la que permite comunicarse con el mundo. Con un buen equipo de HF podés hablar con alguien en Japón, en Europa o en cualquier rincón del planeta. Ese es el verdadero espíritu de la radioafición: acortar distancias, tender puentes invisibles que nos conectan como seres humanos”, asegura.
En esas conexiones no hay fronteras políticas ni culturales: solo voces que se encuentran en el aire. Cada llamada, cada intercambio, cada “QSO” es una pequeña victoria sobre el silencio.
horacio bollati casa modelos de radio
Radios y más radios. Así es la casa de Horacio Bollati.
El Día de la Radio
En Argentina, el 27 de agosto se celebra el Día de la Radiodifusión, en homenaje a la primera transmisión que se realizó en 1920 y marcó un hito mundial.
"No era solo Wagner lo que sonaba aquella noche del 27 de agosto de 1920. Era el alma de cuatro jóvenes que, con tubos, bobinas y coraje, decidieron que el arte debía volar sin cables. Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza no fundaron una emisora: fundaron una forma de estar presentes", escribió Bollati para rememorar aquella hazaña.
"Porque los locos de la azotea nos enseñaron que el aire también puede ser archivo, arte y abrazo. A 105 años, encendemos el transmisor de la memoria (...) Porque en cada acto técnico hay un acto poético. Y en cada locura, una forma de eternidad", cerró.
La biografía de Horacio Bollati resume el espíritu de quienes dedican su vida a esta pasión. Su casa es prueba de la evolución tecnológica y cultural de la radio, pero también del valor humano que encierra. “Yo amo la radio”, dice sin dudar. Y esa frase es un modo de vida. Porque en cada equipo encendido late la posibilidad de ayudar, de acompañar, de compartir. La radio, para Horacio, es memoria y un puente abierto las 24 horas.