Europa soñó durante siglos con tener acceso directo a este material único, pero romper el monopolio chino parecía imposible… hasta que un audaz robo cambió la historia. Te contamos que país rompió con el monopolio de China.
El día en que un país descubrió el secreto de la seda y terminó con el monopolio de China
Todo cambió en el siglo VI, cuando el Imperio Bizantino decidió que quería su propia seda. Se cuenta que dos monjes enviados por el emperador Justiniano I hicieron algo audaz: contrabandearon huevos de gusano de seda desde China hasta Constantinopla, escondiéndolos cuidadosamente en bastones huecos. Gracias a ese ingenio, los huevos sobrevivieron al largo viaje y se pudo comenzar la cría de gusanos en Europa.
Con ese pequeño “robo” de conocimiento, el Imperio Bizantino puso en marcha su propia producción de seda. No solo lograron tener acceso directo a este material tan valioso, sino que también rompieron el monopolio de China, cambiando para siempre el comercio y la economía de la región.
De China al mundo
Según The Travel, Justiniano tuvo la fortuna de que los monjes encargados de obtener los gusanos de seda supieran también cómo criarlos y aprovechar sus fibras. La seda, sin embargo, ya tenía una larga historia: se recolectaba en estado silvestre desde el 8500 a. C. en China y fue domesticada hacia el 3000 a. C., tradición atribuida a la emperatriz Leizu. En la antigüedad, los huevos se incubaban en estiércol caliente, mientras que hoy se utilizan métodos modernos como incubadoras.
Con el tiempo, otros países europeos como Italia y Francia perfeccionaron la industria de la seda, expandiéndola y consolidando su independencia frente a China. Este episodio no fue solo un contrabando de huevos: fue un ejemplo temprano de espionaje industrial, creatividad y audacia que transformó la historia.






