Las pistas del descubrimiento
Entre los hallazgos destacan las conchas Spondylus, consideradas más valiosas que el oro en aquella época. Los investigadores también encontraron cuadrados de plata y cobre, que posiblemente estuvieron cosidos a la ropa de los niños, junto con ornamentos para las orejas. Las vestimentas aparecieron cerca de los cuerpos desnudos.
El análisis de los restos reveló modificaciones craneales extremas, una práctica común entre los Lambayeque. Esta característica, sumada al estudio de isótopos en los huesos, permitió determinar que las víctimas provenían de territorios conquistados por los Chimú.
La intensidad de las modificaciones craneales difería notablemente de las practicadas por la civilización Chimú, quienes realizaban alteraciones menos pronunciadas.
Un ritual cruel
Los expertos creen que estas personas llegaron a Pampa La Cruz como parte de un grupo conquistado para construir sistemas de irrigación. La civilización Chimú necesitaba expandir sus territorios agrícolas hacia zonas menos fértiles, por lo que desarrollaron complejos sistemas de riego.
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Los niños sacrificados no eran parte de la cultura del lugar.
El profesor Gabriel Prieto, director de las excavaciones, explica que, en la cosmovisión andina, los muertos se transforman en ancestros que legitiman los derechos sobre la tierra. El sacrificio de estos niños probablemente buscaba fortalecer la productividad de los campos recién conquistados. El hecho de que las víctimas provinieran de territorios conquistados añadía un valor extra al ritual.
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Este descubrimiento marca la primera vez que se encuentra evidencia de sacrificios de personas no locales. John Verano, antropólogo biológico de la Universidad de Tulane y parte del equipo de excavación, sugiere que estos rituales eran controlados por el gobierno central Chimú, lo que revela un sistema organizado de prácticas rituales en toda la región.