Daniel Videla tiene 63 años y toda una vida dedicada a la cosecha de uvas en las fincas de La Colonia, Junín. De niño aprendió el oficio junto a su padre, dejando la escuela en segundo grado para sumergirse en un trabajo arduo, de jornadas interminables y pago injusto.
Durante más de cinco décadas, mientras la provincia celebraba la Vendimia con su esplendor de luces, música y alegría, él nunca tuvo la oportunidad de asistir. Ni al Carrusel, ni a la Vía Blanca, ni mucho menos al acto central en el teatro griego Frank Romero Day. La cosecha no da respiros. Pero este jueves, su historia dio un giro inesperado y recibió una sorpresa.
Todo comenzó con una entrevista en Radio Nihuil, donde Daniel, con humildad, relató su vida en la cosecha: el sacrificio, el desgaste físico, la indiferencia del gobierno y el bajo valor de la uva. "Esta es nuestra realidad mientras todos festejan la Vendimia", dijo en un testimonio que caló profundo en los oyentes.
Sus palabras no pasaron desapercibidas. Apenas terminó la entrevista, el Gobierno de Mendoza tomó cartas en el asunto y le envió 10 entradas para que pudiera asistir al acto central, acompañado por otros trabajadores de la cosecha. Cuando recibió la noticia, Daniel rompió en llanto.
Ya en camino para retirar las entradas, el cosechador mandó este mensaje conmovedor:
Una vida entre viñas y sacrificio
El día a día de Daniel es extenuante. Carga tachos de uva de 22 kilos, bajo el sol inclemente, sin pausas.
"El tacho se paga 500 pesos. Para juntar 40 mil en un día, tengo que cargar 80 tachos", contó. "No puedo darme el lujo de descansar, el cuerpo ya está acostumbrado".
Como él, muchos siguen trabajando hasta los 70 años porque no tienen otra opción. Su jubilación es de 260 mil pesos, pero no alcanza. "Las fichas de los tachos las cambiamos en el almacén para poder comer", explicó.
A las duras condiciones de trabajo se suma la incertidumbre climática. "Las lluvias y la piedra nos están pudriendo la uva. Nos chorreamos en mosto, las moscas no nos dejan en paz. Pero la uva no espera, hay que sacarla igual aunque el piso sea barro", describió.
Una entrevista radial y una invitación inesperada
A pesar de todo, Daniel nunca dejó de soñar con presenciar alguna vez la Vendimia. Pero la cosecha siempre lo ató a la tierra. "Cuando no era una cosa, era otra", contó resignado.
Hasta que llegó la llamada de una radio que lo cambió todo. Cuando le informaron que podría ir al acto central junto a sus compañeros, su reacción fue pura emoción. "Tengo una alegría tremenda. Nunca en mi vida fui a ninguna fiesta de Vendimia. Es un sueño cumplido".
Sus hijos lo animaron a compartir la experiencia con otros trabajadores de su edad, aquellos que, como él, conocen la Vendimia solo por el relato de otros. "Vamos a disfrutar como los auténticos vendimiadores que somos", dijo con orgullo.
Antes de despedirse, con la voz quebrada por la emoción, dejó una reflexión: "Ya me he puesto viejo. Los años se me han venido encima. Pero hoy siento que, al menos por una noche, vamos a ser parte de la fiesta que durante tantos años nos quedó tan lejos".








