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El caballo de Troya de la Guerra Fría: la pieza de arte soviética que espiaba a los altos cargos de Estados Unidos

En la Guerra Fría, la Unión Soviética usó un sello de Estados Unidos como ingenioso dispositivo de espionaje

En plena Guerra Fría, la astucia de la Unión Soviética se disfrazó de amistad y diplomacia. El 4 de agosto de 1945, los jóvenes de la organización Young Pioneer regalaron al embajador de Estados Unidos, William Harriman, una réplica de madera tallada del gran sello de Estados Unidos, como muestra de agradecimiento por la alianza durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo que parecía un gesto inocente pronto se convirtió en un símbolo del ingenio de los espías soviéticos: aquel hermoso sello colgado en el estudio de Spaso House, la residencia diplomática en Moscú, era en realidad un dispositivo de espionaje sofisticado.

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El caballo de Troya de la Guerra Fría: la pieza de arte soviética que espiaba a los altos cargos de Estados Unidos

Apodado “The Thing” y creado por Leon Theremin, el sello de la Unión Soviética no necesitaba batería ni cables; funcionaba mediante una señal de radio externa que lo activaba. Silencioso y prácticamente indetectable, permaneció oculto durante años mientras los espías estadounidenses inspeccionaban la residencia sin éxito. Incluso cuando se descubrieron otros micrófonos en los jardines o habitaciones, el sello pasó desapercibido gracias a su diseño ingenioso.

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Como lo descubrió Estados Unidos

La existencia del artefacto se reveló accidentalmente en 1951, cuando un operador de radio británico escuchó transmisiones de Estados Unidos. Las investigaciones continuaron hasta septiembre de 1952, cuando los técnicos John Ford y Joseph Bezjian, disfrazados de invitados, lograron identificar el sello como fuente de espionaje. Con un martillo, Bezjian rompió la madera y confirmó lo que todos sospechaban: aquel regalo de la Unión Soviética era un dispositivo que permitía a los espías escuchar conversaciones confidenciales en Estados Unidos.

A pesar de la gravedad del hallazgo, el embajador George Kennan encontró humor en la situación. Cuando “The Thing” fue enviado a Washington, quedó claro que la Unión Soviética había logrado un avance de espionaje impresionante, mezclando ingenio, creatividad y audacia en plena Guerra Fría.