A fines de la década de 1970, Estados Unidos descubrió que un barrio entero podía convertirse en una advertencia. La tierra se llamaba Love Canal, un vecindario de clase trabajadora en Niagara Falls, Nueva York, donde las casas tenían patios prolijos, bicicletas en las veredas y escuelas cercanas.
Pero bajo esa postal tranquila había algo que nadie había advertido a sus habitantes. Baja la tierra de este barrio había 20.000 toneladas de desechos químicos tóxicos, enterrados décadas antes por la empresa Hooker Chemical.
El barrio que reveló lo que había bajo la tierra: decidieron no aceptar explicaciones fáciles de la industria
Love Canal había nacido sobre un vertedero industrial. Durante los años 40 y 50, la compañía había arrojado allí restos de pesticidas, solventes y subproductos de procesos químicos, sellados con capas de arcilla. Más tarde, la tierra fue vendido y urbanizado como si nada peligroso hubiese sucedido. Las familias que se mudaron lo hicieron sin saber que bajo sus cimientos se acumulaban sustancias capaces de filtrarse, evaporarse y enfermar.
Eso fue exactamente lo que ocurrió. En 1976, tras un período de lluvias intensas y obras de infraestructura cercanas, los químicos comenzaron a aflorar de la tierra. Aparecieron olores penetrantes, charcos aceitosos en patios y sótanos, manchas negras en el suelo de la escuela primaria. Los vecinos registraron síntomas que al principio parecían aislados. irritaciones en la piel, dolores de cabeza crónicos, abortos espontáneos, problemas neurológicos. Pronto se dieron cuenta de que no era casualidad. El barrio entero estaba enfermo.
La solución ante la tierra contaminada
Las madres del vecindario se organizaron primero, golpeando puertas, exigiendo explicaciones, tomando notas a mano. De ese activismo surgió Lois Gibbs, una ama de casa que terminó liderando uno de los movimientos ambientales más influyentes del país. Gracias a la presión comunitaria, el gobierno estatal declaró la zona en emergencia en 1978, evacuó a más de 900 familias y comenzó una investigación histórica.
Love Canal se convirtió entonces en símbolo. Demostró que la contaminación ambiental industrial no desaparece solo porque se la entierra, y que los barrios residenciales pueden esconder historias que no figuran en los planos. Pero también generó un cambio profundo. En 1980, el Congreso de EE.UU. aprobó la ley Superfund, un programa federal destinado a identificar, evaluar y limpiar los sitios contaminados más peligrosos del país, financiado inicialmente por impuestos a las industrias químicas y petroleras.






