Al cruzar la reja uno pasa a ser un sujeto sin identidad. El DNI se queda en la puerta. Entonces, uno duda si alguien le volverá a abrir esa puerta para salir, ahora que ya no hay constancia de que se sea quien se es. El elenco teatral Los Locos corrió ese riesgo, aún cuando la obra El Portón, que representó en la penitenciaría de  Boulogne sur Mer, tiene como argumento un caso real de encierro.

La obra llegó a través del programa Teatro de Mendoza en Gira, del Instituto Nacional del Teatro, y pedida por el área de Cultura del departamento de Educación del penal. Pero, lo más interesante, es el origen de la obra misma y la reacción que produjo entre los espectadores.

Hay que remontarse en el tiempo, porque todo comienza con él, con Luis Gabriel Ocaña. Incluso su voz en off es parte de la obra que escribió y dirige su hijo, Lautaro Ocaña.

 Embed      

Luis trabajaba en el Banco de Previsión, estaba en La Bancaria y había iniciado una escuela sindical. Además militaba en el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Fue detenido en 1975, su familia no supo nada de él durante 6 meses y finalmente fue “blanqueado”. Lo liberaron en 1979, a condición de que abandonara el país y se fue exiliado a Francia.

Pero la obra teatral no tiene como protagonista a Luis, sino a Willy el Coyote, un compañero de detención.

“La obra es un relato de mi viejo, que conoció durante su encierro a Willy el Coyote, un muchacho hijo de chilenos. Esto sucedió en la cárcel de Mendoza. El Coyote era un preso común, que había terminado con ellos por robar y carnear un chivo en el Zoológico”, cuenta Lautaro.

Increíblemente, solo por el lugar donde fue cometido el hecho, fue considerado un delito federal y el Coyote terminó con los presos políticos.

 Embed      

“Mi viejo había estado en el seminario y por eso, dentro de la cárcel, lo tenían como un curita. Entonces el Willy le confesó que él se hacía pasar por loco, para tener alguna posibilidad de escape”. “Mi viejo había estado en el seminario y por eso, dentro de la cárcel, lo tenían como un curita. Entonces el Willy le confesó que él se hacía pasar por loco, para tener alguna posibilidad de escape”.

Lautaro ambientó la obra en un hospicio y allí relata los días de encierro.
La función que se realizó en Boulogne sur Mer, fue  frente a unos 60 internos, que siguieron con suma atención cada escena, rieron y se emocionaron, para después de finalizada agradecer, uno por uno a los artistas.

 Embed      

Claro, para Lautaro y el elenco también fue una experiencia intensa.
“Quise hacer algo que no se enrosque, que no sea hermético, que sea entendible, más masivo, para distinto tipo de público, sin ser algo obvio”, explica el director.

“Además la obra, por más que tenga un formato de sala, nos ha permitido hacerla en uniones vecinales y en comedores, respetando nuestra idea de teatro popular”, cuenta.

Detrás de todo, la vida del detenido y luego exiliado Luis Gabriel Ocaña, siguió en Francia durante unos cuantos años y luego giró por Centroamérica. Recién volvió varios años después del regreso de la Democracia.

De Willy el Coyote no hay certezas sobre su destino. Dicen que logró escapar y que después lo mataron… pero quizás no.

Mientras tanto, vale la alegría ir a ver El Portón. No es una obra más.
Actúan Carlos Sosa, Beto Lisanti y Sam Miño, con música en vivo de Hugo Berón y en las próximas funciones se sumará un chelista. La asistencia técnica es de León Ocaña, nieto del inspirador de la obra.

Para salir, hay que identificarse. Hay que confiar que alguien abrirá la reja  y entregará el DNI. En libertad, la identidad es lo primero que se recupera.

Temas relacionados: