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La redacción de Diario UNO -que ya cumplió 30 años- vuelve a celebrar el Día del Periodista.
Nos formamos en redacciones donde nada era tan urgente: recién al día siguiente salía todo en papel. Aprendimos la pirámide invertida, nos editábamos los sinónimos con lupa y repetíamos palabras solo bajo amenaza de despido. Hoy la pirámide está pervertida: hay que repetir, repetir y repetir para que el SEO nos quiera. Palabras clave, viralización, engagement, que el algoritmo te bendiga. ¿Cómo llegamos hasta acá? No tengo idea, pero sí sé que no fue de un día para el otro.
La inmediatez, la ansiedad por la primicia, la velocidad sin freno, tienen que convivir (¡sí o sí!) con el chequeo, el dato certero, la fuente confiable. Y a todo eso, sumale que ahora también somos locutores, camarógrafos, diseñadores, editores de video y community managers ¿Dormir? ¿Qué es eso?
Muchos colegas quedaron en el camino. La remada es dura, cuesta arriba, en dulce de leche repostero. Pero los que amamos este oficio no aflojamos. No declinamos. Seguimos dando batalla con tinta (o teclado) en vena.
Y ya que estamos, va un pedido muy especial para nuestros entrevistados, esos contactos entrañables que a veces amamos y otras veces… bueno. Gente, entiendan: un periodista necesita la información ayer. No hoy. Menos mañana. Ni hablar “el finde lo veo y te escribo”. No. Ya. Urgente. Estamos corriendo contra el tiempo, la competencia y el sueño ¡No nos hagan perderlo!
Porque sí: todavía hay gente que, ante nuestro ritmo demencial, responde con una impunidad conmovedora: "Llamame mañana y veo si te consigo algo". Qué hijos de puta.
Y perdón —me voy a meter en terreno minado— pero ¿alguien puede explicarme el rol exacto del agente de prensa en este siglo? ¿Están para facilitarte el acceso o para hacerlo más difícil? ¿Esconden a la fuente? ¿Le hacen ghosting a tu mail? ¿Filtran preguntas como si estuviéramos en un debate presidencial? Perdón, colegas, pero a veces hay que puentearlos, con culpa, pero con eficacia.
En fin. No sé si vamos para adelante, para atrás o en círculos. Pero acá estamos. Los de la vieja escuela, los que seguimos creyendo que una buena historia puede cambiar algo. Los que todavía nos emocionamos con una entrevista, un título redondo o una nota que hace ruido.
¡Feliz día, colegas! Que la tecla nos sea leve, que el café nunca falte y que el algoritmo algún día nos entienda.