Algunos datos duros
Durante la pandemia se notó un ínfimo aporte estatal para los presupuestos para salud mental de los países analizados (Colombia, Ecuador y Argentina). En Colombia no se aumentó, Ecuador invirtió 78 mil dólares en chips de los teléfonos de quienes contestaron la línea de atención; y en Argentina la partida para apoyo y promoción para la salud mental se cortó a la mitad.
En Argentina, durante varios meses, el promedio de casos atendidos en la línea nacional especial no superó los 15 por día. Se creó una mesa de trabajo con asociaciones profesionales y directivos oficiales de salud mental de todo el país que, entre otras cosas, ayudó a coordinar la atención específica para algunos de los casi 2.000 casos que atendió una de estas asociaciones de manera particular.
Testimonios de argentinos
Uno de los testimonios brindados por los encuestados voluntarios fue el de Belén Mogno, de 28 años, que vive en la Ciudad de Buenos Aires y tiene un trabajo informal. La pandemia de la COVID-19 llegó mientras hacía el duelo por la muerte de su madre; y confesó que eso, más la búsqueda sin éxito de un trabajo formal la llevaron a "bajonazos de angustia muy profunda, preocupación" y muchas noches sin dormir.
"Al estar tanto tiempo encerrado, empecé a tener miedo a ser invisible; empecé a sentir que necesitaba participar más del mundo, por decirlo de alguna manera", contó Federico (no dio su apellido), de 23 años.
El miedo a morir
Entre los testimonios más patéticos recabados por medio de contactos en las redes sociales, la colombiana Aure Ramírez, estudiante de danza, de 22 años, expresó: "Tengo un cuadro de depresión por el que estoy en tratamiento y que se agravó. Durante este tiempo he tenido crisis de ansiedad muy fuertes. Al principio fue muy angustiante ver a todo el mundo con tapabocas y darme cuenta de que seguramente no iba a haber una solución rápida"
Luego agregó: "No saber qué hacer ni cómo actuar me detonaba crisis. Llegaba a la casa a llorar, luego me tomaba mis pastas, meditaba. Después creí que me había contagiado de Covid y vino otra crisis de ansiedad. Pasé cinco días sin poder respirar bien. Sentía la garganta cerrada y aunque no tenía otros síntomas me sentía muy cansada. Imaginé que me iba a morir. Luego entendí que todo estaba en mi cabeza".
“En algún momento me di cuenta que tenía, o bueno no sé, sentía que tenía ansiedad. No podía dormir y empecé a comer demasiado. No sabía si era depresión o solo estos lapsos de tristeza que a veces te dan”, detalló Nari Gómez, de 19 años, vecino de la ciudad de Quito.
La crisis tan profunda, inesperada y prolongada, demostró la falta de previsión y sobre todo de reacción ante una contingencia grave como fue la pandemia, entre los gobiernos de esta parte del mundo.
Desmoralización y desamparo
Otro estudio, más orientado a la población en general y realizado por los profesionales colombianos Jairo Ramírez-Ortiz, Diego Castro Quintero, Carmen Lerma Córdoba, Francisco Yela Ceballos, Franklin Escobar Córdoba fue compartido en la publicación SciELOPreprints, y detalla sobre la depresión originada por la cuarentena: "De por sí las personas que están aislamiento social, con movilidad restringida y pobre contacto con los demás son vulnerables a presentar complicaciones psiquiátricas que van desde síntomas aislados hasta el desarrollo de un trastorno mental como insomnio, ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático (TEPT)", explica.
"Ya en el contexto de una pandemia es importante tener en consideración la pérdida de funcionamiento que puede acompañar a la enfermedad adquirida, y esto a su vez representarse en desmoralización y desamparo, llegando a configurar un estado de duelo. Por otra parte, las personas sometidas al estrés del brote pueden presentar angustia marcada y un deterioro significativo en el funcionamiento social u ocupacional, configurando trastornos de la adaptación y en caso de persistir con ánimo triste se puede presentar un trastorno depresivo mayor (TDM)", agrega el estudio de los psiquiatras.
Finalmente completa: "También la proximidad a eventos que amenazan la vida y la supervivencia como lo es la enfermedad propiamente, puede precipitar el desarrollo del TEPT. Tanto, que se ha postulado que el efecto combinado de la pérdida y la amenaza pueden explicar la concurrencia frecuente de TEPT y depresión", finaliza el informe.
Fuente: activamente.elclip.org