¿Alguna vez te ha pasado de abrir un paquete de queso, guardarlo en la heladera y que el mismo se llene de hongos y moho?. Aunque no lo creas, existen pequeños trucos o consejos que pueden ayudarte a evitar esta situación.
¿Alguna vez te ha pasado de abrir un paquete de queso, guardarlo en la heladera y que el mismo se llene de hongos y moho?. Aunque no lo creas, existen pequeños trucos o consejos que pueden ayudarte a evitar esta situación.
La opción más recomendable para almacenar queso y que el mismo no se llene de hongos es usar un papel especial que fue diseñado específicamente para este tipo de alimentos. Este método es ideal para quesos semicurados y curados, como el gouda, el cheddar o el parmesano.
Se trata de un papel fabricado con cera de abejas que cuenta con una superficie porosa, la cual protege el producto sin aislarlo por completo del aire, lo que evita la acumulación de humedad y favorece una maduración adecuada.
En caso de no conseguir este papel, se puede reemplazar por papel vegetal o papel para hornear como alternativas viables. Como medida adicional, se puede cubrir el envoltorio con un paño de algodón o colocarlo dentro de un recipiente con tapa que no cierre de forma hermética.
Para garantizar la conservación del queso, la temperatura de almacenamiento ideal debe mantenerse entre 2°C y 4°C. En cuanto al sitio donde tienen que almacenarse es en el cajón de las verduras, ya que ofrece un ambiente húmedo y con menor fluctuación térmica.
En el caso de las variedades duras de queso, como el parmesano o el sardo, solo tienes que raspar la zona afectada o remover la primera loncha. Un método preventivo tradicional para retrasar la aparición de moho en quesos duros consiste en frotar sus caras con una fina capa de aceite de oliva extra virgen.