La región de América Latina se encuentra una vez más en el centro de un juego geopolítico que combina tecnología y poder. China, con su mirada estratégica, mira hacia estas costas con ambición creciente, proponiendo vínculos digitales que prometen cambiar la manera en que el continente se conecta con el mundo.
En 2025, este vínculo con América Latina se materializa en cables de fibra óptica bajo el Pacífico, hilos que transportan datos, historias, videos, economía y poder. En este tablero silencioso de profundidades y bits, China ha lanzado una jugada audaz que sacude los equilibrios tradicionales
China desafía a EE.UU. instalando un cable submarino en un país de América Latina: busca controlar la infraestructura digital
Según Data Center se trata de una oferta para tender un cable submarino directo entre Chile y Hong Kong, un proyecto bautizado extraoficialmente como Chile–China Express, y que no solo busca acelerar la conectividad, sino también posicionar a Beijing en el corazón de la infraestructura digital de América Latina.
En los hechos, la propuesta china aparece en un contexto en el que más del 95% del tráfico global de datos se desplaza por cables bajo el agua, redes que rara vez vemos pero que sostienen todo, desde videollamadas hasta transacciones bursátiles. Controlar estos cables no es una cuestión técnica, es tener un asiento privilegiado en la mesa del poder digital.
Estados Unidos y China por América Latina
Pero Chile no está solo en este mar. Desde hace años, con el proyecto Humboldt en alianza con Google, este país de América Latina impulsa otro cable transversal. Se trata de una fibra que conectará Valparaíso con Australia y Asia-Pacífico, una apuesta por diversificar rutas de datos e impulsar su rol como hub tecnológico regional.
Este tendido, con participación pública y privada y reglas más transparentes, se ha convertido en símbolo de otro modelo de infraestructura digital. La oferta china, en cambio, ha generado inquietud porque llega envuelta en opacidad. Pocos detalles del financiamiento, plazos o consorcios, y un trasfondo de rivalidad geopolítica con Estados Unidos que no es menor.
Estados Unidos sigue observando con preocupación cómo Beijing extiende sus redes bajo los océanos, y más aún porque la legislación china exige que empresas cooperen con el Estado en temas de inteligencia, lo que abre debates sobre soberanía de datos y posibles riesgos de vigilancia.






