También un show en el césped del club Andes Talleres, en Godoy Cruz, casi a fines de los '80, cuando en Mendoza eran épocas de las hamburguesas, las papas y las gaseosas de Pumper Nic, en la calle Lavalle, cerca de los cines que ya no están.
Pero hubo otro concierto, en el estadio Malvinas Argentinas, con La Negra Mercedes Sosa, luego de la Vendimia del año 2000, que dejó otros hitos.
Repasemos: una batahola de madrugada en un pub céntrico de calle Rivadavia casi San Martín, el salto del mediodía desde el noveno piso del hotel Aconcagua a la pileta, justo cuando la policía iba a detenerlo.
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Charly García en caída libre hacia la pileta del hotel.
Finalmente, un proceso judicial por lesiones que lo tuvo como acusado en los Tribunales de Mendoza.
Así fue: Carlos Alberto García Moreno, "músico y maestro de piano", tal como se presentó frente a los jueces de la Segunda Cámara del Crimen, se sentó en el banquillo en octubre de 2002. A comienzos de ese mes, a pocas semanas de cumplir los 51 años. Eran épocas del lanzamiento de Influencia, décimo disco en solitario que incluyó el hit Tu vicio. Un Charly en estado puro. Delicioso.
Charly García en el banquillo
Las imágenes del piletazo ya habían sido noticia internacional, pero más lo fue el proceso judicial por lesiones que lo tuvo como acusado.
Una mujer, una de las tantas parroquianas del pub céntrico, denunció que Charly le había arrojado un vaso en la cabeza. Durante una batahola que se armó desde el momento en que el músico pisó el local. Revuelo. Otro condimento más del mundo García.
Él negó todo. Más aún, recordó que hubo un lío fenomenal y que estuvo apenas un rato.
Dos años y medio después, la Segunda Cámara del Crimen -integrada entonces por los jueces de sentencia Roberto Uliarte, José Valerio y Roberto Yanzón- dio por iniciado el debate, que atrajo a una cantidad de público extraordinaria. Como nunca antes en los Tribunales.
Charly llegó la noche anterior y se alojó en un hotel situado en el Acceso Sur, cerca del Cóndor.
Se lo vio tranquilo, callado. Apuró el paso para meterse rápido en la habitación mientras su manager contenía a los periodistas y registraba el ingreso del ilustre pasajero que, al menos aquella vez, no estaba en trance.
Quienes lo conocían aseguraban que Charly sabía perfectamente que no podía despegarse ni un milímetro del buen comportamiento. Iba a ser juzgado. Sabía que debía "portarse bien".
El día del juicio
"Soy Carlos Alberto García Moreno", respondió cuando el presidente del tribunal le pidió que se de a conocer con datos filiatorios. "Maestro de piano", dijo de pie, cuando le preguntaron por la ocupación. A continuación, pidió -a través de sus abogados- que le permitieran no estar en la sala del debate durante el proceso.
Y así fue: Charly fue ubicado en la sala de reuniones de los jueces, justo a espaldas del tribunal que ya interrogaba a los testigos.
La sala y los pasillos y las escaleras de los Tribunales desbordaban de empleados y funcionarios judiciales, alguno que otro magistrado, periodistas y curiosos. Afuera, el perímetro del edificio del barrio Cívico estaba repleto de móviles en vivo
El 4 de octubre de 2002 a las 12.48, Roberto Uliarte leyó la sentencia: "Absolución lisa y llana", dijo para Charly García, que escuchó de pie y en silencio y con una sonrisa pícara a flor de labios.
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Charly sonrió cundo lo declararon absuelto.
Nos queda esta historia inédita en la vida del Poder Judicial de Mendoza, siempre atestado de conflictos.
También, las imágenes de Charly con sus uñas larguísimas y pintadas y un gesto de Fuck you siempre al alcance de su dedo mayor.
Su figura enjuta y desgarbada y su bigote a dos colores. Y ese magnetismo que sólo él, como pocos, suelen ejercer sobre el público y las audiencias.
Como ahora mismo, porque a sus 70 y pico nos sigue entusiasmando con cada reaparición y la promesa de un futuro disco.
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