Desde hace muchos años venía intentando que alguien, alguna autoridad estatal, lo escuchara. Pedía permiso para que le permitieran cuidar la estación de trenes de su pueblo, que había quedado abandonada después del cierre del ramal en 1991 y que estaba siendo saqueada. No lo escucharon y ahora, con su dinero, él y solo con la ayuda de sus hijas mellizas, comenzó a recuperarla “sin permiso, y que sea lo que Dios quiera”, dice.
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Alex Cuevas tiene 46 años. Llegó al pueblo de Polvaredas con sus padres cuando tenía 4, “pero es como si hubiera nacido, jamás me fui”, cuenta.
Polvaredas está entre montañas, camino a la frontera, a 150 kilómetros de la ciudad de Mendoza y a 38 de Uspallata. A 2.400 metros sobre el nivel del mar, fue un pueblo próspero hasta 1991, cuando dejó de pasar el tren y el lugar cayó en el olvido. Hoy apenas sobreviven allí 68 personas.
“Toda mi vida me dediqué al socorrismo en los centros de esquí y al turismo aventura. Estuve trabajando en Europa , pero siempre mi casa estuvo en Polvaredas, nunca me fui, siempre volví al pueblo”, dice Alex.
Tiene esposa y tres hijos, las dos mayores son mellizas y son las que siguen a su padre en su particular desafío: recuperar la abandonada estación de trenes de Polvaredas, convencidos los tres de que la zona tiene potencial turístico y que se puede generar desde ahí el resurgimiento del lugar.
Fue un largo camino. Alex Cuevas cuenta que “es un proyecto que tiene muchos años. Hace mucho fui a la ciudad (de Mendoza) a hablar varias veces con el encargado del ferrocarril. Le conté que estaban destruyendo la estación, que daba muy mal aspecto y le dije que, personalmente, yo me quería encargar de recuperarla, de mantenerla, de cuidarla…”.
Dice que, después de muchas vueltas, el responsable del ferrocarril “me dijo que no, que iba a volver el ferrocarril. Yo le conté que la estación estaba siendo destrozada, pero me respondió: ‘no la podés tocar'”.
Cuenta que sus gestiones siguieron, que habló con Turismo de la Provincia, con la Municipalidad de Las Heras, y que “nunca tuve respuestas y me pincharon la iniciativa”.
Alex se desesperaba. “Desde muy chico yo vi cómo se estaba destrozando el lugar, ese lugar que era una maravilla, una construcción increíble”.
Pero las constantes negativas y las faltas de respuestas hicieron que el hombre se diera por vencido,… pero solo por un tiempo.
Hace unos meses, ahora ya sabiendo que todos eran “no”, decidió accionar. “Listo, dije, la agarro y que sea lo que Dios quiera, y me puse a trabajar”.
“Empecé a limpiar todo ese desastre yo solo, apenas con la ayuda de mis dos hijas. Empecé a meter plata de mi bolsillo, a comprar los artefactos del baño, cables, de todo…”
Cuenta que habló nuevamente con el municipio de Las Heras, pidiendo “si me podían dar mano de obra. Pedí que le dieran trabajo a alguna gente del pueblo, para que limpie la zona, riegue los árboles, que mantenga el pueblo… pero no pasó nada. Apenas me mandaron dos planchas de fenólicas”.
Así fue que ahora, todos los días, dedica unas horas del día para limpiar, arreglar, recuperar los espacios, las instalaciones, la historia del pueblo.
“Compré las puertas, los inodoros, todos los cables, ya que hubo un saqueo total. Yo pongo toda la plata, porque no puedo salir a pedirles colaboración a los vecinos porque la gente no está muy bien allí, en Polvaredas”.
Reconoce que, finalmente, “me he metido sin pedir autorización a nadie. Sé que es una arriesgada, pero no le estoy haciendo mal a nadie. Estoy haciendo lo que el Estado ni nadie hizo en 30 años. Nadie ha cuidado nada, ni siquiera nadie ha venido a rastrillar los alrededores”.
Dice que el estado de la estación “me daba lástima, me daba vergüenza. Por acá pasa mucho turismo y me daba muchísima vergüenza que vieran cómo estaba todo. No quería que vieran a mi pueblo así”.
Imagina que en algún salón se pueden ofrecer bebidas, algo de comer a los paseantes. Que los lugareños pueden montar puestos de artesanías en los andenes y tener alguna fuente de ingresos, que se puede montar un museo que muestre la rica historia de la zona.
Dice que, así como nadie le dio respuestas ni alternativas de solución en todos estos años, “seguro ahora, cuando vean la nota, van a aparecer para pincharme el globo u ofreciéndome mil cosas, pero no importa. Yo voy a seguir, porque es para el bien del lugar”.
Ya la estación Polvaredas y sus alrededores luce mucho mejor. Ya no es una acumulación de basura, chatarra, olvido. Ahora se parece a una esperanza.
Y esa esperanza es contagiosa, porque los chicos de la escuela del lugar, Correo Salinas, también iniciaron una campaña de difusión del pueblo y sueñan con recuperarlo.
Quizás nadie más se tenga que ir.