Análisis y opinión

Un tipo raro, intrincado, pero decidido: con ustedes, Gerardo Morales, el compadrito jujeño

En la UCR genera algunas desconfianzas. Le dicen patrón de estancia. Otros lo comparan con Lilita porque no se calla. ¿Cómo entender a Gerardo Morales?

¿Quién es en realidad Gerardo Morales? ¿Tiene con qué para justificar esa parada compadrita? ¿Posee plafond político para ser uno de los presidenciables en 2023 por la coalición opositora? El gobernador de Jujuy, de 62 años, y nuevo presidente nacional de la UCR es, por lo menos, un dirigente intrincado, osado, pertinaz, jodido.

El mendocino Alfredo Cornejo que acaba de dejar ese puesto tras dos años, y que no es precisamente el rey del carisma, es al lado del jujeño alguien que -en apariencia- suena más franco y transparente.

Morales, que en realidad nació en Salta, pero se crio en Jujuy desde muy chico, está dispuesto a sumar cuadros peronistas, no kirchneristas, a la coalición Juntos por el Cambio. Fracasó tres veces en su intento de gobernar su provincia adoptiva. Ahí ganaba siempre el peronismo. Lo logró en el cuarto intento. Y el plus para obtenerlo le vino desde el peronismo. Lo ayudó el massismo en 2015.

Es mandatario desde ese año en que Macri fue presidente. Ahora transita su segunda gestión. Dicen de él que es "el más peronista de los radicales". Su actual esposa es María Eugenia Snopek, un apellido tradicional del peronismo jujeño. Ese matrimonio le sirvió para aceitar sus contactos con sectores del PJ al punto que su señora es funcionaria en el directorio de YPF.

Contra los pedantes

Antes de asumir como jefe nacional de la UCR, Morales, que tiene ínfulas de compadrito, decía: "Estoy harto de esa minoría de porteños pedantes". Se refería a Martín Lousteau, Emiliano Yacobiti, Martín Tetaz y otros renovadores a los que mentaba como "esos chiquitos que me quieren correr".

Morales tenía sospechas por la ruptura en el bloque radical de Diputados. Veía en eso la mano del PRO, por un lado, y del Coti Nosiglia por el otro. Sospechaba que esos porteños radicales apoyaban con sordina la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta para 2023. Y encima querían pelearle la titularidad nacional del radicalismo. De allí aquella reunión convocada por Cornejo para limar asperezas, en la que Morales y Lousteau casi se fueron a las manos porque ambos querían manejar el centenario partido.

Previo a que Morales asumiera finalmente la jefatura radical, Lousteau desistió de pelearle dicha conducción porque no le daban los números para hacerse el gallito. Entonces ambos dirigentes hicieron las paces, se repartieron los cargos en el Comité Central y se encaminaron a reagrupar el bloque radical de Diputados.

Morales cree que si Facundo Manes hubiese sido el cabeza de lista en la elección bonaerense en lugar de Diego Santilli, la victoria de Juntos hubiera trepado 7 puntos por encima de los que sacó el Colorado. "Fuimos sumisos durante el gobierno de Cambiemos, porque era el tiempo de Macri, pero ahora eso se terminó" ha reiterado Morales dando a entender que el PRO y la UCR deben discutir de igual a igual.

Tildado de funcional

Morales sabe que en el radicalismo hay quienes lo consideran funcional al kirchnerismo y en particular a Alberto ya que el jujeño acompañó desde el Congreso, con sus legisladores nacionales, una serie de leyes oficialistas en el Congreso. En su provincia, Morales mantiene una alianza con el sector de Massa.

Como para aliviar ese costado, a Morales le gusta recordar que hace 13 años "paramos con Ernesto Sanz la Resolución 125" que había abierto la Guerra con el campo. Ningún crédito para Julio Cobos. En su provincia, Morales ha logrado hacer a un lado al kirchnerismo provincial y, sobre todo, al aparato clientelar y violento de Milagro Sala, quien en la práctica ejercía un gobierno paralelo.

Hasta la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, ha admitido que "lo veo a Gerardo como uno de los presidenciables para 2023". Dice que le admira "su voluntad férrea". Y ya se sugiere que podría ser la candidata a vice en una eventual fórmula presidencial encabezada por el jujeño.

Le desconfían

En cambio en el propio radicalismo hay muchos (y no sólo los pitucos porteños) que no lo quieren bien a Morales. Sostienen que tiene "actitudes de patrón de estancia". Y no faltan los que afirman que "es nuestra Lilita de provincia", alguien que dice cosas incorrectas en los momentos menos esperados. Reconocen, empero, que desde que asumió la jefatura partidaria ha moderado un poco su lengua, aunque temen que no durará.

Sus seguidores lo ensalzan afirmando que es un dirigente que no oculta lo que piensa, que nunca esconde nada y que si hoy está discutiendo el liderazgo de la coalición opositora es para que no se cometan los mismos errores de la época de Macri.

Morales, por ejemplo, quiere al cordobés Schiaretti, quizás el peronista más sui generis del país, dentro de la coalición opositora. Es su gran desafío. "Difícil que el chancho chifle" le responden desde La Docta. El gobernador mediterráneo es un líbero que hace su juego sin encasillarse.

Gerardo Morales ya se ve en la Casa Rosada. Tiene derecho a soñar. La ambición es parte constitutiva de la política. Pero esto es la Argentina. Y vaya a saber cuántos presidenciables más aparecerán de aquí a 2023 con el sueño de ponerle fin al kirchnerismo. Y cuántos nuevos problemas económicos y políticos vamos a padecer hasta el traspaso presidencial de fines de diciembre del 23.

Tiene tiempo por delante para clarificar qué garantías les dará a los votantes, cuánto de modernidad y criterio tendrá su propuesta y si posee el pinet para encaminar la Argentina con criterios de estadista modesto. Hay dudas. Algunos temen que vaya a sacar a relucir los vicios políticos de esas provincias con historial feudal. Puede también que no falten los que terminen dispuestos a votarlo para luego salir corriendo a tomarse un uvasal.

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