Mendoza necesita despegar creciendo. No hay otra forma de sacar de la pobreza a más de un tercio de la población y de la informalidad a la mitad de los trabajadores. La única posibilidad de crecer de manera sostenida y de generar riqueza es mediante una estrategia que atienda a toda la gama de potencialidades que tenemos en la provincia.

Es cierto que es determinante la dependencia de la macroeconomía que se resuelve desde la Nación, pero Mendoza tiene margen no sólo para establecer políticas que dinamicen la actividad económica, sino, lo más imperioso, tiene en sus manos el diseño de su perfil productivo.

Está claro que los mendocinos no podemos descansar en las actividades tradicionales que ya resultan insuficientes para dar sustento a una población creciente con múltiples carencias. Por eso es promisorio que se esté trabajando en sectores novedosos y con futuro como el campo audiovisual, las energías renovables, el polo TIC, la industria del conocimiento, el turismo nacional e internacional, los servicios. Sin desdeñar de muchas actividades tradicionales, como el clúster energético con el gran potencial que tiene lo que nos toca de Vaca Muerta, el petróleo convencional, la minería, la agroindustria, la metalurgia, el comercio o la vitivinicultura que no tiene techo.

El turismo en torno del vino se ha convertido en un producto prestigioso, ya maduro, a lo que se atan la gastronomía, el aceite de oliva y diversos circuitos y lugares. La conectividad aérea y la red hotelera han convertido a Mendoza en un producto exportable. Igual falta muchísimo. Sin ir más lejos, pensemos en todo lo que hay que invertir en infraestructura de montaña, y en el aprovechamiento de la nieve.

Tenemos instituciones, universidades de gestión estatal y privada, recursos naturales, capital humano, y gente con experiencia y coraje. Pero hay que ir por más.

A la conquista del viejo mundo

El acuerdo que se está gestando entre el Mercosur y la Unión Europea implica un desafío y a la vez una oportunidad, si se resuelven las asignaturas pendientes de larga data. Caso contrario el avance del libre comercio se convertirá en una real amenaza para nuestros intereses.

Mendoza está acostumbrada a exportar, buena parte de su economía apunta al exterior. Tenemos mercados ganados con mucho esfuerzo con productos de excelencia. Hay experiencia y productividad en muchos sectores, lo que ha permitido permanecer y, a veces, ganar en mercados exigentes y competitivos. El impulso exportador no ha decaído pese a la agresión de las políticas macro que, con sus vaivenes, no han sostenido la estabilidad y competitividad necesarias para ser previsibles.


Ahora se abre una gran oportunidad que apunta al mercado europeo, para lo cual el esfuerzo de nuestros exportadores locales será insuficiente si la Nación no hace los deberes que apuntalen las exportaciones y proteja, desde la competitividad, a los hacedores locales.

Si bien es cierto que hay sectores que no podrán permanecer por obsoletos e improductivos en un mundo que cambia vertiginosamente, hay otros que emergerán atentos a las tendencias de la producción y el consumo. Lo que será insostenible es salvaguardar las ineficiencias apelando al viejo berretín proteccionista a costa de todos.

La fórmula será exitosa si se estimula la productividad, la eficiencia, el eslabonamiento, la especialización, el valor agregado, la promoción del conocimiento, en el marco de una estrategia exportadora. El esfuerzo deberá apoyarse en la iniciativa de los actores privados siempre apuntalados y promovidos por las políticas de Estado de largo plazo.

Hoy es imperioso trabajar inteligentemente y sin especulaciones mezquinas en planes y programas económicos que atiendan a los costos improductivos, entre ellos, en una reforma fiscal, inversiones en logística, acceso al crédito, estabilidad cambiaria y monetaria, y en todos los aspectos que lleven a la estabilidad, seguridad jurídica y previsibilidad.

La letra chica

El secretario de Agroindustria de la Nación, Luis Etchevehere me expresó en el programa Medio Día (Nihuil) que el acuerdo es la única posibilidad que tiene Argentina de integrarse al futuro. Y lo hará, dijo, porque este tratado es muy ventajoso para el Mercosur y para nuestro país. La apuesta no es ser el "granero del Mundo", sino agregar valor a los diversos complejos productivos y la integración a cadenas industriales internacionales, remarcó.

Amigos productores y bodegueros de Mendoza me expresaban la desproporción de bajar un arancel de 4 por ciento para ingresar con el vino a Europa, mientras se baja de 27 a cero la importación al mercado brasileño, pero Etchevehere puntualizó en la entrevista que será un proceso gradual de ocho años, lo que permitirá poner en línea la economía para blindar la competitividad.Y respecto de las objeciones de Alberto Fernández, el titular de Agroindustria respondió que el candidato estaba desinformado sobre el acuerdo y lo que pasa en el comercio mundial.

Dante Sica, el ministro de la Producción, hoy un actor clave en la militancia de este acuerdo, nos dijo en otra entrevista en Nihuil que no hay sectores que desaparecerán pero sí deberán mutar. Las empresas deberán modernizarse, y el sindicalismo está convocado para ser parte de los cambios, señaló.

Existe un compromiso del gobierno nacional de hablar con todos los sectores. Ante las resistencias naturales a la modificación del status quo, lo inteligente es revisar los temas minuciosamente y adentrarse a la letra chica. Y después, trabajar sin descanso en las asignaturas pendientes de la macro y en los temas necesarios de la micro.

El Mundo está para quienes puedan y sepan aprovechar las oportunidades que se traduzcan en bienestar para los pueblos. Sin voluntad y decisión todo será una acechanza permanente de la que los argentinos ya conocemos demasiado.

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