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La escultora Mercedes Savall ha "inmortalizado" al emblemático ex director técnico de River Plate dotándolo con una aparatosa genitalidad.
Y la escultora lo entendió literalmente. Fue así que agrandó la zona de la bragueta del DT como si el técnico se hubiese puesto un bollo de papeles de diario dentro del pantalón. El resultado es una formidable chastrinada.
La estatua de Gallardo tiene unos pocos días de inaugurada y ya es lo que en el lenguaje de la calle se denomina "un cago de risa". Lo que transmite es una caricatura de Gallardo. La obra, de 8 metros metros de altura y 6 toneladas, está muy lejos de representar la esencia de ese director técnico o de sugerir su legado.
¿Al palo?
Nuevamente ha quedado demostrado que lo de las estatuas en vida es algo impropio, fuera de tiempo. Puede concederse que el fútbol es un mundo aparte, con su mitología, su "relato", sus pasiones, sus leyes, y que lo que ha concretado la artista es parte de ese universo no exento de locura. Si esa ha sido la intención, ha salido mal.
Lo de la estatua del "Muñeco" no es argentinidad al palo, es argentinidad al pedo. No atribuible al homenajeado, sino a algunos directivos de River y a la autora de la obra, quienes convinieron que la estatua del ex DT debía hacer foco en la genitalidad del homenajeado.
Se comprueba una vez más que en ciertas ocasiones "muchas manos en un plato hacen garabatos".
Concedamos también que, en una de esas, podría haber salido una genialidad porque el arte no debe ponerse trabas. Pero no es éste el caso. Lo que se ha obtenido es una guarrada, es decir una de las formas a las que solemos apelar los argentinos cuando nos creemos más de lo que somos, cuando nos agrandamos con mentiras, cuando nos gana el badulaque.
¿Qué liderazgo?
Si se quería destacar la importancia que tiene la determinación y el carácter de un líder deportivo a la hora de formatear a un grupo de futbolistas, el resultado que se ha logrado con la estatua de Gallardo es contraproducente.
En vez de representar liderazgo, la obra apela a la deformación anatómica como tema central. Es como si quisiéramos atribuirle liderazgo natural al negro de whatsapp, ese Quasimodo de la era virtual que es víctima de una deformación que las redes sociales han convertido en artículo de feria.
Tal ha sido el batifondo, no provocado por pacatería sino por lo berreta del resultado, que ahora resulta que la pieza artística será "limada y pulida" para contrarrestar el aluvión de críticas y de cargadas en las que se ha visto metido el club.
Lo más probable es que se cumpla el "maleficio" de los jarrones chinos cuando se rompen y pretenden arreglarlos: siempre se va a notar el pegote.