Análisis y opinión

El libertario Milei tiene una hermana que lo modela

En política ya no se puede creer en nadie. Ahora lo único que falta es que el brioso Javier Milei sea un pollerudo de su hermana

Ahora resulta que el libertario Javier Milei, ése que quiere ponerle una bomba al Banco Central y sacar a patadas en el culo a los "socialistas disfrazados de liberales" como Horacio Rodríguez Larreta, no es un tipo tan hecho a sí mismo como se pensaba. Self made man eran los de antes.

Sin desconocer su empuje marketinero y su pasta de showman, hay otra persona, su hermana Karina Milei, unos pocos años menor que él, que es la que lo viene modelando políticamente desde hace tiempo. El propio MIlei la llama El Jefe (así, en masculino).

Esta hermana, de muy bajo perfil mediático pero de fuerte personalidad, asegura que "él es muy aplicado y hace caso" y uno de los ejemplos que da es que ha dejado de usar esos horribles trajes rayados con que lo conocimos, para pasar a los trajes lisos. Lástima que no ha podido hacer nada con el pelo del libertario. Nunca vamos a saber si es una peluca o pelo natural. Como nos pasa con la verdadera cara de Piñón Fijo.

Esta chica

El currículum de la hermana de Javier Milei dice que es relacionista pública y artista (escultora) y que tiene, créase o no, "un posgrado en eventos". Ni la event planner Barbara Diez, ex mujer de Larreta, debe poseer un título así.

"Ella es los ojos y los oídos de Milei" dicen de Karina, lo cual no es un definición muy buena teniendo en cuenta que nuestro personaje se vende como un tipo al que no lo manda nadie, ni siquiera la escuela austríaca de economía a la que dice adherir y a la que los populistas definen como el nido de la serpiente del neoliberalismo. Lo único que falta es que ahora Javier Milei sea un pollerudo de la hermana.

Ser "los ojos y los oídos de un líder" es algo que ya nos ha traído algunos malos ratos. Esa, por caso, fue la forma de pensar durante el gobierno de Macri cuando el jefe de Gabinete, Marcos Peña, se adueñaba de dicha frase para hacer y deshacer a placer. Peña no sólo era ojos y oídos sino también la boca de Macri. Tantos rasgos físicos trasvasados terminaron pariendo un esperpento.

La dama

Cristina, por ejemplo, no anda diciendo "Kicillof soy yo", o "Berni soy yo". Por el contrario son Kicillof y Berni los que vociferan "Yo soy Cristina" (aunque ahora de capa caída).

Por ahora serán sólo los porteños los que se tengan que hacer cargo del fenómeno Milei, quien, todo indica, entrará como diputado nacional al Congreso. Pero imagínese, lector, que en 2023 quiera presentarse a presidente de la Nación. Vamos a tener que estar preparados porque la hermana Karina va a querer meter mano en todo. Como si fuera una López Rega de Isabelita. O un Peña de Macri.

La papeleta del voto ciudadano debería incluir una cláusula que advirtiese, por ejemplo: "Se deja constancia de que estoy votando un candidato unipersonal. Mi voto no da derecho a que el candidato crea que esto lo faculta a nombrar hijos, cónyuges, hermanos, primos y demás parentela ni a trasladar su boca, sus oídos y sus ojos a otra persona". Mire a Bolsonaro en Brasil con esos tres hijos, uno peor que el otro, manejando los hilos del poder.

Versión local

En Mendoza, durante el último lustro del siglo pasado, supimos tener una versión local de esto. El gobernador Arturo Lafalla (1995-1999) promocionó a quien él creía que era su joven maravilla, Alejando Cazabán.

Lo había puesto en una especie de Inspección General para detectar posibles irregularidades en la gestión, pero terminó siendo su ministro de Seguridad en épocas bravas, como por ejemplo aquellas de la rebelión policial que le tocó enfrentar a ese mandatario y que dio lugar a una recordada reforma policial, de la que también tomaron parte los partidos de la oposición.

En aquellos días aciagos, Lafalla, para empoderar aún más a su ministro, solía azuzar con tres palabras: "Cazabán soy yo", un remedo del clásico L´Etat c´est moi (El Estado soy yo, de Luis XIV de Francia). Unos años antes, en la gobernación del peronista renovador José Octavio Bordón (1987-1991), éste llamaba a su vicegobernador Arturo Lafalla como "mi cogobernador" con la intención de convencernos de que ese gobierno era un equipo.

Tiempo después, en 1995, Bordón salió a pelearle a Carlos Menem, por fuera del peronismo clásico, la presidencia de la Nación. El riojano se presentaba para un segundo período. El Pilo trató de convencer a Lafalla de que dejara el PJ tradicional para irse con él. Lafalla no quería abandonar el peronismo, y mirando fijo a las cámaras de TV, le contestó: "Pilo Bordón, dejá de joder". Nada que ver con aquel "cogobernador" con el que fueron carne y uña.

Lo dicho: dejémonos de andar traspasando los ojos, los oídos y la boca a otros, que eso lo único que logra es fabricar inesperados Frankestein que terminan hablando por boca de ganso.

Temas relacionados: