Esta chica
El currículum de la hermana de Javier Milei dice que es relacionista pública y artista (escultora) y que tiene, créase o no, "un posgrado en eventos". Ni la event planner Barbara Diez, ex mujer de Larreta, debe poseer un título así.
"Ella es los ojos y los oídos de Milei" dicen de Karina, lo cual no es un definición muy buena teniendo en cuenta que nuestro personaje se vende como un tipo al que no lo manda nadie, ni siquiera la escuela austríaca de economía a la que dice adherir y a la que los populistas definen como el nido de la serpiente del neoliberalismo. Lo único que falta es que ahora Javier Milei sea un pollerudo de la hermana.
Ser "los ojos y los oídos de un líder" es algo que ya nos ha traído algunos malos ratos. Esa, por caso, fue la forma de pensar durante el gobierno de Macri cuando el jefe de Gabinete, Marcos Peña, se adueñaba de dicha frase para hacer y deshacer a placer. Peña no sólo era ojos y oídos sino también la boca de Macri. Tantos rasgos físicos trasvasados terminaron pariendo un esperpento.
La dama
Cristina, por ejemplo, no anda diciendo "Kicillof soy yo", o "Berni soy yo". Por el contrario son Kicillof y Berni los que vociferan "Yo soy Cristina" (aunque ahora de capa caída).
Por ahora serán sólo los porteños los que se tengan que hacer cargo del fenómeno Milei, quien, todo indica, entrará como diputado nacional al Congreso. Pero imagínese, lector, que en 2023 quiera presentarse a presidente de la Nación. Vamos a tener que estar preparados porque la hermana Karina va a querer meter mano en todo. Como si fuera una López Rega de Isabelita. O un Peña de Macri.
La papeleta del voto ciudadano debería incluir una cláusula que advirtiese, por ejemplo: "Se deja constancia de que estoy votando un candidato unipersonal. Mi voto no da derecho a que el candidato crea que esto lo faculta a nombrar hijos, cónyuges, hermanos, primos y demás parentela ni a trasladar su boca, sus oídos y sus ojos a otra persona". Mire a Bolsonaro en Brasil con esos tres hijos, uno peor que el otro, manejando los hilos del poder.
Versión local
En Mendoza, durante el último lustro del siglo pasado, supimos tener una versión local de esto. El gobernador Arturo Lafalla (1995-1999) promocionó a quien él creía que era su joven maravilla, Alejando Cazabán.
Lo había puesto en una especie de Inspección General para detectar posibles irregularidades en la gestión, pero terminó siendo su ministro de Seguridad en épocas bravas, como por ejemplo aquellas de la rebelión policial que le tocó enfrentar a ese mandatario y que dio lugar a una recordada reforma policial, de la que también tomaron parte los partidos de la oposición.
En aquellos días aciagos, Lafalla, para empoderar aún más a su ministro, solía azuzar con tres palabras: "Cazabán soy yo", un remedo del clásico L´Etat c´est moi (El Estado soy yo, de Luis XIV de Francia). Unos años antes, en la gobernación del peronista renovador José Octavio Bordón (1987-1991), éste llamaba a su vicegobernador Arturo Lafalla como "mi cogobernador" con la intención de convencernos de que ese gobierno era un equipo.
Tiempo después, en 1995, Bordón salió a pelearle a Carlos Menem, por fuera del peronismo clásico, la presidencia de la Nación. El riojano se presentaba para un segundo período. El Pilo trató de convencer a Lafalla de que dejara el PJ tradicional para irse con él. Lafalla no quería abandonar el peronismo, y mirando fijo a las cámaras de TV, le contestó: "Pilo Bordón, dejá de joder". Nada que ver con aquel "cogobernador" con el que fueron carne y uña.
Lo dicho: dejémonos de andar traspasando los ojos, los oídos y la boca a otros, que eso lo único que logra es fabricar inesperados Frankestein que terminan hablando por boca de ganso.