Ideologismo
Alberto y Cristina fueron elegidos ampliamente en 2019 y ahora sancionados con el voto en estas elecciones legislativas de 2011. Cada país tiene sus lógicas y hay que ser respetuosos cuando se observa desde afuera. Los países son como los amores: tienen razones que la razón externa no cacha con facilidad.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, también conocido como "la Cancillería", es una de las carteras de gobierno más deficitarias, políticamente hablando, de esta gestión. El exceso de ideologismo tiene a esa repartición como maleta de loco y le está haciendo mucho daño.
Deberíamos exhibir una Cancillería moderna, coherente, eficiente, equidistante. Una cancillería en la que las fricciones potenciales con otras naciones fuesen tratadas de manera profesional y no con chapucerías. Por el contrario, tenemos un organismo lleno de contradicciones.
Así es como aparecemos apañando a países en los que no se respetan los derechos humanos y civiles porque supuestamente "son del paño" y en cambio les damos con un caño a países donde sus ciudadanos votan "a la derecha", según el machacado rótulo que el kirchnerismo insiste en colocarle en la Argentina a Juntos por el Cambio para asemejarlos al mal.
El papelón
En el caso de Chile, la Argentina ha vuelto a hacer un papelón por la incontinencia verbal y la desubicación de nuestro embajador en Santiago, Rafael Bielsa, un hombre que ya fue canciller en la Presidencia de Néstor Kirchner y que tiene una larga carrera como legislador en el Congreso nacional.
Este Bielsa diplomático opinó, como si fuera un particular y no un embajador obligado al recato oral, sobre los resultados en las recientes elecciones presidenciales en ese país, cuya primera vuelta ganó un dirigente de la derecha más ultra; José Antonio Kast.
Nuestro embajador acusó a Kast, el candidato más votado, de ser un político que "ha exhibido su antiargentinismo como una etiqueta" y de "tener actitudes xenófobas". De inmediato el gobierno de Sebastián Piñera protestó ante la Casa Rosada por la "injustificada intromisión" de Bielsa en sus asuntos internos, máxime en torno a una elección en donde los dos más votados, el citado Kast, y Gabriel Boric, de la izquierda, deben dirimir aún una segunda vuelta el 19 de diciembre.
La falta de tacto político y de criterio profesional de Bielsa en este asunto ha sido chirriante.
Nada personal
"Es una opinión personal (del embajador Bielsa) que no expresa lo que opina el Gobierno" tuvo que salir a decir con escaso convencimiento la portavoz de Alberto Fernández, Gabriela Cerruti, quien en su poco tiempo de labor ya ha tenido que hacer desmentidos similares, de difusa credibilidad. El canciller Santiago Cafiero debió llamar a su par chileno para pedir disculpas.
¿Puede un diplomático de nuestro país poner sus propios pareceres, como si fuera un librepensador, por encima de la posición ecuánime que debe presentar el Gobierno que representa? Claro que no.
Se trata, sin dudas, de un sonoro disparate por el cual Rafael Bielsa debería haber sido cesanteado de inmediato por el Presidente Fernández, al que ha metido en un un brete absolutamente innecesario que ha vuelto a manchar a la ya dañada Cancillería.
A este episodio hay que agregar el hecho de que nuestro embajador en Chile ya había protagonizado hace unas semanas otro episodio desusado. Fue cuando concurrió en persona a un juicio a dar su apoyo a un argentino, el líder mapuche Jones Huala. Esta persona, que ya tiene una condena de 9 años por actos violentos contra la propiedad privada y estatal en Chile, estaba siendo nuevamente juzgado por otras de sus andanzas violentas en territorio chileno en nombre de la "nación mapuche". En lugar de enviar a un funcionario de menor rango del consulado a donde se cumplía el juicio, Bielsa se presentó en persona a acompañar a su compatriota.
Dos puestas en escena bochornosas que hablan claramente de la declinación del Bielsa político, al que el Gobierno parece que va a seguir sosteniendo para que los platos rotos los pague el Presidente. Es muy difícil entender esta lógica.
Es evidente que estábamos equivocados. Parece que el verdadero Loco Bielsa no es el inclasificable Marcelo, a quien aman en Chile, país de cuya Selección nacional fue DT, sino Rafael, el abogado, político, escritor, poeta y actual embajador argentino en Chile, ese que se puso a dar desaforadas declaraciones sobre las elecciones presidenciales en ese país como si fuera un hijo de vecino que pasaba por ahí.