En el juicio a las juntas militares que actuaron en el denominado Proceso de Reorganización Nacional en 1983, el fiscal, Julio César Strassera cerró su alegato con una recordada expresión: “Nunca más”.

Quienes vivimos el período de tiempo desde principios de los '70 a la actualidad, fuimos, somos testigos de como la Democracia llegó y se instaló hasta nuestros días.  Y con ella, todo lo bueno y lo malo de la misma.

Los '70 en la Argentina, por odio o simpatía por algunos de los bandos, mantenían dividido al país.

Luego de octubre del '83, esa condición pareció desaparecer.  Al menos por unos cuantos años.  Y no me refiero hoy a la famosa grieta, sino a una condición similar de violencia, terror, asesinatos impunes, ataques cobardes…

El caso de Jorge Adolfo Ríos (71, jubilado que sufre de EPOC, tuvo un infarto y solo tiene un riñón), detenido por dos días en una comisaría, violando los derechos internacionales que le asisten por su edad y  acusado de homicidio con exceso de legítima defensa provocó la indignación, no solo de sus vecinos, sino de la Argentina toda quienes no podemos entender cómo la Justicia transforma a una víctima en victimario.

Hoy, la cúpula de la Policía de Quilmes fue descabezada.  Pero además, esa misma policía contaba desde el día de los hechos con los documentos caídos en el domicilio del jubilado de 3 de los delincuentes.  ¡Y no fueron a buscarlos inmediatamente! ¿Otra connivencia más?

El derecho de matar

Si el jubilado Jorge Adolfo Ríos hubiera sido salvajemente asesinado, hoy no sería ni un número más en la estadística.  Porque ni siquiera hay en este país estadísticas serias sobre los muertos por asaltos en 37 años de democracia. 

En semejante estado de confusión, ya no sabemos el por qué de la negativa de ésta y la administración 2003/2015 a otorgar a los delincuentes el derecho a matar.

Un derecho que han debatido en tertulias masturbatorias muchos representantes del progresismo vernáculo que ven en el delincuente no un victimario sino una víctima de la sociedad a quien no se le ha dado oportunidades. Y por eso actúa como un justiciero cuyas víctimas no merecen compasión. La ideología es muy útil para enmascarar la realidad.

El derecho del delincuente a matar ha sido defendido por ciertos jueces que en sus fallos llegan al extremo de declarar a la víctima, a la persona asesinada, corresponsable de su propio homicidio.

Esto es: “Si la victima presenta una inesperada resistencia produce un cambio en el curso causal de los acontecimientos, que desvía el destino originario de los mismos y transforma lo que era un hecho de robo con armas en una tragedia inesperada y no deseada”.

El criminalista Elías Neuman, fallecido en 2011, llegó a tipificar las conductas de las víctimas. En una entrevista explicó que existen víctimas “normales” y otras “coadyuvantes, colaboradoras”.  Dijo: “La víctima que insulta a quien la ataca, que no entrega el automóvil, que no preserva su vida en esos momentos, bueno, coadyuva con el crimen”.

Deberíamos dejar de discutir qué fue primero, si el huevo o la gallina, si la injusticia social o la anomia moral en la que hoy vivimos. Si es herencia, y de quién. Debemos reordenar las prioridades, en función de los valores.

Convivimos con una extensa caterva de cobardes, déspotas corruptos, pusilánimes, temerosos del poder de las mafias.  Las barrabravas, las políticas y las privadas.

No hay nadie que le ponga el cascabel al gato.

La desazón del que trabaja o estudia y cumple es muy grande.

Es por eso que quienes ostentan el poder por mandato de sus votantes, no deberían abusar de su condescedencia o una aparente impavidez.

La justicia que es ciega; y en Argentina además: sorda y muda debiera tomar ejemplo de aquellos del 83…Para que, cerrando capítulos podamos decir sobre esto violencia y la corrupción que la avala: “Nunca màs!!!”.

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