Historias del crimen

Sus padres le quisieron dar una lección por sacarles el auto sin permiso y lo terminó matando un preso

El crimen de un adolescente travieso de 17 años terminó cuestionando la conducta de sus padres y de todo un sistema penitenciario

En el apacible barrio de Nueva Zelanda, una travesura de un adolescente y una dura lección que le quisieron dar sus padres terminó en un crimen sin sentido.

Fue en junio de 2006, cuando Liam Ashley (17), el menor de 4 hermanos cometió un acto de travesura: les sacó el auto a sus padres sin su permiso.

En lugar de un simple reto, los progenitores decidieron denunciarlo y que pase algunos días en una prisión correccional. Pero todo terminó de la peor manera: con un crimen.

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La víctima del crimen todavía es recordada en Nueva Zelanda.

La víctima del crimen todavía es recordada en Nueva Zelanda.

La lección que terminó en crimen

Liam Ashley no era un delincuente empedernido. Sus infracciones eran menores: un robo menor en una tienda, posesión de un cuchillo en público y, finalmente, el uso no autorizado del vehículo familiar.

El 18 de agosto de 2006, sus padres vieron en la cárcel una "zona segura" para su hijo adolescente, lejos de las tentaciones de la calle. "Queríamos corregir su comportamiento y evitar más travesuras menores", declararon años después en una entrevista.

Negaron la fianza, enviándolo directamente a custodia preventiva. Lo que no sabían era que el sistema penitenciario neozelandés, con sus protocolos laxos para el transporte de reclusos, se convertiría en una trampa mortal.

El 24 de agosto de 2006 en la tarde, Liam Ashley fue cargado en una de las 4 celdas de un furgón penitenciario. Transportaba a varios presos desde el tribunal una prisión. El joven compartía su compartimento con 2 hombres: uno inofensivo y el otro, George Baker, un recluso de 25 años con un historial aterrador y clasificado como "de alto riesgo".

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La víctima y el autor del brutal crimen.

La víctima y el autor del brutal crimen.

Lo que ocurrió en esos 20 minutos de trayecto fue una pesadilla. George Baker, impulsado por una rabia inexplicable, se abalanzó sobre el adolescente y cometió el crimen. Lo estranguló con brutalidad, usando sus manos y un cinturón improvisado, mientras lo pisoteaba repetidamente en la cabeza y el torso.

Cuando el vehículo llegó a destino y los guardias abrieron la puerta, encontraron el cuerpo del adolescente desplomado en el suelo, cubierto de sangre, con fracturas craneales y asfixia severa.

El asesinato de Liam Ashley desató una tormenta de indignación en Nueva Zelanda. Criticas contra el sistema por no separar a vulnerables de depredadores. La familia Ashley, hundida en la culpa, enfrentó el escrutinio público: ¿cómo pudieron enviar a su hijo a un lugar que creían protector, solo para que muriera allí? La madre confesó en 2015: "Perdonarnos a nosotros mismos ha sido más duro que perdonar al autor del crimen".

El autor del crimen fue juzgado rápidamente y condenado a cadena perpetua. Admitió los hechos sin remordimientos. Sigue en aislamiento en una prisión ya que su violencia carcelaria continúa.

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