El 21 de junio de 2004, Jim Donnelly, un ingeniero de procesos de 43 años, besó a su esposa y a sus dos hijos pequeños antes de salir de su casa en Nueva Zelanda. Nadie sospechaba que iba a desaparecer para siempre.
Fue a trabajar y desapareció para siempre: sus pertenencias estaban en un tanque de ácido
Hace 20 años que no se sabe nada del ingeniero que desapareció en su lugar de trabajo misteriosamente
Era un lunes como cualquier otro: Jim Donnelly se dirigía a su trabajo en una planta siderúrgica donde había trabajado durante casi 20 años. Ingeniero meticuloso y padre dedicado, era conocido por su estabilidad y su aversión al riesgo.
Nadie podía imaginar que ese trayecto rutinario marcaría el inicio de una desaparición que, dos décadas después, sigue envuelta en misterio y dolor. Las pistas apuntan a un tanque de ácido, pero las respuestas se desvanecen como humo.
La desaparición de Jim Donnelly
Jim Donnelly se había convertido en un pilar en la planta, supervisando procesos químicos complejos en un lugar donde el calor de los hornos y el zumbido de las máquinas definían la rutina. Con un salario estable y una vida familiar armónica, soñaba con ascensos y vacaciones en familia.
Sin embargo, en las semanas previas a su desaparición, algo cambió. Su esposa dijo que parecía estresado, distraído, como si cargara un secreto pesado. "Estaba agitado, hablaba de una reunión importante en la fábrica, pero no daba detalles", recordaría.
Ese lunes fatídico, Jim Donnelly llegó a la planta. Firmó su entrada, se cambió en el vestuario y fue visto por última vez a las en un andamio elevado, supervisando operaciones. Vestido con su overol azul, casco amarillo y gafas de seguridad, parecía concentrado en su tarea. Luego, nada.
No se presentó a la reunión que tanto lo preocupaba, no respondió llamadas ni mensajes. Cuando no regresó a casa, su esposa alertó a la Policía de Nueva Zelanda. Su auto fue hallado estacionado en un rincón remoto del lote de la fábrica, lejos de su lugar habitual.
El tanque de ácido en medio de la desaparición
La búsqueda se desplegó de inmediato con una escala impresionante. La policía neozelandesa interrogó a decenas de empleados y revisó cintas de seguridad. No había rastro de Jim Donnelly saliendo del lugar.
La hipótesis inicial fue un accidente industrial: quizás Jim Donnelly cayó en un horno o un tanque. Pero los hornos fueron inspeccionados —incluso se quemó un cadáver de oveja para probar si podía desaparecer por completo, y no lo hizo—. Nada.
Cinco días después, el 26 de junio, el enigma de la desaparición se volvió macabro. Un trabajador encontró el casco de Jim Donnelly detrás de una jaula protectora, junto a un tanque de ácido utilizado para limpiar metales. El área había sido registrada exhaustivamente días antes.
La policía ordenó drenar el tanque. Al fondo, emergieron pertenencias de Jim Donnelly: una tarjeta de identificación laboral, gafas de seguridad, tarjetas de crédito, algo de efectivo y una llave de trabajo individual. El llavero con las llaves de casa nunca apareció. El ácido, de baja concentración para procesos industriales, no había dañado significativamente los items, prueba de que no era lo suficientemente fuerte para disolver un cuerpo humano.
La investigación exploró cuatro escenarios: accidente, suicidio, desaparición voluntaria o juego sucio. El accidente se descartó por falta de evidencia. El suicidio parecía plausible dada la depresión de Jim Donnelly tras la muerte de familiares años antes, pero no encajaba con su personalidad. Una huida para una nueva vida era improbable ya que amaba a su familia, no tenía deudas ni vicios. El juego sucio ganó terreno. ¿Vio algo prohibido como irregularidades de seguridad o disputas laborales?