Si uno la ve desde afuera entiende mejor su apodo. La Madriguera ha pasado de ser un casa que conocían un puñado de jóvenes en Rivadavia a convertirse en titulares de todos los medios de comunicación de la provincia. Pero, ¿cómo era el escenario donde se realizó más de una fiesta clandestina?

"Calle Arturo Íllia, entre San Isidro y Lavalle". Más de una vez esa frase recorrió el boca en boca de varios jóvenes de Rivadavia, generalmente de alto nivel económico, como el punto de encuentro para una fiesta clandestina. Seguro que nadie se pudo imaginar que iba a ser el escenario de un abuso sexual en Rivadavia -ya hay dos denuncias que están siendo investigadas-.

Una puerta gris con rejas negras y una ventana con persiana de madera son lo que se ve para todos. Pero puerta adentro, decenas de jóvenes se juntaban varios fines de semana para hacer lo que está prohibido en tiempos de pandemia.

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La fiesta clandestina era convocada por un grupo de jóvenes de buen pasar económico -entre los cuales se encuentran los sospechosos de los dos expedientes- y se iba corriendo boca a boca entre el ambiente. Los organizadores ya estaban acostumbrados ya que algunos de ellos trabajaban para una productora que realizaba fiestas electrónicas antes de la cuarentena. Incluso también habían liderado alguna que otra fiesta clandestina en una finca cuando estaba prohibido debido a la veda por alguna elección, según recordaron algunos rivadavienses.

Dentro de la Madriguera se veía de todo. Alcohol, drogas y hasta mesas de apuesta de póker. A veces llevaban las bebidas los propios invitados, al estilo "heladerita", y en otras ocasiones los organizadores se encargaban del asunto. Algunos jóvenes que han asistido al lugar aseguraron haber visto barras y hasta diez freezers que eran alquilados a una empresa de banquete.

Este fue el contexto en que surgieron las dos denuncias de abuso sexual en Rivadavia en los últimos días. Ahora será la Justicia la encargada de probar si los delitos existieron y si los señalados fueron los autores.