Soderling y los ataques de pánico: "Llegué a buscar en google cómo suicidarme"

La vida de un deportista de élite a la vista del resto de los mortales parece pasar por ganar más o menos títulos o más o menos plata pero muchas veces esconden una historia detrás no solo por su origen y su sacrificio para llegar a ese lugar de privilegio sino también sobre cómo convivir con el éxito y la presión, y esto se potencia en un deporte individual y tan mental como el tenis y la confesión de Robin Soderling sobre los ataques de pánico y ansiedad sufridos expone esta realidad de una manera muy cruda.

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"Tenía ansiedad constante, me roía por dentro. Me sentaba en el apartamento y miraba al vacío sin entender, el ruido más pequeño me provocaba pánico. Cuando una carta caía sobre el felpudo, me entraba tal pánico que caía al suelo. Si sonaba el teléfono, temblaba de miedoLlegué a buscar en Google cómo suicidarme", reveló el sueco a la emisora pública de su país, aunque aclaró que realmente no quería morir, pero "cualquier cosa era mejor que esta vida en el infierno".

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Soderling ganó diez títulos ATP en su carrera y atravesó su mejor momento entre 2009 y 2011, alcanzando el cuarto puesto del ranking en noviembre de 2010, con dos finales consecutivas en Roland Garros y una victoria sobre el imbatible Rafael Nadal en el polvo de ladrillo parisino incluidas. Pero ese éxito, lejos de disfrutarlo, lo terminó padeciendo, autoexigiéndose de manera desmedida: "Solo había tres jugadores con los que podía perder, al resto tenía que ganarles, si no me sentía mal, fracasado, un perdedor",  contó en diálogo con Verano en P1.

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En julio de 2011, después de ganarle a David Ferrer la final del Abierto de Bastad, su último partido profesional, manejaba de vuelta a su casa en Montecarlo cuando empezó a caer en "un abismo negro sin fondo", un malestar que empeoró un mes más tarde, antes de jugar el US Open. "Me entró pánico, empecé a llorar. Lloraba y lloraba. Volví al hotel y me tiré en la cama, cada vez que pensaba en salir a la pista, entraba en pánico. Por primera vez sentí que independientemente de cuanto quisiera, no podía, ni aunque me pusieran una pistola en la sien", recordó.

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