Las exigencias en los momentos cruciales pueden jugar en contra. Eso lo sabe muy bien la Lepra. Y parece un designio, porque cada vez que debe ganar o ganar, termina perdiendo o empatando.
Y lo demostró en los últimos dos partidos de local cuando tenía que quedarse con los seis puntos y apenas ha rescatado uno.
¿Cómo se explica esto?. No va por el lado de la actitud física porque los Azules corren, meten pierna y no mezquinan fervor.
Va por el lado del aprovechamiento integral de las ocasiones que se generan. Dicho en forma más simple: debe meter los goles en las situaciones favorables y no dajarlas pasar.
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Como este domingo frente a Deportivo Morón (1-1) cuando ya le ganaba 1 a 0 con el gol de Negri a los 4’ del primer tiempo, tuvo dos jugadas para aumentar y no pudo. Después lo durmió el Gallito.
Y al comenzar el segundo tiempo tuvo un penal que remató Cristian Lucero y se lo atajó Galván. Esa es dejarla pasar. Y el tren de la victoria no pasa todos los días.
Independiente Rivadavia después lo sufrió y tuvo que aparecer Aracena para atajar al visitante. Dentro del desorden del ataque local hubo algunas a favor como el tiro libre de Dematei que tocó el travesaño o la jugada que armó Federico Castro y se la sacó el arquero de Morón.
Los últimos 15 minutos fueron con una ventaja numérica de los Azules por una expulsión en el rival y se dio la lógica de un vendaval impulsado por nervios y fibras azules, pero realizado con los genes del desorden y las malas decisiones. Centros cortos o demasiados largos. Intentos de remates sobre la piernas de los defensores de Morón. Más apuro que orden, más intensidad que certezas.
Puntos que se van, que no llegan y que al final se lamentan.
La Lepra perdió dos y no ganó uno.
Foto: Horacio Altamirano (UNO)