Análisis y opinión

Walter Santoro: "Increíblemente, Gardel está más vigente en el exterior que en la Argentina"

El creador de la Fundación Industrias Culturales Argentinas es el autor de Gardel en Imágenes, una cuidadosa selección de fotografías de la historia del Morocho del Abasto

La estampa de Carlos Gardel , en el esplendor de su pinta ciudadana, es uno los símbolos máximos de la argentinidad en cualquier parte del mundo.

Pero Gardel no es solo una sonrisa eternizada en el afiche. Su figura tuvo una sugestiva evolución, desde sus comienzos artísticos, hasta convertirse, con total autoridad, en la sonrisa del mito, de la leyenda popular.

Por eso resulta tan atractivo y valioso el libro Gardel en Imágenes, trabajo de un devoto gardeliano como Walter Santoro, que cuenta, en 300 páginas, la historia del Morocho del Abasto mediante una cuidadosa selección de fotografías con sus respectivos epígrafes en versión bilingüe.

Santoro, creador de la Fundación Industrias Culturales Argentinas y de la Fundación Internacional Carlos Gardel, recibió, en 2018, la autorización de las dos herederas del Zorzal Criollo, Nuria Eulalia Andrea Cortada de Fortuny y María Ana Inés Cortada de Fortuny, para acceder a todos los derechos de ese valioso patrimonio cultural.

En diálogo con el programa La Conversación de Radio Nihuil, junto a Esteban Tablón y Federico Lancia, contó la génesis de su misión tan encomiable.

-Qué buen libro has armado, Walter. Es un recorrido fascinante en imágenes por toda la trayectoria de Gardel.

-Es un libro que habíamos pensado durante muchos años, pero siempre se complejizaban algunas etapas de Gardel.

-¿Por qué?

-Porque de la parte última de Gardel, con las películas y las fotos del momento, se consigue bastante. Pero no de la primera época. Es muy complejo todo. Hay muy poco material. La Fundación Internacional Carlos Gardel tiene alrededor de 1.586 fotos originales, documentos y varias cosas más. Así, en un trabajo a través de varios años, pudimos rearmar, reconstituir la historia de Gardel en imágenes.

-Ya que lo mencionaste, el sitio web de la fundación (fundacioncarlosgardel.org) es estupendo también.

-Te agradezco. Cuando las herederas de Gardel, dos señoras de mucha edad, de 78 y 79 años en ese momento, me vinieron a ver, estaban muy preocupadas respecto de qué iba a suceder con esa herencia. Entonces, yo les propuse que la mejor manera era armar una fundación para que esto perdurara en el tiempo.

-¿Cuáles son los beneficios?

-Una fundación pasa a ser un organismo oficial, social, manejado por privados. Lo interesante es eso. Y así nació.

-En el sitio, además del material gráfico, figuran muchas historias generadas por el Mudo.

-En los últimos años, la gente se quedaba como hipnotizada cuando yo contaba una pequeña historia de Carlos Gardel. En un momento, desde la prensa me pidieron que escribiera sobre el tema. Yo nunca había escrito notas en mi vida, así que fue todo un desafío. Son como pequeños cuentos. Y la verdad es que funcionó muy bien. Han quedado unas veinte. Uno puede conocer así toda la vida de Carlos Gardel contada en pequeños episodios que lo fueron construyendo.

-Sí, todos con títulos atractivos. Tienen gancho.

-Una de las últimas notas que saqué se llama “¿Por qué alguien sería gardeliano?”. Es muy interesante entender porqué, ochenta años después de la muerte de Gardel, hoy, en quinta o sexta generación, alguien podría ser gardeliano.

-Lo cual habla de la potencia de su legado.

-Claro, porque, mientras vos convivías con Gardel, eso era fácil. Si tu abuelo o tu viejo eran gardelianos, también resulta fácil. Pero si lo era tu bisabuelo, ¿cuántas cosas conocés de tu bisabuelo, más allá del nombre y algunos pequeños detalles? Y más atrás todavía, a partir del tatarabuelo, en quinta generación, ya tenés que encontrar algo y entender qué es lo que pasa en la cabeza y en la vida de miles, de millones de personas en el mundo para que sean gardelianos. Es impactante lo que sucede.

-Las cosas envejecen. Es una ley de la vida. Pero no pasa con Gardel. Tanto su figura como su voz permanecen intactos.

-Yo creo que lo bueno, con la edad, se fortalece, se engrandece. Es al revés con el paso del tiempo. Y la historia necesita tiempo para que algo se convierta en histórico. Gardel tiene todas las condiciones para eso.

-Por otra parte, ¿no contribuyó a esto, al mito, a la leyenda, el que muriera joven?

-La conformación de un mito sucede a través de tres cosas fundamentales que tienen que combinarse. Una es una muerte trágica. La otra, que sea en la cúspide de la carrera. Y la tercera es que tenga con qué, que tenga esencia. No cualquiera que esté en la cúspide de algo y se muera trágicamente pasa a ser un mito. Y Gardel no solo cumplía con estas condiciones, sino que tenía otras más.

-¿Como cuáles?

-Él instauró el sentir del éxito en el porteño, en el latinoamericano o en aquel que, siendo emergente, no lo conseguía. Gardel pasaba a ser esa esencia para muchas personas.

-Has ido recogiendo testimonios materiales de esta devoción, ¿no?

-Una de las cuestiones, cuando yo asumí la custodia del mausoleo, fue que, todos los meses, nos encontramos con cenizas o con pequeñas urnas, a un promedio de tres urnas por mes. Algo muy loco de analizar 84 años después.

-¿Y a qué lo atribuís?

-A esta pasión de un montón de gente que no ha sido contemporánea de Gardel, que ha nacido después, pero que quiere ser enterrada con Gardel. Es un fenómeno digno de ser estudiado. Por eso digo que yo lo entiendo como que él cubre la expectativa de éxito de esa gente. Por eso mismo, en cualquier generación, si vos decís “Sos Gardel”, todos te entienden. No necesitás explicar porqué eso significa ser especial, ser exitoso. Es algo increíble. Y los argentinos, que en estos momentos o en otros en que nos sentimos devaluados de alguna manera, en nuestra idiosincrasia, en nuestra identidad, necesitamos más Gardel que nunca.

-¿Para encontrar qué?

-Necesitamos encontrar en Gardel eso que, sin meterse en la política, sin meterse en la religión, el tipo supo lograr.

-Hablando de estos amores, vos estudiaste ingeniería en sistemas. ¿Cómo fue que te hiciste gardeliano?

-Cuando era chico, yo quería estudiar Arquitectura. Y justo, a los 17 años, entré de cadete para sacar fotocopias en lo que después iba a ser la primera casa de computación Apple de la Argentina. A raíz de eso mi familia me convenció de que tenía que estudiar informática y así entre en Ingeniería en Sistemas.

-¿Terminaste la carrera?

-Tendría que haberme recibido entre el 90 y el 91. Los que tenemos determinada edad sabemos lo difíciles que fueron esos años. Por ejemplo, hubo materias que no pude cursar, directamente, una porque estaban los cortes de luz, otras veces los paros, etcétera.

-Ok, no te recibiste, pero te habrás dedicado a la profesión.

-Intenté trabajar en ingeniería en sistemas. Me aburrí, me dediqué a los negocios y me convertí en empresario.

-Pero ¿cuál fue el clic que hiciste?

-Siempre tengo el tema social muy adentro, por lo que he colaborado con entidades de ese tipo. Hasta que decidí crear la mía, que es Industrias Culturales Argentinas y vi qué cosas podía hacer por la sociedad. Empecé con programas. Uno fue el “Rescate del patrimonio cultural del tango”.

-¿Y este por qué, específicamente?

-Como yo soy coleccionista de literatura, se me empezaron a acercar libreros diciéndome que había distintas colecciones de tango a la venta. Así, me fueron buscando personas ya de avanzada edad con sus materiales. Entonces me hice, al día de hoy, de casi cuarenta y dos mil objetos, de los cuales un gran porcentaje es de Carlos Gardel, obviamente.

-¿Qué te representó todo ese bagaje?

-El que uno tenga objetos de colección de tango le da a esa persona una atracción especial. Y en 2017 me involucraron en un conflicto en torno al estado del mausoleo de Gardel. Ahí quise ofrecer dinero para restaurarlo, porque estaba abandonado. Entonces tomé contacto con las herederas y me fue sencillo, porque ellas me dijeron que, como ya estaban grandes, en vez de darme un poder preferían donarlo. Así se creó la Fundación Internacional Carlos Gardel.

-La vida misma.

-La vida misma me lleva, sí. Y vamos construyendo un futuro con una idea base, que es recuperar lo nuestro y nuestra propia identidad.

-Buenos Aires es una ciudad cosmopolita, con gran variedad de expresiones culturales. ¿Cuál es la receta por la que Gardel se ha transformado en su símbolo? ¿Cuál es el secreto?

-Esto viene de nuestra propia identidad, de un momento de la Argentina, en que había aquí un poco más de 50% de inmigrantes extranjeros y un 20% del interior del país. Se produjo, entonces, una búsqueda de identidad natural por parte de la sociedad argentina. Gardel supo ser esa persona que le otorgó ese lugar. Esto es la base. Por eso mismo nos sentimos Gardel, lo escuchamos.

-Supongo que tendrás datos sobre el asunto, ¿no?

-Cuando lanzamos el logo de la fundación, se contrató un estudio que hizo una pequeña encuesta entre chicos jóvenes, de 12 a 15 años. La mayoría no sabía el nombre de Gardel, no sabía bien quién era. Pero, cuando lo escucharon, no hubo uno solo que no dijera: “¡Qué bueno! ¡Qué lindo!”. Entonces, tiene eso que uno lleva en la sangre que te atrapa. Por otra parte, increíblemente, Gardel está más vigente en el exterior que en la Argentina.

-Jamás lo hubiéramos pensado.

-Por más que no lo podamos creer, es notable lo que lo aman en el exterior, la pasión que genera afuera.

-¿Con Japón a la cabeza?

-De Japón no tengo datos, pero sí de Latinoamérica toda, de Miami y bastante de Europa. De China se contactaron porque “Por una cabeza” allá es un himno, es mucho más que una canción. Y Gardel está asociado a lo que es tango. El tango, sin Gardel, no existe para ellos.

-¿Qué se sabe, en definitiva, del tan comentado encuentro que podría haber existido entre Gardel y Frank Sinatra?

-El tema es así: el ser humano, por naturaleza, necesita llenar los huecos, cubrir los espacios que no lo cierran. No puede dejar nada abierto. Entonces, cuando falta información de algo, la gente la inventa para cerrar ese círculo. Y con Gardel sucedió algo semejante en muchas cosas. Por ejemplo, con la nacionalidad o con el accidente aéreo, que son cosas que quedaron abiertas en la historia.

-¿Y con la Voz?

-Con respecto a Gardel y Sinatra, se sabe que no pasó. Todo lo relativo a Gardel y Sinatra lo vas a leer en la biografía de Bing Crosby. Sucedió, pero con otra persona. Alguien se lo atribuyó a Gardel, salió, quedó, la gente lo fue difundiendo y así fue creciendo.

-Eso es parte de los mitos urbanos y culturales.

-Totalmente. Y está bueno. Vos sabés que hay historias que son positivas. Hubiera sido fantástico que Gardel se encontrara con Frank Sinatra. Salvando las diferencias generacionales, está muy bueno. Como está muy bueno el encuentro con Chaplin. Fue muy importante en la vida de Gardel.

-Claro, se fue encontrando con enormes figuras como Chaplin, Caruso, ¡Piazzolla cuando era un niño!

-¡Con lo que significó Piazzolla! ¿Vos sabés que Piazzolla se da cuenta de semejante importancia de grande?

-¿Y antes qué pasó?

-Antes de eso, Piazzolla no tenía una buena imagen de Gardel.

-¿Por qué?

-Porque, simplemente, él venía con una música nueva y consideraba que Gardel era lo viejo, lo antiguo. Pero, en 1978, se da cuenta de su error y le escribe una carta abierta donde reivindica todo lo suyo y le dice lo que no le pudo decir en aquel momento, cuando tuvo la oportunidad de filmar la película (El día que me quieras) y luego su padre no lo dejó ir de gira.

-Ahora bien, más allá de lo musical y de lo artístico, Gardel es una estampa argentina. Estampa de galán engominado, con el funyi de rigor y aire de canyengue porteño. Sin embargo, tu libro permite apreciar algo que pasa desapercibido: toda la primera etapa promocional de Gardel, fundamentalmente en el exterior, en París, la hizo vestido de gaucho.

-Totalmente. Esto se dio por una conveniencia económica. Cuando surge la idea de poder viajar a España, en 1923, a través de la Compañía Rivera-De Rosas, si una orquesta iba a competir con los artistas europeos, tenía que pagar muchos impuestos. Pero si iba con los trajes típicos de su país, no los pagaba.

-Su atuendo gauchesco era for export típico: pañuelo al cuello, rastra, espuelas de plata…

-También es interesante saber porqué el traje de Gardel tiene flores, pues los gauchos no se ponían flores. Pues bien, es una construcción, en primer lugar, del traje andaluz, cuya versión de gala lleva flores. Ya Podestá había hecho esa invención de trajes floreados. A eso se suma que es un traje de gaucho patrón, con el chalequito.

-Un gaucho patrón como los de Raúl Moneta…

-(Risas) Un gaucho patrón bonito.

-Y eso vendía, ¿no?

-Esa primera impresión de Argentina en España tuvo un éxito enorme.

-Lo cual se repitió en Francia, ¿no?

-Lo que impactó en el debut de Gardel en París fue, también, esta excentricidad de estar vestido de gaucho. No te olvides que en la época el atractivo era lo diferente, el salir de lo común. Después, cuando lo escucharon cantar, pasó a ser “la voz”. Ya no tenía importancia el traje de gaucho.

-Volviendo a Gardel y Piazzolla, uno tiene la impresión de que a Astor nada le resultó fácil, que tuvo que laburar y pelearla con coraje. En cambio, se suele pensar que a Gardel las cosas le brotaban más espontáneamente. ¿Cuánto de cierto hay?

-Gardel era un gran profesional. Un obsesivo y un exquisito. Y acá hay un dato más científico: Gardel era ambidiestro.

-¿Y eso en qué se traduce?

-Los ambidiestros, con la unión de los hemisferios cerebrales, tienen una ecuación que les da más control sobre la emoción, permite ordenar la sensibilidad artística por la parte racional. Se dice que tienen sinestesia y que pueden sentirles olor a los colores y esas cosas, algo que nos está vedado al resto.

-Una característica del Morocho poco conocida.

-Lo divertido de este chiste es que a los amigos íntimos les firmaba las fotos con la mano izquierda y a los demás con la mano derecha.

-Tampoco se suele subrayar otra virtud de Gardel: que fue un vanguardista. Cada vez que surgía una novedad en tecnología, en grabaciones, en difusión radiofónica, etcétera, el tipo la adoptaba.

-Sí. Gardel se iba construyendo. En la época estaban de moda las nuevas tecnologías. Estaba de moda patentar y estaban de moda los inventos. Y Gardel se subía a todos. No nos olvidemos que él, en 1917, hizo algo que no le gustó: filmar “Flor de durazno”. Fue su primera película, en la que estaba gordo y no se pudo destacar. Encima, era muda.

-¿Gardel era picaflor?

-Parece que sí. Tenía todo para serlo. No creo que le haya costado mucho. Pero creo que él estaba enamorado de el ser Gardel. Sin embargo, eso no lo transformó. Siguió siendo humilde y atendiendo a la gente. En la última actuación que hizo en Avellaneda, en 1933, cuando le ofrecieron el almuerzo de despedida, se puso a cantar, empezó a sumarse gente y eso hizo que terminaran cantando en el Cine Teatro Verdi. Y no solo el teatro estaba lleno, sino que la calle también estaba llena.

-Un acontecimiento netamente popular.

-Y no se olviden de que en esa época no había amplificador. Uno tenía que forzar la voz para ser escuchado, por lo que lograr algo era mucho más complejo.

-Sobre el final de tu libro, en el capítulo titulado “Eternidad”, es muy impactante ver las fotos de Gardel en los aeropuertos Techo de Bogotá y Olaya Herrera de Medellín, el 24 de junio de 1935, en Bogotá. Son magníficas. Como un broche de oro para tu trabajo.

-Tuvimos mucha suerte de que en 2014 aparecieran los expedientes judiciales de Carlos Gardel. Detrás de él se disparan muchas historias. Y una de las megahistorias es porqué se ocultó el tema del accidente aéreo, lo cual llevó, hasta hace poco tiempo, a esto de inventar un montón de versiones.

-¿Y por qué ocurrió eso?

-Por una guerra comercial entre la aviación estadounidense y la alemana de ese momento como eje.

-¿Qué pasó, entonces, con el expediente?

-Son nueve cuerpos. Aparecen allí miles de fotos y documentos. Y, de casualidad, yo rastreo en la Cinemateca de Bogotá. Investigo si había filmes de Carlos Gardel. Un amigo me hizo el trabajo.

-¿Con qué resultados?

-No encontré de Carlos Gardel, pero sí de la despedida de Samper. Me interesé y ahí estaba, justamente, con 14 minutos de duración, la despedida de Gardel. Estaba archivada bajo el nombre de (Ernesto) Samper Mendoza, el aviador.

-¿Qué sacaste de ahí?

-Con una digitalización en HD pudimos capturar imágenes. O sea, son cuadros sacados de películas de 35 mm, mudas, donde se lo ve a Gardel. Gracias a nuevas tecnologías de inteligencia artificial que están desarrollándose, increíbles, hemos logrado mejorar el material y que parezca que son fotografías.

-Por todo esto cerramos el círculo y entendemos porqué Gardel, el apellido, se transforma en un adjetivo, en una calificación. Ser Gardel es ser un ganador, un capo.

-Es como decíamos más arriba: la gente vivía el éxito de Gardel como su propio éxito. Cuando murió Gardel, la sociedad lo sufrió como una muerte propia, como la muerte de un familiar. Y es lo que esta tragedia le da al nacimiento y al crecimiento del mito. Recordemos que todo fue manejado a nivel popular. No hubo una fundación ni una institución detrás.

-A nivel popular, pero con un gran sustento como base.

-Hay que ver la gesta. Pensemos que hoy no existe un artista que haya superado en grabaciones a Carlos Gardel. Para que uno lo iguale tiene que grabar, cada 45 días, un disco de diez temas. Tiene 870 discos publicados y más de 1.500 temas grabados.

-¿Cómo siguen tus publicaciones sobre el Morocho?

-Este año pensamos lanzar seis libros. En abril sale Sucesos gardelianos, con historias cortas sobre Gardel que son importantes. Y a los músicos les adelanto que en junio vamos a editar todos los arreglos de Terig Tucci sobre las canciones más importantes de Gardel para que las puedan ejecutar con distintos instrumentos.