En realidad, es la historia de nuestra pobre moneda la que nos tiene a mal traer: Peso Moneda Nacional, Pesos Ley 18.188, Peso Argentino, Austral, Peso, cuasimonedas, (Lecob, Petrón, y otras), Peso (con animalitos)...
En realidad, es la historia de nuestra pobre moneda la que nos tiene a mal traer: Peso Moneda Nacional, Pesos Ley 18.188, Peso Argentino, Austral, Peso, cuasimonedas, (Lecob, Petrón, y otras), Peso (con animalitos)...
Ahora que el dólar tiende a la baja en el mundo acá se nos hace cada vez más prohibitivo con medidas, una tras otra, del Banco Central. El que sufre las consecuencias es el peso, que vale menos día a día. Entonces, quien puede trata de cambiarlo por algo que sea de valor más perdurable. Sentido común básico.
Hablar de la historia del peso es hacer referencia ineludible a su contracara, que es la pérdida de confianza, no ya en la moneda sino en las autoridades. La economía argentina da cuenta de los sucesivos fracasos que abarcan no sólo a los equipos económicos, ya que comprenden a todos los elencos gubernamentales con sus presidentes a la cabeza. Y las crisis cíclicas son producto de los errores políticos que se pagan caro en términos de equilibrios macroeconómicos.
El diseño de programas o la ausencia de ellos emanan de decisiones políticas, en tanto que el comportamiento del conjunto de los actores económicos, desde los grandes grupos hasta el que vive de la changa, responde a las expectativas generales, independientemente de los tecnicismos.
Es complejo torcer el rumbo de las expectativas cuando, cual reflejo condicionado, opera el peso de la historia en la memoria colectiva. Así, impera un aprendizaje transgeneracional que repercute en las conductas actuales como un eterno "deja vú" de consecuencias inevitables.
La forma de esquivar el mandato del fracaso no es otra cosa que el intento de protección de los ahorros, la postegación de algún consumo, o la clausura de la inversión pretendida. Lo que para el gobierno es especulación, para el ciudadano es lógica supervivencia ante señales que dan las autoridades y por la desconfianza adquirida de anteriores experiencias traumáticas.
Y el que puede aprovecha temporariamente con alguna argucia los resquicios que siempre dejan los pretendidos corsetes impuestos por la autoridad monetaria; prueba de ello es el dólar "puré" que aprovecharon hasta beneficiarios del IFE, quienes con sus 10 mil pesitos compraban dólares para la reventa en el mercado paralelo. Muy distinto a los narcos y traficantes de armas, como acusó el presidente del Central, Miguel Pesce.
La historia nacional es prolífica en frases legendarias que han hecho referencia a la divisa estadounidense:
"¿Acaso alguno de ustedes vio alguna vez un dólar?". La pregunta retórica de Juan Domingo Perón daba cuenta de otros momentos de decadencia del peso, hace más de setenta años.
"El que apuesta al dólar pierde", anunciaba uno de los ministros de la dictadura, Lorenzo Sigaud, previo a provocar una fuerte devaluación.
"Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo", sentenció Juan Carlos Pugliese, ministro de Raúl Alfonsín, al reprochar la actitud empresaria que salió en masa a hacerse de dólares después de una arenga patriótica que les había hecho.
La última estocada a Alfonsín se la dio Guido Di Tella, luego ministro de Carlos Menem, cuando anunció que en su gobierno el dólar iba a estar "recontra alto".
"Un peso valdrá igual que el dólar...me atrevo a decir, por décadas", pronosticó Domingo Cavallo.
"Se mantiene la convertibilidad, es decir, la paridad peso-dólar. Se acabó la especulación" (Fernando De la Rúa).
"El que depositó dólares, recibirá dólares" (Eduardo Duhalde).
"Hay que convencer a los argentinos a no apostar al dólar, sino a las empresas radicadas en el país" (Cristina Kirchner).
"Tengo dólares porque se me antoja, hago lo que quiero con mi plata" (Aníbal Fernandez).
"Que los argentinos no se preocupen por el dólar" (Mauricio Macri).
Son algunas de tantas frases, pero para muestra de que estamos signados por la nula credibilidad en nuestra moneda, basta con repasar algunos fragmentos de los monólogos de Tato Bores.
El trabajo sucio devaluatorio de Jorge Remes Lenicov le sirvió de colchón a la labor posterior de Roberto Lavagna. Néstor Kirchner logró reestructurar gran parte de la deuda y se apuntaló con las divisas gracias a los altos precios de la soja y los commodities. Cuentan que el expresidente tenía siempre a mano una libreta de almacenero donde llevaba cuidadosamente los números del superávit comercial, de las reservas, de la recaudación y de los gastos.
Al final del ciclo, Cristina Fernández, secundada por Axel Kicillof, entregó un Estado deficitario, sin reservas, sin energía, con cepos múltiples y con un juicio perdido frente a los fondos buitres.
La confianza inicial lograda por el nuevo gobierno que encabezaba Mauricio Macri, con su ministro Alfonso Prat Gay, permitió salir del cepo cambiario. Pagaron a los acreedores y se volvió a los mercados internacionales. Mientras se aguardaba la "lluvia de inversiones" que nunca llegaron, los mercados desconfiaron de la gestión macrista y así se cayó en el mayor préstamo de la historia del FMI que todavía el gobierno actual debe renegociar.
La mala experiencia de Cambiemos nos legó una prolongada recesión, una deuda imposible de afrontar en los plazos pautados y una pobreza creciente.
Las escasas exportaciones y la balanza comercial se tornaron una vez más en el talón de Aquiles de la estructura económica argentina, por encima del déficit fiscal también deficitario.
2019 fue el año de las elecciones y de la profundización de la inestabilidad cambiaria que los nuevos cepos sucesivos no han logrado aquietar, siempre como síntoma de los desacuerdos políticos. La desconfianza de los ahorristas, inversores y mercados en general jamás se puede disimular.
El ministro Martín Guzmán buscó convencer a los diputados del Frente de Todos -como previa a la presentación del Presupuesto 2021- que el dólar oficial, el MEP y el CCL se van a estabilizar tendiendo a la convergencia, pese a la brecha actual de casi 80 por ciento.
Dice que la divisa acompañará el ritmo de la inflación. El problema es que es difícil creer en la meta de 102 pesos para el dólar oficial a fines de 2021 y en una pauta inflacionaria de 29 por ciento, como prevé el proyecto que presentará el martes en el Congreso. El Presupuesto además contempla un módico crecimiento de 5.5 por ciento después de la caída récord cercana al 12 por ciento de este año.
La pérdida de reservas en lo que va de 2020 ya es de 2.400 millones de dólares, pero Guzmán confía en que se logrará parar la sangría y que las empresas se van a ver beneficiadas con las últimas decisiones.
El clima no es el mejor, porque a la crispación política se suman las medidas cambiarias que están generando reacciones adversas en la población y en compañías que están a punto de caer en default por las nuevas restricciones.
Al menos será importante tener una hoja de ruta a partir de un presupuesto, teniendo en cuenta que Alberto Fernández avisó que no creía en planes económicos.
Las exportaciones de Mendoza crecieron en el primer semestre 15.3 por ciento en volumen en la comparación interanual.
Según los datos de ProMendoza, en FOB se registró una caída de 5 por ciento respecto del año pasado, con una venta de 661 millones de dólares.
Las ventas al exterior de los productos primarios aumentaron en volumen 32 % (35% de mayor facturación en dólares); y las manufacturas de origen agroecuario crecieron 39% en volumen. En tanto, las manufacturas de origen industrial experimentaron una drástica caída de 52% originada por la pandemia.
La promoción de exportaciones muestra un sendero virtuoso no siempre sencillo de lograr sin la ayuda de las políticas macro.
La expansión de la matriz productiva del país, incluidos la economía del conocimiento y productos con valor agregado en niveles competitivos, resulta estratégica para apuntalar la conquista de mercados exteriores, fuente genuina de ingreso de divisas. Pero el crecimiento, la inversión y las exportaciones sólo se pueden lograr con programas consistentes apuntalados por una política que genere confianza en los actores económicos.
Es duro atravesar las nefastas consecuencias de la pandemia, aunque los problemas estructurales del país son el resultado de la falta de acuerdos de la clase dirigente en lineamientos básicos de largo plazo. Y lo preocupante, es observar que para el gobierno de los Fernández la búsqueda de consensos no está entre sus prioridades, sino todo lo contrario.