Análisis y Opinión

Plantar árboles, lo más revolucionario que se puede hacer en Mendoza aún con crisis hídrica

En estos tiempos electorales es casi imposible encontrar candidatos que hablen de qué harían para que el arbolado siga siendo uno de los grandes valores agregados de esta provincia

Hace unos años escribimos en esta columna que lo más revolucionario que se podía hacer en Mendoza era plantar árboles. Esa ha sido y seguirá siendo la manera más productiva de desafiar lo establecido. Hoy quizás deberíamos agregar que esa revolución será mucho más productiva si se la actualiza a la luz de los desafíos que trae la crisis hídrica y la lucha contra el cambio climático.

Sin embargo, en estos tiempos electorales es casi imposible encontrar candidatos que hablen de este asunto. Es como si lo dieran por sobrentendido. O que no importara. Al otro lado del mundo, China, por ejemplo, está desde hace 20 años en una campaña forestadora en la que ya se han plantado - por año- 50.000 kilómetros cuadrados en diversas zonas de su enorme territorio. Es decir, 1.000.000 de km2. cubiertos con nuevos árboles.

Hemos tenido la suerte de nacer y vivir en un desierto. Legiones de visionarios en esta provincia decidieron que eso tenía arreglo. Y esa realidad nos ha hecho distintos. Mucho más obligados a la responsabilidad y al trabajo. Con la ayuda del agua de los ríos de la cordillera hemos podido convivir en un clima hostil y ese esfuerzo nos ha hecho más amantes de esta tierra.

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Cuando Sarmiento llegó a la presidencia de la Nación en 1868 y fijó las líneas directrices del país liberal, solía pedir con fervor: "¡Árboles! ¡Planten árboles!". Muchos mendocinos visionarios le hicieron caso.

Parte de nosotros

En España se premia todos los años "el árbol y el bosque del año". Un concurso donde no es tan importante la belleza, el tamaño o la edad de los árboles o los bosques, sino la historia y la relación con las personas, es decir aquellos árboles o bosques que se hayan convertido en parte integrante de la comunidad.

Eso es precisamente lo que son los árboles en Mendoza. Son parte de nosotros, de nuestro tesón para que a través de ellos tengamos un poco de humedad y para que el polvo del ambiente no nos afecte. Plantar árboles es una cuestión netamente sanitaria.

En Mendoza basta con recorrer esa maravilla que es el Parque San Martín para corroborarlo. Quien haya adquirido la virtud de la paciencia y de la contemplación puede pasarse horas en ese lugar observando los árboles centenarios, altísimos, dotados de esa arquitectura vegetal que deben envidiar los mejores profesionales del diseño.

"¡Qué buena idea haber hecho la ciudad en medio de un bosque!", dijo hace varios años un turista norteamericano al llegar a esta ciudad sin saber nada de nuestra historia y geografía y ver tanta arboleda desde la ventana del hotel. No hay vuelta que darle, el plus de esta Ciudad son los árboles, un magnífico valor agregado.

Creemos que fue el peruano Jaime Bayly quien dijo que los árboles adoran a un sólo dios, el dios de la lluvia, y que a él ofrecen sus hojas y sus flores. Nosotros agregamos otra deidad : la divinidad de las acequias, esas que llevan el agua escasa del deshielo por ese ingenioso entramado de cunetas sin las cuales muy pocos árboles estarían en pie.

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Candidatos distraídos

¿Por qué ningún candidato dice cómo los multiplicaría, cómo los cuidaría mejor? Poco y nada se sabe sobre cómo podemos congeniar de manera creativa la crisis hídrica con la necesidad de mantener nuestras arboledas.

Más de una vez se han anunciado censos de árboles que luego no se realizaron o que se hicieron a medias. Sobran los dedos de una mano para citar a los municipios que llevan ese registro al día. Sin embargo, en ningún despacho de intendente faltan -jornada tras jornada- las encuestas de opinión político-partidaria.

Los árboles son fuente de salud. Dan sombra, refrescan y humedecen el ambiente seco del desierto. Nos proveen de oxígeno y retienen en sus hojas las partículas contaminantes. El Parque San Martín y otros similares que se han creado en el Gran Mendoza actúan como formidables escudos sanitarios. De la misma manera que la producción agrícola suele darse mucho mejor si tiene cortinas de árboles que protejan esas hectáreas.

Mientras en todo el mundo se trata de replantar árboles como acción principal para enfrentar la degradación ambiental, aquí algunas voces muy poco creativas, felizmente escasas, ya han salido a decir que ante la escasez del agua en Mendoza nos tendríamos que empezar a olvidar de las grandes arboledas.

Lo que hay que exigir a la política, a las universidades y a la clase dirigencial en general es una "tormenta de ideas". Es sabido que más de la mitad del agua destinada al riego de la agricultura se desaprovecha por falta de medidas efectivas para retenerla. Sin embargo nadie en su sano juicio propugnaría ante eso frenar la actividad agrícola.

El escritor mendocino Jorge Enrique Ramponi escribió en su notable poema Piedra Infinita, que "el árbol es un pensamiento de la tierra". Durante dos siglos eso es lo que han hecho los mendocinos: producir racionalidad para amigarse con el desierto.