Ocurrió lo que tenía que ocurrir. ¿O alguien pensaba que podía haber otro resultado en las legislativas de este domingo?

El Gobierno nacional trabajó en contra de sí mismo con un empeño y una meticulosidad que asombran. Carece de antecedentes tamaña impericia en los tramos definitorios de una campaña electoral.

Y de todos los incontables tiros en el pie que se fue propinando la administración comandada por el binomio Alberto/Cristina, antes y después de las primarias del 12 de setiembre, el más horroroso, el más inexplicable, fue la doble jubilación de privilegio -con retroactivo incluido- a la que accedió, en tiempo récord, la vicepresidenta de la Nación.

La postal es demasiado demostrativa como para que necesite explicación. La legión de jubilados que, con sus magros haberes, espera durante meses, años, milenios, que se resuelvan sus litigios, quedan como testigos mudos de una burla cruel. Y sucede en todos los niveles. Solo en Mendoza hay alrededor de cien jueces que aguardan por culminar sus trámites previsionales.

¿Por qué, entonces? ¿Por qué se hizo? ¿Y a pocos días de votar?

No hay argumento político que lo justifique. No salieron a intentarlo ni siquiera los incondicionales de la Vicepresidenta. No lo hay para una fuerza política que se llena la boca, una y otra vez, con la inclusión social.

Solo queda una explicación psicológica. Un cálculo errado sobre sí misma. El desenfoque sobre la realidad a la que conduce la megalomanía.

¿Hacia el gran acuerdo nacional?

Se veía venir a lo lejos. Desde antes de las elecciones del domingo. El Gobierno se abre al diálogo. Busca sumar a los múltiples sectores para que lo acompañen a transitar lo que se viene. Que será tortuoso. Amargo en algunos tramos. Por eso busca el clinch, como los boxeadores que acaban de padecer un round demasiado brusco.

Las claves de ese convite iban a empezar a desvelarse en las palabras y en los gestos oficiales para admitir, en la noche de este domingo, la confirmación del resultado.

Todo quedó en manos del Presidente. Hablando solo al país. Solo. Único. Sin tribuna ni equipo alguno alrededor.

¿Decidió estar solo? ¿O lo dejaron solo?

Se verá a partir de este lunes el tenor de su soledad en el atril. Y el tenor del faltazo de Cristina que, lo esperamos todos, no debería tener continuación con una nueva carta.

Lo bueno, lo mejor: que Alberto habló con serenidad. Sin gritar. Ni chillar. Como inspirado por un soplo de bondad. Con humos de predicador.

Lo preocupante, lo incómodo: que llamó a un gran acuerdo, pero no tuvo mejor explicación para su mal momento que volver a mentar, por enésima vez, la deuda y la herencia de Macri. Un argumento sobado que ya no le sirvió en setiembre. Mucho menos ahora. Una actitud recurrentemente acusatoria que no promueve el diálogo. Y que evidencia una nula aptitud para generar algo nuevo. Algo que esperance y anime al ciudadano embroncado. Un indicio de que está comprendiendo cómo subirse a la vertiginosa nave del Siglo XXI.

¿Se puso solo Alberto o lo dejaron solo ante el micrófono?

Despejar este interrogante será uno de los asuntos cruciales de las próximas horas.

También lo será para la coalición ganadora. Porque deberá decidir en breve cómo responder a la invitación.

El intríngulis es complicado para Juntos por el Cambio porque las diversas victorias promueven las apetencias de diversos caciques. Rodríguez Larreta aparece con apenas una cabeza por encima de los demás para liderar las huestes hacia 2023.

Pero serán muchos lo que se sientan con derecho a reclamar el cetro o parte de ese cetro: María Eugenia Vidal, Mauricio, Bullrich, Manes, Morales, Cornejo… La lista se seguirá engrosando.

Sabrán cómo administrar estos laureles. Lo harán recordando que, hace cuatro años, también festejaron una legislativa. Y luego el cielo se derrumbó sobre sus cabezas.

En Mendoza, la hora de un cambio

En la provincia todo parecía estar predeterminado desde bastante antes de las primarias. Hay una tendencia de años que se mantiene firme.

El oficialismo, con el núcleo duro del radicalismo en la gestión, no solo se consolida en las urnas sino que, además, genera tras cada ciclo electoral distintas figuras que se proyectan hacia el futuro. Figuras jóvenes como el capitalino Suárez, el godoicruceño García Zalazar o el lujanino -un extrapartidario- Bragagnolo. Figuras más maduras como el lasherino Orozco. O veteranos combativos como el guaymallino Iglesias. Y con tres presencias tutelares que le dan certeza al horizonte: los tres que encabezaron la victoria, Cornejo, Suárez y Cobos.

El radicalismo y sus aliados han quedado con riquezas (políticas) para repartir. Sabrán cómo hacerlo.

En contraposición, un martirizante enigma abraza al peronismo local. ¿Hasta dónde aguantará más derrotas? ¿Cuál es su capacidad de absorción del castigo?

Cuenta con una evidencia: lo hecho hasta ahora se agotó. Colgarse, a como diera lugar, del peronismo (o cristinismo) nacional lo ha llevado de traspié en traspié. Necesita apostar a una semilla propia. Puramente nativa.

Y necesita resguardar los principales bastiones que le quedan. La derrota en Maipú, habiendo llevado al histórico cacique Adolfo Bermejo en la cabeza de la boleta electoral, es un serio llamado de atención. San Rafael fue el ejemplo de una derrota más digna.

Se inicia, para el PJ mendocino, un periodo de reflexión. Nada más que eso, por ahora.

Y, finalmente, la sorpresa. Que tuvo color verde. Los llamaban “los Salieri de Ramón”. Pero supieron sacarse el estigma de encima y convencer a los mendocinos de que, en materia de agenda ecológica, son más atractivos que la izquierda.

Vadillo y Romano consolidaron su posición de tercera fuerza y hasta plantaron bandera en San Carlos. Son lo nuevo de estas elecciones. Sabrán mantenerlo y ponerlo a crecer.