El peor adversario de Maradona no fue ni un futbolista, ni un equipo, ni la FIFA ni las drogas.
Maradona fue el hombre que pudo
Es imposible analizar algo de manera sensata sin tener en cuenta su contexto y su tiempo. Escindir el entorno de una persona para analizar cómo fue su vida es como pretender juzgar un boxeador sin tener en cuenta a su adversario en la pelea
Fue la vida, esa vida que lo puso, en un abrir y cerrar de ojos, en un lugar en el que nadie nunca estuvo. La pelea de Maradona fue con su vida. En la cancha era un Dios, fuera de la cancha, un boxeador de la vida, una pelea constante.
Ninguno de nosotros tiene el manual para vivir nuestras intrascendentes y rutinarias vidas, pero ahí vamos, tratando de llevarla de la mejor forma posible. Él tuvo que lidiar con una vida que nadie vivió, fue el hombre que pudo, jaqueado por la dualidad de ser un Dios del fútbol en la cancha y un Dios pagano en las calles. Me pregunto: ¿Qué cerebro puede soportar eso sin descarrilar? Es aquí donde el contexto juega su papel determinante en la vida de Diego.
Seguramente muchos me darán ejemplos válidos de figuras mundiales que han sabido llevar una vida encausada. Ninguno fue Diego Maradona en su tiempo y en su contexto.
Diego Armando Maradona fue el hombre que pudo.
Dicen que un año en la vida de Maradona fueron dos años en la vida del resto de los mortales. La intensidad a la que fue sometido Diego desde su adolescencia fue tan impactante que cualquier mínima estructura, que pudiera sostener desde su seno familiar, se resquebrajó y se hizo mil pedazos. El crecimiento de su carrera iba proporcionalmente in crescendo con su popularidad, y el techo lo encontró solo. Una vez dijo, “cuando llegué a la cima, miré hacia los costados y estaba solo”.
Ninguna gambeta maradoneana justifica sus conductas cuestionables en numerosos momentos de su vida. En otras épocas donde los excesos y las inconductas eran menos visibles Maradona eludía adversarios, periodistas, escándalos y problemas con esa misma cintura que le proporcionaba ser ese doble Dios futbolístico y pagano. Las genialidades dentro de la cancha le proporcionaban un velo a su forma de vivir que todos queríamos desconocer.
Alguna vez se preguntaron ¿cómo será pararte en la puerta de tu casa y no poder pisar la vereda sin que te acosen? ¿Y si eso ocurriera todos los días de tu vida en cualquier parte del globo terráqueo? ¿Lo soportaríamos? ¿Hasta dónde nuestras correctas vidas aguantaría semejante impacto?
Diego Maradona en el Mundial 1990.
A esta altura, este escrito puede parecer una especie de justificación del Maradona agresivo, con conductas de violencia de género, adicto a las drogas y cuantas debilidades se le puedan atribuir, sin embargo, ese Maradona es tan real como todos los Maradonas que existieron. Por eso fue el hombre que pudo, que supo. Un genio del fútbol mundial, un hombre que vivió a su manera su excepcional vida.
Ni su contexto, ni su tiempo fueron fértiles para pensar en otro desenlace.
Maradona vivió mil vidas, algunas veces la que quiso, otras la que le impuso esa doble divinidad. Pero eso sí, nunca pretendió ser otro, siempre puso el cuerpo y hasta reconoció debilidades que muchos de nosotros ocultamos, también fue solidario y amigo.
No soy un fanático de nada, menos de Maradona, incluso hace poco apareció un video en el que yo estoy haciendo un móvil periodístico para Canal 7 en un evento en el que él estaba, y ni siquiera yo recordaba haber estado allí.
Podemos opinar sobre la vida de Maradona con o sin criterios, pero yo prefiero recordar aquel día del gol a los ingleses, por esas cosas de la vida, ese 22 de junio de 1986 al mediodía estaba viendo el partido solo en la cocina de mi casa, grite el gol hasta más no poder y lo abrace a la distancia.
Ese día fui feliz. Gracias Diego.






