La última vez que se mandó con un proyecto presidencial propio -en 2019- sacó sólo el 8% de los votos. Antes, en 2007 enfrentó a Cristina Kirchner y salió tercero, detrás de Lilita Carrió.
Crear trabajo privado
En su documento, el ex ministro de Economía pregona lo que para cualquier político criterioso y avispado del oficialismo deberían ser verdades que se caen de maduras. Por ejemplo, Lavagna afirma: "Hay que poner a la creación del trabajo privado como objetivo central. Y hay que darles a la inversión y a la búsqueda de productividad un papel primordial para solucionar el estancamiento económico".
Uno lee eso y dice: es obvio. Pero inmediatamente cae en la cuenta que no parece serlo para Cristina Kirchner, ni para el Instituto Patria. Ni para La Cámpora. Ni siquiera para el condicionado Alberto Fernández. El sector kirchnerista de este gobierno sospecha y descree de la actividad privada. El empleo público subió en un millón de personas en los últimos 15 años. Así nos lo recuerda el economista en su misiva.
Hete aquí que si el estancamiento económico argentino lleva más de una década, como coinciden casi todos los economistas, las culpas están repartidas entre el último año de la primera presidencia de Cristina, toda la segunda presidencia de la citada mandataria, la gestión de Mauricio Macri y el primer año de Alberto.
Cuando Lavagna asegura en su carta que "hay que bajar los gastos estatales, reducir el empleo público y desarmar progresivamente el sistema de subsidios" le está hablando directamente a la actual vicepresidenta que, sabemos, nunca aceptaría tal menú. Alberto, sí. Pero sería a condición de pelearse con Cristina, algo que ya ha dicho el Presidente, no ocurrirá.
Desarmar subsidios
"Los argentinos necesitamos una bocanada de aire fresco", pregona Lavagna. Entiende que es esencial que el país se dé "formas modernas de empleo para esa mayoría que hoy está excluida del trabajo legal, sin dejar de proteger los derechos adquiridos de los que están en blanco".
Pero sin duda uno de los puntos más novedosos es cuando Lavagna aconseja "darle más poder a los ciudadanos y menos a las estructuras gerenciales, sindicales y a las alianzas espurias entre el Estado y las pseudo empresas".
El tipo es insistidor: "hay que evitar que el empleo público siga allí donde no debe" y machaca que se debe "desarmar progresivamente el sistema de subsidios que privilegia la concentración de éstos en la Capital y en la provincia de Buenos Aires".
Si le agregamos que Lavagna pide con fervor "bajar los costos del financiamiento político", ya tenemos cartón lleno en un país tan necesitado de sentido común. Los concejos deliberantes -dice- deben funcionar marcadamente reducidos y las legislaturas provinciales deben ser unicamerales.
Un fresco
Y tome nota de lo que afirma este peronista de 78 años que parece más moderno y fresco que todos esos jóvenes camporistas que han cooptado las reparticiones públicas donde hay cajas de financiamiento poderosas. Ahí va, preste atención.
"Cuantas más reglas, menos inversiones. Cuanta más creatividad fiscal, más desvíos grandes y chicos, y más subsidios eólicos. Necesitamos mayor libertad para movernos con creatividad, para ser productivos, no para buscar mañosamente rentas que se extraen del Estado".
Un tipo que logra ver desde el peronismo estas verdades, merece por lo menos que le perdonemos aquella ridiculez de las medias con sandalias.