El portazo que pegó Justo José Báscolo, quien era el responsable argentino del paso a Chile, ha sido lo bastante sonoro como para obligarnos a reparar -otra vez- sobre ese verdadero "submundo" que se esconde en el complejo aduanero Cristo Redentor.
El portazo que pegó Justo José Báscolo, quien era el responsable argentino del paso a Chile, ha sido lo bastante sonoro como para obligarnos a reparar -otra vez- sobre ese verdadero "submundo" que se esconde en el complejo aduanero Cristo Redentor.
En su renuncia Báscolo ha denunciado a su par trasandino en ese organismo de actuar de "forma unilateral e inconsulta" con lo cual se han vuelto a sacar a la luz las internas, las trabas y escollos que son el pan casi cotidiano en ese paso internacional, una cotidianidad tóxica que viene condenando a los usuarios del sistema a no tener un servicio ágil y moderno.
Esa situación ha restablecido la evidencia de que el paso a Chile está en manos de una especie de "estado independiente de alta montaña" que parece no darle demasiada bolilla a las autoridades constitucionales de Chile y de la Argentina, las cuales todos los años hacen rumbosas, pero poco productivas, reuniones binacionales para -supuestamente- mejorar la actividad de viajeros y camioneros en el principal paso comercial y turístico que tiene nuestro país con Chile.
Esos acuerdos y tratados que los cancilleres de ambas naciones firman con mucho ceremonial, suelen ser después ignorados por los que tienen de verdad la sartén por el mango en la cima de la cordillera. ¿Por qué ocurre eso? Simple: porque los cancilleres no se ocupan de controlar el cumplimiento de lo que sus funcionarios disponen. Y es precisamente en la instrumentación de esas medidas donde se producen las fallas que padecen los que necesitan transitar de un país a otro.
Cualquiera que conozca el paño, dice lo mismo: en el Cristo Redentor tiene más poder un aduanero, o uno de Migraciones, o uno del SAG (Servicio Agrícola Ganadero de Chile), o los gremios que los agrupan, que los jefes del complejo.
Esto lo confirmó hace un tiempo el peronista Carlos Abihaggle, ex embajador argentino en Chile, quien en su gestión trató de poner algo de criterio en todo este merengue. "Falta una autoridad única y binacional, que se debería hacer rotar entre ambos países", sintetizó el ex diplomático peronista.
En efecto, los responsables del paso unificado se encuentran con que cada organismo que actúa allí (Aduana, Migraciones, AFIP, SAG, etc) son mundos separados, cuyos empleados sólo responden a su jefe sectorial y no al funcionario que debe comandar todo el sistema.
Algunos estudiosos del tema creen que para agilizar efectivamente las decisiones y el tránsito en ese paso, los presidentes de ambas naciones y sus cancillerías deberían "barajar y dar de nuevo" para poder dejar establecido -por ley si fuere necesario- normas excepcionales en sitios fronterizos como éste.
En el caso del sistema Cristo Redentor se han presentado situaciones en las que empleados argentinos que no compartían una determinada disposición de su gobierno terminaron aliados con sus similares de Chile para ejercer presión y desalentar decisiones oficiales.
La sensación que le queda al usuario del sistema, ese que debe soportar plantones de 10 horas para hacer un trámite aduanero, es que quienes deberían aceitar mejor todo este engranaje, tanto en la Argentina como en Chile, están más interesados en el pase de facturas, en las intrigas y el chismorreo, que en la excelencia de gestión en ese cruce.
Uno puede entender, por ejemplo, el celo que el SAG chileno pone en el control de la sanidad de frutas y verduras, porque en ese país la exportación de dichos productos produce la segunda entrada de divisas después del cobre, pero no es menos cierto que ya hay demasiada tecnología para hacerlos menos engorrosos y con la misma efectividad.
Cuesta entender que la moderna Aduana chilena de Los Libertadores, con capacidad para activar 18 casetas de control, haya funcionado numerosos días de la reciente temporada alta con 6 o 7, dando pie a uno de los diciembre-enero con más demoras y problemas de las últimas décadas.
En su dimisión, Báscolo ha expuesto con crudeza el asunto: el sistema que rige en el complejo Cristo Redentor no permite lograr avances y consensos, ni tampoco identificar claramente los problemas y sus soluciones, con lo cual advierte que si eso no se cambia es imposible hacer más eficiente la gestión en el principal paso cordillerano del oeste argentino.
Todo sugiere entonces que esa toxicidad en la gestión, ese echarse las culpas entre las autoridades argentinas y chilenas y ese sainete reiterado de la ineficiencia y de la tramoya sectorial, seguirá siendo el menú cotidiano que les servirán a los que ingenuamente sueñan con un cruce internacional que les haga más fáciles las cosas.
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