En la entrega anterior nos detuvimos en Dioxitek, la planta que produce el dióxido de uranio (UO2), la base material del combustible nuclear argentino. Ese polvo fino y oscuro (de pureza controlada al extremo) es el punto de partida.
Pero falta la parte más sofisticada del proceso: cómo ese material se convierte en pastillas, tubos y elementos combustibles capaces de operar dentro de un reactor durante años, bajo condiciones de temperatura, presión y radiación que exigen precisión absoluta.
Esta nota recorre ese camino industrial argentino, una capacidad que muy pocos países en desarrollo han logrado alcanzar.
La pastilla de uranio: un cilindro diminuto con enorme densidad energética
El combustible nuclear comienza con una pieza pequeña: la pastilla de UO2. Pesa apenas unos gramos, pero su densidad energética es extraordinaria: en un reactor, una pastilla puede liberar energía equivalente a casi una tonelada de carbón. Esa diferencia explica por qué la energía nuclear puede producir mucha electricidad usando muy poco combustible.
Para fabricarlas, el UO2 se compacta y sinteriza hasta transformarse en un sólido cerámico estable y muy resistente. Cada pastilla debe tener dimensiones exactas y carecer de defectos internos: no porque exista riesgo de explosión (una fantasía frecuente) , sino porque las imperfecciones afectan la eficiencia, la estabilidad y la performance del reactor. En lo nuclear, la precisión tiene impacto directo en el rendimiento seguro y sostenido.
De Dioxitek a CONUAR/FAE: cuando el polvo se transforma en tecnología
El UO2 producido por Dioxitek viaja al Centro Atomico Ezeiza, donde operan CONUAR y FAE, un complejo metalúrgico y nuclear único en la región.
Es importante decirlo con claridad: CONUAR/FAE son empresas mixtas, con participación estatal a través de la CNEA y capital privado argentino. Esa estructura permitió sostener inversión, certificaciones y exportaciones durante décadas.
FAE (Fábrica de Aleaciones Especiales) produce las vainas y tubos de zirconio, un metal crucial porque casi no absorbe neutrones y resiste temperaturas y condiciones extremas dentro del reactor.
CONUAR toma las pastillas, las rectifica, las carga dentro de los tubos de zirconio y ensambla los elementos combustibles completos.
El zirconio es, probablemente, el material menos conocido por el público y uno de los más determinantes del sector. Su pureza define la eficiencia, la integridad y la vida útil del combustible.
Tres familias de combustibles que Argentina fabrica
Aunque se habla de “combustible nuclear” como si fuera una sola cosa, en realidad existen varios tipos, adaptados a cada reactor. Argentina fabrica las tres categorías principales.
- Combustibles para reactores de investigación
Los reactores de investigación (como el RA-3 y el RA-6, y próximamente el RA-10) no producen electricidad. Producen neutrones, que se usan en ciencia, industria, formación de personal y medicina nuclear.
Su combustible es distinto: liviano, plano, fabricado con aleaciones avanzadas como el siliciuro de uranio. Argentina no solo los desarrolla: también los exporta. Países como Australia, Egipto, Argelia y Perú utilizan combustibles fabricados en el Centro Atomico Ezeiza.
- Combustibles para reactores de agua pesada (PHWR/CANDU)
La Central Nuclear Embalse usa elementos formados por haces de tubos (“bundles”) cargados con pastillas de UO2 natural.
Son cilindros compactos relativamente pequeños reemplazables sin detener el reactor, una característica distintiva de los CANDU. CONUAR manufactura estos elementos desde hace más de 30 años.
- Combustibles para Atucha I y II (reactores de agua presurizada)
Aquí aparecen las famosas “barras”: tubos largos de zirconio, alineados en un arreglo matricial.
Llevan pastillas con bajo enriquecimiento, que Argentina fabrica mezclando el UO2 producido localmente con UO2 enriquecido importado para obtener la concentración exacta requerida por ambos reactores de Atucha.
Cómo se fabrica un elemento combustible
Tras el sinterizado, las pastillas se rectifican para alcanzar dimensiones micrométricas.
FAE produce los tubos de zirconio, libres de costuras y defectos.
CONUAR carga las pastillas, realiza las soldaduras, ensambla estructuras y aplica controles no destructivos: radiografías, ultrasonido, corrientes inducidas, pruebas de hermeticidad.
Un reactor exige combustibles sin fallas de fabricación. No porque exista un riesgo explosivo, sino porque una desviación implica pérdida de eficiencia, menor duración, ajustes operativos o reemplazos anticipados. La calidad del combustible es directamente calidad de operación.
¿Qué ocurre con los combustibles gastados?
Otro punto que suele prestarse a confusión: Argentina no reprocesa combustibles gastados.
Los combustibles que salieron del reactor no son “residuos” en el sentido convencional: conservan muchísima energía potencial que países con ciclos cerrados recuperan mediante reprocesamiento.
Por eso en el sector se los llama combustibles gastados y no “desechos”.
Argentina los gestiona de manera segura, pero no los vuelve a procesar para reutilizar el material. Es una decisión de política nuclear, no una carencia industrial.
La oportunidad futura: el valor industrial detrás de los reactores modulares (SMR)
El debate internacional gira cada vez más hacia los reactores modulares pequeños (SMR), pensados para industrias, polos productivos, minería, sistemas aislados y países que no pueden instalar una central nuclear grande.
Si Argentina avanza en el desarrollo de un SMR propio, el beneficio no se limita a exportar el reactor.
En la industria nuclear, el verdadero negocio de largo plazo está también en el abastecimiento continuo de sus combustibles.
Sucede igual en muchos sectores tecnológicos:
- quien fabrica una impresora vende los cartuchos,
- quien produce una afeitadora vende las hojas,
- quien diseña una máquina especializada vende los repuestos críticos durante toda su vida útil.
En lo nuclear, el combustible es ese insumo estratégico.
Y a diferencia de otros sectores, no hay miles de fabricantes: el mercado es pequeño, regulado y altamente especializado. Quien coloca un reactor, coloca también su combustible durante décadas.
Argentina (con Dioxitek, CONUAR/FAE, experiencia en reactores de investigación y capacidades metalúrgicas nucleares consolidadas) tiene bases reales para competir en ese segmento si decide hacerlo.
De la roca de uranio al combustible
El camino que empieza en una roca de uranio y termina en un elemento combustible es más que una cadena productiva: es una plataforma tecnológica que combina química, metalurgia, ingeniería y precisión.
Argentina no opera el ciclo completo (no reprocesa combustibles gastados), pero domina la fabricación de combustibles nuevos para reactores de potencia e investigación, una capacidad industrial poco común en el mundo en desarrollo.
Y si el país avanza hacia un reactor modular propio, esa capacidad podría convertirse en un modelo industrial de largo plazo: exportar tecnología y, al mismo tiempo, garantizar el suministro del insumo que hace posible que el reactor funcione.








